Yo vuelvo a la casa
caminando hacia atrás, buscando algún destello
pero el camino es pura curva, traspiés, invisibilidad.
Ya no hay trono, escalón que nos separe, pared o techo propio.
Ya no escuchas la voz de tu padre.
No ves nada salvo monte, culebra y soledad.
Ya nada es sagrado, sólo la insistencia tenaz de caminar de espaldas, de poder llegar ilesa, con los pies intactos de tanta rabia.
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No voy a salvar a más nadie, aquel que quiera salir ileso que aprenda a respirar bajo el agua. No voy a arriesgar el pellejo, carne, mi piel, lo poco limpia que soy, para insistirles que la redención es mirarse en el espejo, aguantar y aguantar, siempre de pie, descalza, aun cuando el espejo no te devuelva absolutamente nada.
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ese poema
el que puede salvarte
o mandarte directamente
-y sin retorno-
a tu infierno.
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Para aplacar la nostalgia debo pasar la palma de las manos sobre el lomo de uno de los caballos de mi padre. Luego recuerdo que no existe ninguno de los dos, no hay caballos ni padre.
La tersura del lomo del potro puedo sentirla si cierro los ojos y me esfuerzo en recordar.
A mi padre no,
ya está lejano, desdibujado.
Mi padre muerto es pura bruma.
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Vaciar la casa, catalogar libros, deshacerse de malos y buenos
recuerdos, dejar las paredes blancas, desnudas y vulnerables, no limpiar el polvo para que te recuerde siempre el desasosiego.
Arrancar los clavos con las manos, llenas de rabia y sangrar,
Vaciar cajones, del baño, la cocina, desprenderse del olor a familia, volver a los pasos cazando huellas imperceptibles y herir.
Observar el calendario del año anterior, con citas, cosas que hacer, que nunca terminaste y doler.
Llenar cajas con lo que te importa y otras con las que no, clasificar fotografías, en donde sonríen los tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, hermanos, primos, amigos que están muertos, todos esos años útiles e inútiles.
Descartar parte de tu vida con el corazón fuera de tu casa.
Eso es cerrar la puerta.
Eso es irse.
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Lo he perdido todo
me quedan algunas fotografías
varias docenas de libros que ya no me golpean el pecho
la silla de mi padre, el anillo de mi madre
hay mucho recuerdo alrededor, indiferente e invasivo como el polvo
a veces se te afinca en la garganta y no te deja respirar
pero poco importa,
ya esto
no es
una casa.
Poemas del libro inédito Poemas fragmentados (2015-2019)
© All rights reserved Claudia Noguera Penso
Claudia Noguera Penso (Caracas,1963) Ha publicado los libros Nada que ver (1986), Último trecho (1998), El viaje (2001), Caracas mortal (2015) y Bajo Infinito (2017).
Su trabajo se encuentra en las Antologías: Voces nuevas (Fundación Celarg, 1986); XII Aniversario de la Maja Desnuda (Universidad Metropolitana, 2000); 101 Poetas Jamming (Todtmann Editores, 2015); Fervor de Caracas: una antología literaria de la ciudad (Fundavag, 2015); Cien mujeres contra la violencia (Fundavag, 2016); Todas las mujeres: Fulanas y menganas, (CAAW Ediciones, USA, 2018); EL Puente es la palabra: escritores en la diáspora (Cáritas Venezuela, 2019); Antología de poesía actual escrita por mujeres (I), (Revista 142 de España, 2019); La Floresta interminable, poetas de Miami (Editorial ArtesMiami, 2019), Hacedoras: antología con mil autoras venezolanas (Lector cómplice, 2021); Antología en tiempos de pandemia (Círculo de Escritores de Venezuela, 2021).
En el 2001 fundó la editorial alternativa “Cincuenta de Cincuenta”, dedicada a la poesía venezolana contemporánea.
Poemas, crónicas, reportajes, entrevistas, traducciones y reseñas han sido publicadas en antologías, periódicos, revistas y portales en Venezuela, Estados Unidos, España, Colombia, Argentina, Chile, México, Uruguay, Italia y Brasil, parte de su obra ha sido traducida al inglés, italiano y portugués.
Su libro Último trecho obtuvo mención honorífica en la VII Bienal Literaria Ateneo de Calabozo “Francisco Lazo Martí” (1997).
Su libro Contra el olvido fue finalista en el Premio de poesía Octavio Paz 2021-2022, convocado por el National Poetry Series, la Feria del Libro de Miami y el Miami Dade College.
Desde el 2016 vive en Estados Unidos.