En días pasados, mientras paseaba por la orilla de ese mar que ha dado la bienvenida a muchos de quienes habitamos en esta ciudad, me quedé pensando en cómo cambia el destino de una persona, al tomar ciertas decisiones, como empezar una nueva vida y trazar un nuevo rumbo en otras latitudes. Quienes residimos aquí en Miami, tenemos el privilegio de conocer personas de cualquier parte del mundo y de pronto sorprendernos lo diferente que eran sus vidas en el país natal. No solo cambia la forma de establecerse, cambia también la percepción sobre ciertos temas y de pronto también se evoluciona, renace o se muere en el intento.
Ciertamente, también vemos artistas y creadores que al llegar a nuevos horizontes, utilizan el medio que conocen para no perder de vista sus ancestros, su convicciones o su estilo de ver el mundo desde una mirada acaecida hasta la presente, proyectándola en una constante permanencia. Un ejemplo de esta practica es Rodrigo Mendoza Cortíssoz.
Este artista, quien tiene un marcado entusiasmo por el mosaico, revela su obra pictórica haciendo uso del simbolismo, una corriente que adquirió fuerza a finales del siglo XIX, y en la que los artistas exploran temas extraídos no de la realidad, sino de un mundo colmado de metáforas y signos, donde los temas incluyen estados oníricos, religión y poesía visual.
En las obras de este creador, donde el sol, la luna y estrellas tienen una distinción importante, podemos observar su interés por la mitología y la adopción de aspectos tribales de visiones fantásticas, en espacios intrínsecamente pintados y colmados de formas planas o poco profundas, con cierto patrón decorativo.
El sol, candente y apasionado enciende con sus rubores, las palmeras exóticas, abrazado a un laberinto surrealista que nos conduce por las orillas tropicales de un mar, que bien podría ser el Atlántico o el Pacifico, dependiendo de la añoranza de su creador.
La luna y estrellas al igual que el astro rey, se definen perfectamente en la obra, señalándonos a su vez, que la hora aunque oscura, no transmite infortunio y se disponen a brindar al mar la energía necesaria para que se manifieste la pleamar con toda su exuberancia y movimientos ondulantes, cual danza nocturna para los amantes que la observan.
Arena y mar. Crepúsculo y misticismo. Estos son los componentes en los lienzos del artista, quien los llama de manera recurrente, como parte vital de su dialogo con el exterior. Cada una de las piezas que voy descubriendo tiene un mensaje alegórico a la naturaleza donde queda incluido el pensamiento del autor.
Aquí las figuras algunas veces se acoplan y otras no, pareciendo entonces como si fueran manchas de colores vigorosos, que florecen en planos diferentes y dando una profundidad a cada imagen, al interactuar con los contornos de cada una. Estas tonalidades —que no se mezclan entre si— terminan ofreciendo palmeras surrealistas, un oleaje tribal y subversivo, bajo un cielo de crestas vespertinas, a la vista del espectador.
Paisajes misteriosos colmados de líneas sinuosas y ondulantes y colores combinados de manera inesperada. Costados marinos rodeados de luz lunar o diurna y una vegetación excesiva, donde las olas del mar se lanzan a una danza etérea en medio de la arena, todo esto delimitado por un horizonte definido. El artista quizás ha evocado todos estos elementos de la naturaleza como un mantra, y quizás también necesita los mismos en ciertos rituales, como alimento para su espíritu creador.
Definitivamente, tanto este creador como cualquiera de nosotros, necesitamos asirnos de algunos medios para lograr el avance que buscamos al cambiar deliberadamente nuestras vidas. Para algunos será mas arduo, para otros será placentero. También es cierto que todos necesitamos tener el cobijo de nuestros recuerdos y entre las manos alguna parte de nuestra historia.
Gloria MiládelaRoca
Contacto con el artista:
Rodrigo Mendoza Cortíssoz