Un hombre aparece muerto en medio de un fangal y la comunidad de Rivière au Sel queda consternada con el suceso. Nos reconocemos en la mucha muchedumbre, diría Glissánt, y le creo. Un pueblo entre otros pueblos no podría alentar el concepto de arborescencia. El hombre muerto resulta ser Francis Sancher, un individuo de mil máscaras y múltiples identidades. O tal vez es un hombre sin identidad fija. Así, arrancado de sus raíces, aún de muerto, atraviesa el espacio de la isla de Guadalupe como un manglar, que es tanto malla de tierra y agua, sin fronteras y fluida, como también es una metáfora de la identidad caribeña. Entonces hay novela, y se titula Travesía del manglar (Elefanta, 2020), de Maryse Condé.
Del hombre muerto se sabe que llegó un día y acudió al cartero de la comunidad, Moïse, a quien no valía la pena contarle mentiras, para decirle presentarse como Francisco Álvarez Sánchez, pero a partir de la llegada al pueblo, sería Francis Sancher. Moïse le preguntó entonces adónde había ido a buscar ese nombre. No preguntes nada, contestó Francis, y añadió: la verdad puede destrozarte las orejas.
La travesía del hombre-mangle a partir de entonces queda cifrada en las historias que los habitantes de Rivière au Sel cuentan de él desde la noticia de su muerte y durante su velatorio. Los ciudadanos del amplio espectro de procedencias sociales, se confunden en el mismo espacio narrativo para relatarsus experiencias junto a Francis. Las historias, como la presencia de Francis en el poblado, fluyen y se enraízan en la vida de la comunidad, trenzando una liosa red de afectos que surcan del amor al odio y de la simpatía al desprecio. El fantasma del pasado se presencia para que los habitantes de la comunidad puedan entender el futuro, que queda determinado por la relación con el muerto.
Tal vez se trata de una alegoría del destino de la novela como género.
La novela de Maryse Condé trabaja como un manglar en sí misma. Es múltiple, con largas plántulas, como las del arbusto leñoso cuyo nombre científico es Rhizophora Mangle. Condé, escritora de la isla de Guadalupe y educada en Francia a insistencia de sus padres criollos, pone en función una escritura caribeña que es poética, fluida y, pues, rizomática. Asimismo, la vida de Francis Sancher es también un manglar: se alarga sin patrón fijo, se entrecruza con otras vidas y se arraiga a otras. Al final, luego de las unas y las restas, la identidad de los personajes es el verdadero manglar, el principal rizoma del texto. Travesía del manglar, en fin, es un texto de la errancia, del movimiento continuo.
Del exilio a la errancia, la medida común del abismo es la raíz, dice Glissánt.
Condé es una escritora de amplio bagaje y largo recorrido. Generalmente asociada con la ficción histórica africana, ha dado a prensas impresionantes fabulaciones como la novela Segu(1984) y su secuela, Los hijos de Segu (1985), aunque su obra más conocida es Yo, Tituba, Bruja Negra de Salem (1986), que narra la historia de una esclava estadounidense juzgada por brujería en Salem, Massachusetts. Sin embargo, es Travesía del manglar el libro donde Condé marca el mayor logro artístico: el rechazo al concepto de escritura lineal.
La escritura lineal, después de todo, es una forma falocéntrica de texto, según Carol Boyce Davies.
Toda la literatura, su pasado y su futuro, es un presente manglar. Un lector entrenado advertirá las vertientes paralelas que desprenden del As I Lay Dying, de William Faulkner, por quienCondé profesa gran admiración. Al igual que otra obra que informa la Travesía de Condé, que es En el bosque, de Ryunosuke Akutagawa, el multifocalismo se abrasa desde las diversas voces que pueblan el texto. Si en la novela de Faulkner los testimonios de los personajes se prestan para que el lector reconstruya la vida de Addy, y en la novela de Akutagawa los testimonios buscan aclarar la muerte del joven samuraiKanazawa, Travesía se estructura en torno a la muerte de Francis.
El proyecto de Condé deslumbra por la riqueza de imágenes y surecurrencia a la integración de un mundo mágico con el mundo racional. El lenguaje, en fin, no puede existir de forma aislada, como tampoco lo pueden hacer los escritores. La elasticidad implícita y el alcance de los entornos comunicacionales informan el significado de las palabras sin un sentido de cierre y sin un centro jerárquico o una voz dominante. Travesía del manglar es esa escritura en desplazamiento.
En su seminal Problemas de la poética de Dostoievski, Mijaíl Bajtín destacó el concepto de polifonía como la “pluralidad de voces y conciencias independientes y no fusionadas, una polifonía genuina de voces plenamente válidas”. El compromiso y la fusión de voces emerge entonces como característica única de las novelas en prosa, ya que representan una variedad de posiciones ideológicas. Las voces —la conciencia y los personajes— existen por separado a medida que se involucran en el intercambio dialéctico. Por lo tanto, queda instalado una suerte de democratización dialéctica que iguala a los personajes y su discurso, crea tensiones y no privilegia un punto de vista particular.
Como ocurre en Travesía, la polifonía cede ante lo universal y prioriza la multiplicidad de voces donde la presencia autoral es simplemente un componente de una vasta red de instancias enunciadoras. Es decir, la polifonía es manglar también. Supluralidad es inherente a cómo se usa o aplica el lenguaje. Es el sistema del habla de otro en el idioma de otro. O poligosia.
En este caso, por efecto o su defecto, es preciso comentar que el Caribe es tierra de arraigo y de errancia. Por tanto, es en el Caribe donde posiblemente se habilitan las posibilidades para una novela del futuro, porque la novela se salva en el movimiento. Travesía del manglar, con su lazo umbilical a tradiciones literarias precedentes y su fertilidad léxica para procrear otras futuras, es parte de ese viaje.
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Elidio La Torre Lagares es poeta, ensayista y narrador. Ha publicado un libro de cuentos, Septiembre (Editorial Cultural, 2000), premiada por el Pen Club de Puerto Rico como uno de los mejores libros de ese año, y dos novelas también premiadas por la misma organización: Historia de un dios pequeño (Plaza Mayor, 2001) y Gracia (Oveja Negra, 2004). Además, ha publicado los siguientes poemarios: Embudo: poemas de fin de siglo (1994), Cuerpos sin sombras (Isla Negra Editores, 1998), Cáliz (2004). El éxito de su poesía se consolida con la publicación de Vicios de construcción (2008), libro que ha gozado del favor crítico y comercial.
En el 2007 recibió el galardón Gran Premio Nuevas Letras, otorgado por la Feria Internacional del Libro de Puerto Rico, y en marzo de 2008 recibió el Primer Premio de Poesía Julia de Burgos, auspiciado por la Fundación Nilita Vientós Gastón, por el libro Ensayo del vuelo.
En la actualidad es profesor de Literatura y Creación Literaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha colaborado con el periódico El Nuevo Día, La Jornada de México y es columnista de la revista de cultura hispanoamericana Otro Lunes.