Una isla casi remota
Vivo en una isla casi remota
donde quisiera permanecer olvidado.
Oigo el silbido de los pájaros
la sirena del cuerpo de bomberos
el sonido del hielo contra mis espaldas
cada vez que la vecina lanza un cubo de agua.
Los días que me siento valiente
me paro en la reja que se mantiene
siempre con candado.
A veces me encuentro con regalos:
un celular que no para de sonar
hormigas que hacen fiestas en el buzón
un plato blanco con comida
hasta una enviada que pide agua
para que su carruaje vuelva a echar a andar.
He plantado helechos que murieron calcinados
por ojos que no me han vuelto a visitar.
Las orquídeas brotan en lugares inesperados
recordándome que la fealdad tiene sus días contados.
En el extremo de la escalera un San Francisco
observa y prohíbe acceso a los que tratan de escurrirse.
La gata ya no necesita de mí para correr las cortinas
va de ventana en ventana abriéndose paso.
Desde la puerta que ahora viste de limpio
repaso todo a mi alrededor
invoco a dioses y espíritus
no quiero recobrar la memoria.
Un once de un mes como éste
Finalmente tuve la valentía de sentarme frente a ti
busqué en mi memoria tus poetas preferidos
encendí una simple vela
volqué cada uno de mis pecados
en un papel que estaba demasiado limpio
y lentamente fui cubriéndolo de manchas.
No acostumbro ir a misa
porque prefiero el silencio de los bancos vacíos
las lágrimas que ha dejado algún extraño
y que ahora se mezclan con las mías.
Recordé que un once de un mes como éste
volvimos a encontrarnos por aquel mensaje
donde me decías que buscara una canción
y que imaginara que tú la habías compuesto para mí.
Ahora que el más mínimo episodio
produce tsunamis en mi mente
ahora que página tras página se inunda
con la contaminación que llevo dentro
¿cómo hago para oír tu canción?
¿cómo si te perdiera?
Confesiones inesperadas
Encontré confesiones tan inesperadas
como la nieve en el trópico.
Sabía que una alianza fuerte habitaba entre ellos
pero no lograba descifrar las formas diferentes del amor.
Quizás ignoraba que la complicidad
es no solamente manejar el silencio
sino los oleajes y el estruendo del mar.
En cada renglón de aquellas cartas encontradas
podía oler el perfume de ciertos momentos
que pocos supieron entender.
Hasta la mano oscura de falsos religiosos
se interpuso confundiéndolos.
Sé que no fue fácil un mundo que no vestía los mismos
tonos
el palo rosa no es para la muchedumbre
y las yeguas siempre viven más felices sueltas en el campo
(Estos poemas pertenecen al libro, “Los poetas nunca pecan demasiado” publicado por Editorial Betania)
© All rights reserved Manuel Adrián López
Manuel Adrián López nació en Morón, Cuba (1969). Poeta y narrador. Su poesía en español ha sido publicada por las revistas Arique, Anterior Review, Baquiana, Contratiempo, Delirium Tremens, La Peregrina Magazine, LaFanzine, Letras Salvajes, Linden Lane, Revista Literaria Ombligo y Ventana Abierta, entre otras. Tiene publicado, Yo, el arquero aquel (Editorial Velámenes ), Room at the Top (Eriginal Books), y Los poetas nunca pecan demasiado (Editorial Betania), recién premiado con medalla de oro en los Florida Book Awards 2013.