Luego de Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto, galardonado con el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2013, el reconocimiento más importante para las y los poetas mexicanos, Jorge Humberto Chávez regresa a la palestra literaria con Un rosario de huesos. Publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro y bajo el cuidado de Diana Rodríguez y David Huerta, se trata de un bello tiraje de 350 ejemplares que lo hacen en sí mismo ya un arte objeto: los primeros 50 fueron numerados y firmados por el poeta.
El volumen reúne 25 textos que dan cuenta de la madurez en las exploraciones poéticas que el autor ha buscado durante los últimos años. Como bien lo conocen y lo pulen hasta la maestría los poetas mayores, la lírica se sustenta en su musicalidad. En el poema los temas pueden variarse, pero es imposible soslayar el ritmo donde se apoya la maquinaria poética. Ese ritmo que corresponde a la música del verso, Chávez lo nutre de significados. Tal y como lo había llevado a cabo en su libro anterior, el poeta brinda textos en forma de versículos, lo que invariablemente matiza a sus versos de un sentido litúrgico. Desde este espacio sacro en que se convierte el poema, el juarense propone un diálogo con propuestas tan ricas como las de Walt Whitman, Saint John Perse y Paul Claudel, pero también con la tradición oral en forma de cantatas, diálogos y hepigramas.
Ya desde la apertura del volumen se anuncia la carga simbólica y la mezcla de discursos que ofrecerá el poemario. El epígrafe de Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, frente a lo que fue el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau: “…el profeta vio huesos levantándose del suelo, creciéndoles carne y volviendo a vivir de nuevo”, sirve tanto de advertencia como de guía. Las palabras del político, tomadas de Ezequiel, apuntalan la propuesta de Jorge Humberto Chávez, que se nutre de todas las geografías discursivas, de todos los rincones vitales, de todos los silencios para dar cuenta de la bienaventuranza de la vida que está avecindada a la muerte:
Compartamos los alcoholes y los frutos de la tierra
estas ráfagas de viento que alientan el gusto de oler
[y perfumar
del vaso celebremos el aroma y las piernas rojas del licor
[que descienden
y esa inexacta nota del vino en tu lengua que algo dice
[o nada quiere decir
y ahora seamos en torno al maíz y al trigo y con la patata
[y el espárrago
que ofrendan la oportunidad de vivir o la vocación certera
[de la muerte
y celebremos el aire que ingresa en nosotros y la vida
[que huye de nosotros
Con el rumor de Hojas de hierba la voz poética parte de la confesión para caminar por el mundo: “Apenas ayer estaba el hombre pensando en la gracia de la muerte/ recién habló de la vanidad de la poesía y centró su pensamiento/ en la forma de su fenecer y en la observación del beneficio de cesar”. Se trata de una confesión que se vuelve camino de regreso. Ausencia de vanidades para comprender lo andado. No hay que tomarse a la ligera los rastros que se dejan en la arena porque siempre siguen presentes:
Estos
huesos
te piensan
todavía
Es entonces cuando el poeta se lanza a reconocer esos paisajes, esas personas, esas realidades, que siendo los mismos han mudado hasta refugiarse en la cualidad más íntima de un cuerpo: los huesos. Seres, espacios, palabras óseas que van perfilando temas tan íntimos como lacerantes. Como lo ha demostrado en varias ocasiones, Chávez no le teme a las zonas oscuras de la existencia.
En rosario de huesos poetiza sobre los placeres domésticos pero también sobre la desaparición de adolescentes en México. Poetiza sobre discursos no poéticos pero también sobre el extravío de ese sentido último que nos hace reconocernos cada mañana. ¿Acaso la muerte no es sino el extravío de uno mismo?:
y tendí la mano para buscar
pero no hallé contento porque
estaba obcecado
ennoecido
hospedado en la crispación
entristado
duramente perdido
en mí
conmigo
Tal vez por ser hijo de Ciudad Juárez, los versos de Jorge Humberto Chávez se encuentran matizados de esa melancolía festiva que nutre a los corridos, a las canciones añejas de acordeón y bajo sexto. En sus versos hay reminiscencias de aquellas voces aguardentosas que por décadas han alimentado esa forma popular de explicarse y sortear las sombras de la existencia.
© All rights reserved Xalbador Garcia
XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal para la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.