Un policía se arrodilla
frente a mí
se rasca la pierna.
La ley siempre tiene picazón.
***
Envidio la libertad de las ratas de calle,
la justa amargura de su apariencia,
su preferencia por los campanarios, las licorerías,
rieles de aventura penosa para los suicidas,
bolsas negras de mugre disecada.
El grito infundado en las muchedumbres
por el cuerpo ceniciento
en los bajos precios del mercado negro.
El trote recto y silencioso por paredes
de barro ladrillo madera,
su apiadada reconsideración por las aguas abandonadas
y el sucio agrio que apartamos de las uñas.
Envidiar a las ratas, dice la mía,
es más sano que envidiar a una persona.
***
No sabías si era adecuado revelar en clase
que tus padres estaban divorciados
que nunca tuviste ni un gato ni un perro.
Tus piernas estaban cubiertas de gasas
para esconder un tejido de costras y carne viva
(d e r m a t i t i s a t ó p i c a)
no podías bañarte en la piscina, solo en el mar.
Las otras niñas te miraban como a una criatura rara
escondida en la capilla del colegio
hablando con seres que no contestan con palabras.
La infancia parece desvestirse en un solo rezo.
***
La casa queda sola
para que yo imagine tus pisadas.
No hay inocencia en el sudor.
Algo se hace y se deshace
sin que nadie me informe.
***
Recuerdo que se quitaba la correa
rápidamente, sin fallar un movimiento,
la tomaba de la hebilla y halaba hacia la derecha
se la ajustaba en la cintura, en el último huequito,
yo sabía que su pantalón flojo no caería
ella comenzaba a correr detrás de mí
¡… de la Santísima Trinidad!
dábamos vueltas por toda la casa
sus piernas tres veces más largas que las mías
qué habré hecho yo, no recuerdo, seguro algo divertido,
me gustaba jugar con ella cuando hablaba por teléfono
o cuando estaba trabajando en su taller
pintando con acrílico o cubriendo tela con yeso,
corríamos hasta mi cuarto
en donde me acorralaba, uno, dos, tres,
aquel cinturón era el monstruo que vivía
en la cadera de mi madre
debajo de mi cama.
***
A veces
solamente se requiere un movimiento
algo así como una acción pequeña
puede ser descongelar un pollo
hacer la cama o limpiar unos zapatos
con la soda que no te vas a tomar
a veces solo hace falta que dobles la ropa blanca
o que te laves el cabello
que compres flores o que le des la vuelta al parque
a veces únicamente necesitamos tomar té
con alguna persona querida
recordar que no le importamos a las piedras
y que el invierno siempre volverá
las nubes siguen caminando sin ver hacia abajo
somos minúsculos y nuestras tristezas también
a veces hay que recordar que vemos de colores
(¿si mis ojos son verdes, no debería ver todo verde?)
Selección de poemas del libro Sobre las fábricas publicado por Sudaquia Editores
© All rights reserved Raquel Abend van Dalen
Raquel Abend van Dalen: nacida en Caracas (1989). Poeta, narradora y periodista. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Monteávila y Magíster en Escritura Creativa en Español por la New York University. Autora de los poemarios Sobre las fábricas, (Nueva York, Sudaquia Editores, 2014) y Lengua Mundana (Bogotá, Común Presencia Editores, 2012), de la novela Andor (Caracas, Bid&Co. Editor, 2013) y coautora del libro Los días pasan y las formas regresan (Caracas, Bid&Co. Editor, 2013). Ganadora de varios premios entre los que figuran la Mención Honorífica del XIII Concurso Transgenérico convocado por la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, la Mención Honorífica en el rubro de poesía del Concurso de Autores Inéditos (Monte Ávila Editores, 2012) y la Mención Honorífica en el rubro de poesía del III Premio Nacional Universitario de Literatura (Universidad Simón Bolívar, 2009). Colabora como Co-editora en Brutas Editoras. Administra el blog Expedientes M, de entrevistas a escritores latinoamericanos.
twitter: @ExpedientesM
Website: Expedientes M Entrevistas a escritores latinoamericanos por Raquel Abend van Dalen