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Marzo 2018

UN POETA LLAMADO ADONIS. Odalys Interián.

Aproximación.

Así sea la poesía un viaje a los confines del exterior o hasta lo más íntimo del interior, he vivido en ella, −escribe Adonis −, y le creemos, para vivir en ella es necesario estar correctamente dispuesto, ser un adiestrado, y no todos tienen el privilegio de entender, percibir y escuchar su verdad, la poesía escoge quien será vocero, anunciador de ese reino exclusivo para unos pocos. Adonis es poeta por su manera de ver y de sentir,  por su  manera de comunicarse y comunicar el mundo,  es uno que sobrevive escribiendo, su poesía conmueve, y va desbordando un hambre y deseo que despierta por medio de  reminiscencias  y  una sensibilidad singular a través de poemas que son islas cerradas  donde late el misterio de lo sugerente y una plasticidad simbólica con la que nutre  sus representaciones más íntimas. No siente que ha llegado tarde,  escribe como si estuviera nombrando las cosas por primera vez,  él,  otro Adán,  creando un lenguaje propio para revelar un nuevo orden desde la poesía.    Voz auténtica la de Adonis, voz que somete la experiencia a una profunda elaboración de su mundo interior,  el yo del poeta posee siempre una dignidad esencial,  tanto en el plano verbal, como en el de la emocionalidad, por eso su poesía aproxima.  Se ha creado un universo desde la realidad y como él lo ve, es su universo de soledades, angustias, y alegrías, son sus diálogos con el mundo circundante, una renovada contemplación que se torna inagotable, y por ello vivificante y deslumbradora. Una poesía  llena  de contrastes,  de  contradicciones y opuestos, en ella los antagonismos imprescindibles: principio y fin, el bien y el mal,  éxtasis y movimiento, vida y muerte, pero en ella los conceptos de luz y oscuridad,  no siempre estarán enfrentados, para adonis la oscuridad es tan ineludible como la luz; porque si la luz es necesaria para contemplar la belleza, la oscuridad lo es, para revelar al hombre: No existe una claridad suficiente para borrar la oscuridad en el hombre y en las cosas. Si la claridad se volviera dueña del mundo, se alteraría la vida, y se desharía la poesía. Equivalencia, interrelación, un lenguaje que se reinventa  para recoger la materia reunida imperecedera de  la luz y la oscuridad recíproca que hay en el ser, ambas necesarias para que exista la poesía.

No hay límite en mí, −nos dice−, y es una revelación inequívoca de las fuerzas creadoras de sus textos, versos que parten de la autosuficiencia, donde no falta la exaltación del ego que va anulando la fe. Sus lecturas de la realidad muchas veces, dejan al hombre huérfano y desamparado sobre la tierra; pero a la vez, su obra es un monumento de plenitud y esplendor en la riqueza de su diversidad  y en la hondura de su visión. Adonis es un trasgresor, un inconforme,  quiere  volver a fundar al mundo desde la poesía. Siempre frente a lo humano, frente a la naturaleza,  interrogando y siendo interrogado, vislumbra su herencia, el dolor encarnado de esa “humanidad que sigue gimiendo hasta hoy  y estando en dolor justamente hasta ahora”.  Él, como un sacerdote agobiado de lenguas remotísimas abriendo sus campos de palabras y llevando en los ojos la escritura.  Su poesía nos conduce a la experiencia más alta, la del conocimiento de lo que ha vivido  en el espíritu,  y sus versos a los mejores instantes de la poesía.

En Adonis ese diálogo de múltiple escritura  donde está el contexto cultural  actual y el anterior.  Es un poeta de resistencia, que resiste  la violencia de la circunstancias, y crea otra circunstancia distinta,  explicativa y amena. Todo llenando su cosmos, el entramado  de la poesía con una vastedad de imágenes visuales y un surtidor de símbolos inagotables.

Adonis afirmaría: La poesía completa al hombre, no es para nada su imagen. No me resultaba difícil crear una armonía entre el mundo y yo, pero tuve siempre la mirada fija en el abismo que se sitúa entre nosotros. Así, no he escrito poesía con la intención de llenar este abismo, sino para deambular dentro de él y explorarlo. Aunque mi objetivo sea la búsqueda del sentido, o de un sentido, adivino que mi identidad no se finca en lo estable, sino en lo variable. Siento que estoy del lado del viento y el oleaje. Y nos invita a entrar en ese viento, en toda esa tempestad de la imagen, asociada al ritmo convulso de este tiempo, las imágenes como un medio de percibir realidades espirituales,  son, −se nos ha dicho−: lo que devuelve una cosa a su origen, a su arquetipo, a su realidad verdadera.  Hay que leerlo,  es un poeta esencial,  su poesía tiene una dimensión  superior y trascendente.  Estamos ante un escritor de verdadera talla creadora, la calidad y autenticidad de su poesía se explica por sí sola, quedamos perplejos ante una poética como la suya, lo que siempre ocurre  cuando estamos ante una poesía de aperturas hacia lo insondable.

 

 

Adonis: El poeta en el centro de la visión.

 

Según Rimbaud, el poeta como vidente, es el que es capaz de situarse en las diversas perspectivas que la realidad ofrece y lograr el acceso al conocimiento que es exclusivo de unos pocos. En Adonis se ha señalado que lo que de él más interesa es “esa manera unitaria en que el ver se realiza, esa momentaneidad limpia en que se capta el constante decurso de las cosas”.  La visión plena,  la agonía del poeta que percibe y padece la descomposición de un mundo y prevé otro. Su poética es la del acontecer, decisivo para el hombre, donde es tan necesaria la restauración del orden y la belleza. Yo diría que la lección mayor de esta poética es  revelar el sentido tumultuoso de la realidad y el eminente progreso a la desintegración, la visión participante  nunca alejada de la sentencia que vive el drama humano. Su lenguaje es el del hombre común, pero su carga semántica y de intenciones abren la poesía a una posibilidad de intelección, lleva lo íntimo y lo árabe a un plano universal. Es nuestro, aprende, e interpreta el mundo y lo propone desde la realidad y como él la ve, tanto el lenguaje como la afectividad hace que lo sintamos cerca, cerca y nuestro como Rimbaud, como Baudelaire, como Mallarmé y Valéry, tan cerca y nuestro como Catulo, Villón,  Heine o Safo,   porque Adonis viene a entregarnos la experiencia de una tradición rica y refinada que aprende el espíritu de renovación en la línea de Whitman:

Yo estoy aquí

las flores acopiando

excitando los árboles

extendiendo los cielos como pórticos

y amo,

vivo

y nazco

en mis palabras.

   Yo estoy aquí

juntando mariposas

bajo el limpio dosel de la mañana

recogiendo los frutos.

compartiendo la noche con la lluvia

en el mar,

en la nube y sus campanas

Aquí estoy

acarreando,

anclando las estrellas.

alzándome  a mí mismo

en monarca del tiempo.

 

Esto es lo que consigue el poeta, −una participación−,  esa posibilidad que va más allá de los límites temporales de la existencia, en él, la esencia y  virtud de una poesía que anuncia, junto a una conciencia de continuidad en la tradición, cuya originalidad está en la construcción de lo que narra sin pretender el regreso al tiempo primigenio; pero que desde allí germina,  desde allí retorna. Donde la palabra no es el centro de la percepción estética, sino la imagen. Es esta una poesía de aperturas, en ella lo insigne, la fuerza de sugerencia que escapa a toda visión estéril, en ella, lo iluminado e iluminador. No es el lirismo de la ensoñación, su poesía indaga y recrea los tiempos recientes o más próximos, el texto como conocimiento de lo desconocido se inserta, para revelar su ser en el mundo. El hacerse a sí mismo, ignorando la conciencia de la inmensidad, y gracias a su circunstancia;  la que el mismo describe al decir: yo habito la visión, nos ha enseñado que la vida no es sólo la imagen de la realidad, y aunque en ocasiones nos convence de nuestra impotencia y fragilidad, de que estamos solos y desamparados como Odiseo viviendo en una tierra sin retorno, en  una tierra sin tiempo, también desde la desesperanza el poeta nos anima y  alienta.

No falta la exaltación de la imagen del hombre, que alaba la perfecta batalla, el diálogo con la naturaleza que lo trasciende. Indaga, nada tiene el poeta más que el verso y una sangre joven que corre con los cielos y la tierra. Ofrece una celebración a la memoria,  la memoria ejecutante en su dimensión temporal presente, con una poesía esencial, de avance, de resistencia y tenacidad, que anuncia lo que ha de venir.  En el discurso de la vida está también la rememoración a ese vacío que es la existencia, la impotencia que es la muerte. Tras la mirada del poeta,  el frío yacer, el silencio, el presente sin vida, y el recuerdo del padre que murió cual las nubes en agraz y con el rostro cual vela desplegada, siempre  el recuerdo familiar abierto a la tristeza:

 

Hay un puente de llanto

que camina conmigo,

y que, bajo mis párpados se rompe

En mi piel de cerámica,

un jinete infantil

que anuda sus caballos

Con los cables del viento,

las sombras de los ramos,

y que con voz profética nos canta

¡Oh vientos¡

¡Oh niñez¡

¡Largos puentes de llantos

tras los párpados,  rotos¡

 

El poeta quiere revelar con avidez su propio centro, para encontrar lo disperso y lo agónico, el desamparo, la soledad íntima que sólo puede ser disimulada en la convivencia enmascarada.  En el poema  Sin que me vean tus ojos, está la soledad del poeta, anunciada de manera rebelde:

 

No me han visto tus ojos

Tan virgen

 Como el agua creadora de la linfa

 No me han visto

Lentamente

Viniendo

Desde allá

En medio del cortejo de holocaustos

Con el rayo y la hierba entre los pies

Y mañana….

Mañana

En el fuego y la dulce primavera

Sabrás que voy matando la manada

Que transporto la semilla.

Y en mí crecerán tus ojos

Mañana      

sí  mañana

 

Adonis entiende la poesía como creación y ella es su manera de actuar en el mundo.  En  especial el tono conversacional de sus textos y la imagen del hombre contemporáneo que recrea, esa forma peculiar de escritura, en la que los símbolos, la ordenación del pensamiento, las emociones, han sido primordial para hallar la poesía del ser.  La palabra poética  indaga en lo conocido, quiere explorar en la profunda oscuridad del hombre, sus manifestaciones y trascendencias vitales.

Fuertemente influido  por las vanguardias, tan importantes en su formación y en su escritura, una tradición que conforma su ámbito espiritual  y su evolución creadora.

Una escritura que parece estar liberada de una preocupación artística descriptiva, lleva en sí una extrema tensión que vincula la poesía a la palabra. Poesía de conceptos, intelectiva, podemos ver y palpar, sentir la  emoción nacida de la virtud creadora. No necesita la metáfora convencional para revelar el mundo,  basta una simple enumeración,  una simple ruptura.  En Adonis ese viento subversivo que impulsa la expresión,  la desesperanza,  la falta de fe,  de sentido,  lleva al seno de la poesía su mirada propia personal y a la vez colectivista  de  la circunstancia.  Su discurso como el del libro de Job,  sus palabras sobre el destino del hombre “nacido de mujer, de vida corta y harto de agitación”;  pero donde la idea de Dios está fusionada con la esencia del hombre, y asumida con ironía. Refleja Adonis  la pérdida de valores religiosos tradicionales, también  como Nietzsche,  Baudelaire, y Rimbaud es heredero del pensamiento romántico,  como en todos ellos,   la negación para afirmar;  como en ellos,  el rechazo de  los valores,  para proponer valores   propios y distintos, como en todos  ellos, descubro una anti sociabilidad que tiene un propósito eminentemente social:

 

 Mi rostro sobre el vidrio de la lámpara

Mi mapa es una tierra sin creador

La negación de todo mi evangelio.

 

“La muerte de dios” anunciada por los profetas modernos del ateísmo, ha saturado la poesía; pero lo que en Adonis  se niega es el rechazo a la espiritualidad, porque hay necesidad de un nuevo Dios,  un Dios que salve del horror y la hipocresía,  un nuevo Dios que no separe ni divida, sino que una y reconcilie,  aunque diga: Al Dios enflaquecido lavaremos con la sangre del rayo…. Hilos sutiles tenderemos entre el largo camino y nuestro párpado, la imagen incompleta del mañana. Un  mañana que es anuncio,  un anuncio que revela: Tal vez en el terror y en la ruina, en la desesperanza y en la estepa, de mis entrañas surja el nuevo Dios.

El aislamiento obligatorio a que lo somete la poesía,  lo lleva a crear un universo particular, el cultivo de sí mismo, como el supremo contestatario:  ¡Cuántas veces recé al señor obstinado, y a los frutos ¡Cuántas veces nutrí con mis ojos  el hambre de los árboles¡ ¡Y cuántas caminé por mis pestañas rotas¡ A un encuentro, A un abrazo pagano.  Yo, Dios, el día en ruinas.  El poeta inmóvil, mudo, en perpetua vigilancia, distante de Dios y de cualquier redención, en el centro de la visión, ya no como quién contempla el suceder.  Él, el que padece la ausencia, él, el que sufre en la noche y la soledad, el que siente que todo es silencio: No hay palabra. Como si fueras humo, como si fueras días, tu piel está cayendo en un lugar y tú en otro quedándote. El poeta como protagonista, en el texto la presencia del poeta, la presencia levemente angustiosa que vuelve en el verso una y otra vez en diálogo con el entorno, con la memoria, y con su destino final.  Un mundo que se integra inconscientemente en la  multiplicidad de su ser.  Un universo y  luego la visión sin límite,  la realidad incontaminada para seguir el rastro de la vida. Luz y  oscuridad  son más que símbolos para narrar lo indefenso del hombre y a la vez su alcance. El poema se convierte en diálogo descifrador de la vida, en testimonio del suceder y la búsqueda. No hay la placidez en las visiones, el placer es fugaz, es apenas un destello.  Es  la lluvia, o el amanecer, es lo bello, pero es imposible la alabanza por el arduo batallar de las circunstancias, el hombre enfrentado a sus preguntas, los temores que lo acompañan y  sus obsesiones.  Irse y regresar, el viaje  como alternativa, el retorno siempre, el volver eterno al punto de partida.   −Cuando todo parece desmoronarse quedan las imágenes en un mundo que viste el rostro de la muerte.  Imágenes liberándolo de la pesada carga, para enterrar el día asesinado y vestir los vientos del desastre, el mañana donde agitaremos nuevamente las palmas de las manos. Adonis no es el poeta de la desesperanza, desde el dolor hay un reclamo a las más poderosas fuerzas del hombre, a su condición terrestre, amén de lo que nos digan en una primera lectura sus textos, son una exhortación a rescatar la esperanza.

 

Avanza en un clima de nueva escritura interrogándose, trayendo,  una limpia canción para la herida. Su patria personal, tierra de redención, es más que un símil, o una metáfora. En su obra persiste el vínculo consiente con su raza, su ideario nómada: la tierra como lecho, la tierra que es esposa, una tierra que se alza y traiciona, −nos dice−: una tierra en mis venas espiada.                                                                                        

Estos sus elementos definidores: la desolación, la conciencia de la muerte, la cotidianidad, cierto tono coloquial, la fuerza en las imágenes con las que logra expresar la incomprendida  realidad.  Poder de síntesis con la seguridad de quién conquista la imagen poética. La palabra que sugiere, deshecha los adjetivos, es poesía del verbo, del sustantivo, despojada de adorno, sencillez que no renuncia a la profundidad, en ella lo ingenuo y lo maldito,  sencillez y elegancia para declarar su mundo más cercano.  Ese es el hallazgo, la saturación que nos empuja a los días nuevos, su fascinación por declarar lo universal desde lo íntimo. Deja fuera lo racional y diurno para acentuar la soledad: Grito para estar cierto, de que me encuentro solo las tinieblas y yo.  Velas que se apagan, el poeta ama la oscuridad que resplandece ante la palabra desnuda: él prefiere quedarse en la penumbra, quedarse en el secreto de las cosas,  es la intimidad del yo fundiéndose con el entorno, −en la transferencia de las cosas−  transportando la punta del día, los años que se aceleran con el feto virginal.

 

Su poética es a veces reflexiva, filosófica, su fuerza renovadora está en consonancia con la percepción de una estructura convencional que es preciso anular en busca de otras relaciones,  la realidad alcanza una jerarquía. Vive,  conduciendo los años a la espera de un barco que abrace la existencia, que se hunda en el vacío. Igual que si soñara, igual que si marchara sin retorno…  Asediado escribe, sabiendo que no queda luz sobre los párpados, que nada,  ya poseen, el sentido del polvo solamente.  Escribe,  y se sienta a la espera de su olvidada cita.

El poeta frente a un mundo  donde encontramos lo imperecedero, sus imágenes de deterioro son también a un mismo tiempo imágenes de resistencia, inmemoriales y permanentes. Una obra de angustia y a la vez llena de expectación, lúcida y auténtica en la intensidad de la palabra que siempre nos acompaña. Partidario también como los poetas de los que se ha dado a llamar: “poesía de la existencia” como en las obras de Rilke y Celán, en su obra,  encontramos esa melancolía jubilosa y  casi triste. Reconoce que  el hombre es un estado continuo de ausencia,  la angustia ante la existencia privada de razón, nos define profundamente, la ineptitud para tolerar sus condiciones, el horror de la condición carnal, la rebelión alcanzando universalidad, nos convence de que siempre hay algo que hacer, que siempre hay algo que merece ser defendido, y ya no es un individuo en su lucha: son todos los hombres. Pero hay inseguridad, sea o no sea el acontecer inmediato del poeta, quiere rescatar sus memorias, su identidad, escribe con claridad una lírica personal cargada de recuerdos, el hombre siempre estará entrando en una angustiosa penumbra.

Deseo arrodillarme

quiero rezarle al búho de alas rotas

A la braza

A los vientos,

Al planeta en los cielos detenidos

A la muerte

A la peste

Quemar en el incienso

mis días blancos,

mis cantos,

mi cuaderno.

La tinta y el tintero

Rezar a cualquier cosa

Que ignoré que es rezar.

 

Valorémonos la hondura de sus significaciones, encontraremos ese deleite  que  une en sus textos, belleza y angustias.  El estremecimiento de lo que el poeta ha visto en sus meditaciones, quedará como un ejemplo de la posibilidad de las palabras y de la sensibilidad de la razón.  Nos deleita la visión de la realidad y sus más perdurables estados emocionales.  Para Adonis: Escribir poesía  es dedicarse a decir una “cosa”, y esta “cosa” en árabe  es el abismo y lo invisible. Si la poesía tiene algún poder para fundar, funda aquí la presencia de lo invisible. La escritura, en árabe, sólo enseña que la patria no es un lugar, que no se sitúa en ninguna parte. Enseña que ella misma es la patria. A mí me enseñó cómo poder decir: mi cuerpo es mi país.

El poeta celebra, acumula para describir, sabe el misterio de la insinuación, la certidumbre de las profecías, con palabras nuestras, invita, donde el sentido de lo universal prevalece.  Dice lo que ve y recuerda, no sermonea, se desborda,  muestra toda la potencia de un lenguaje que escoge sus palabras y sus silencios. Sabe que en la poesía se encuentra la inmortalidad, en ella  no hay seres finitos. Llena de tiempo y paisajes de luz, él quiere permanecer allí, en esa emocionante cercanía a la divinidad, que aunque no sabe que es, acepta el reto de ir en pos de lo desconocido. La poesía es riesgo y peligro, y es también un espacio lleno de sucesos, de muerte, y armonías, de demasiada eternidad. Celebremos la poesía que hace posible el encuentro con este escritor excepcional, que va escribiendo la certidumbre, que sigue en escalada, renovando el lenguaje y la vida. Sabiendo que la poesía siempre tendrá la última palabra, y que tiene mucho que decirnos, valdría mejor dejar que sean estos versos suyos  los que concluyan este acercamiento:

 

Te invito,

mis días están sin centinela y esta distancia vacía

es un banquete para el sueño,

una fiesta de la nostalgia por sus fructíferos árboles.

Te invito a que vengas,

el mástil de las tristezas es alto.

Quizá si reposaras, si te inclinaras cual rama en sus vientos

ocultos, el aguamanil sería elegía o flor

y el té fuente.

Te invito a que escuches este eco que nos llega con la hierba ebria.

 

 

 

Ali Ahmad Said (Adonis)

Alí Ahmad Said Esber, más conocido como “Adonis”, nació en Al Qassabin (Siria) el 1 de enero de 1930.

Junto a la poesía, nuestro autor ha cultivado el ensayo y la traducción de autores árabes al francés (y de autores franceses al árabe).

Entre sus numerosos galardones citaremos los siguientes: Premio nacional de Poesía 1974 (Beirut); Medalla Picasso 1984 (UNESCO); Miembro de la Academia Universal de Culturas (París, 1990); Premio Nazim Hikmet 1994 (Estambul); Premio de Poesía Nonino 1999 (Ita-lia); Doctor honoris causa Universidad de Ginebra (2004); Premio Bjormson 2007 (Noruega); Premio Max Jacob 2008 (Francia); Premio Goethe 2011 (Francfort del Meno).

 

© All rights reserved Odalys Interián

Odalys Interián (La Habana 1968) Poeta, narradora y crítica. Presidenta y editora de Lyrics & Poetry Editions y miembro de AIPEH Miami (Asociación Internacional de Poetas y Escritores Hispanos). Recientemente ha publicado: Atráeme Contigo, con el poeta Mexicano Germán Rizo. (Espiral Publishing, 2017). Salmo y Blues (Espiral Publishing, 2017). Sin que te brille Dios (Lyrics & Poetry Editions, 2017). Esta palabra mía que tu ordenas (Lyrics & Poetry Editions2017). Obtuvo Primera mención en el I Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio 2017. Cuarto lugar en el concurso de Cuento, Cuéntale tu cuento a la nota latina 2017. Primer premio en el concurso de Poesía “Hacer arte con palabras” 2017.

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