El teatro como proceso de liberación.
“No importa que te cierren la reja, ahora sí sueñas, soñamos, somos libres… cada uno de nosotros.”
Víctor (preso en la cárcel de Atlacholoaya, Morelos, México)
Es un lugar muy visitado el decir que el arte transforma, pero cuando uno es testigo de este fenómeno a un lado quedán las frases trilladas y sólo podemos dejar espacio para la esperanza.
El 14 de noviembre de 2014 tuve la fortuna de ver el documental UN GRITO DE LIBERTAD ya que recibió el primer premio en su categoría por parte del Bright Minds Film Festival de Miami en su segunda edición.
El documental nos muestra el proyecto de Arturo Morell de montar una adaptación libre del Hombre de la Mancha en diversas prisiones de México donde los intérpretes son los mismos reclusos y además consigue formar el elenco femenil con internas de reclusorios de mujeres (estos dos hechos ya de por sí complejos no sólo por la logística sino por la dificultad en cuanto al manejo de las relaciones entre internos).
Cual caballeros andantes director y actores se entregan a la empresa de alcanzar el anhelado ideal. Somos partícipes de todo el proceso de montaje en la prisión de Atlacholoaya del estado de Morelos acompañada de testimonios de los internos que poco a poco encuentran en la representación teatral no una válvula de escape sino un camino hacia la libertad.
Una de las escenas más conmovedores es la de una madre que al ver el trabajo de su hijo en la obra, redescubre esa humanidad que ella creía que él había perdido.
Difícil resulta mantenerse indiferente y al terminar de ver el documental queda la inquietud de montar a Rocinante y acompañar al Caballero de la Triste Figura para combatir Molinos de Viento y Gigantes por igual.
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