Un espejo azul o el mar en su bahía
pobre deformación de la triste conciencia
de esa calma angustiosa que se atraganta
De ida y no de vuelta
con la espada surcada de flores
rota la columna
como el humo
una llama
mirando si estalla o se asfixia
sin batalla
Como balancea suave el mar la flota
y en el fondo se arrebata
el tigre bebe ajeno a sus garras
en las fuentes del loto
¿No es surcar las venas de la tierra
un río
como el agua surca el cuerpo
y los caminos las casas que bostezan?
De ida y no de vuelta
con la flor aún lozana en un rincón del tabernáculo
bebiéndose las estrellas con la celeste garganta
tan lejos de las balas
deseando ser herido para vivir.
La boca del amigo grita llena de flores
¡a las barricadas!
y un vals monótono
lleno de días
horarios de entrada
cafés cansados
y cigarrillos aplastados.
De ida y no de vuelta
con el pecho roto de palomas
a abrazar al viento – alguien va –
es bello si lo ignora
-¡qué hermoso abismo
donde sólo cabe una mirada!-
vidrios de colores
su sola riqueza – otra mirada –
en medio de las farolas
donde se encrespan las olas del puerto
y en el frío invierno
en lo hondo del gabán que se va
su única flor.
De ida y no de vuelta
alguien va
alguien que ha sido tocado
y casi lo ignora
qué terriblemente dulce su cara es de fresa
su paso perdido
sin más tierno destino
que la flor que lo espera
que ese mar espeso de rosas
donde morir es vivir
y vivir es asfixiarse
el deseo.
De ida y no de vuelta
entre la niebla y la farola
una ciudad que no es la suya
una infancia al fin
en las suelas de las botas
una chaqueta regalada
y un cigarrillo que se consume
como el fuego en las cavernas.
Y girar
y girar
y vivir con un trozo de luna
donde se refleja una sonrisa
igualita …
fantasía..
De ida y no de vuelta
la ciudad es enorme
como el corazón de una máquina
que te tritura
que te engulle
y te devuelve
con tu pequeño
pequeñito corazón
sin remedio
con tu paraguas triturado
sin remedio
un átomo que salta
un átomo tocado
por una flor
escondida en el gabán que se fue
querrán torturar también esa flor.
Pero alguien va
ha vivido una guerra – cualquiera
lo ha perdido todo
pero ha sido tocado
ayer
ayer
-¡qué hermoso abismo
donde sólo cabe una mirada!-
y esa mirada le era destinada
una flor
la misma
no ha sido torturada
va
va.
No está perdida
se guía sin espejos
está sola
y espera
– ¡qué hermoso abismo
donde sólo cabe una mirada! –
y lo sabemos
desasido de los días
alguien va
y qué fogoso alguien
y qué fogoso mar
qué fogoso mar de fuego
donde el tigre se incendia
donde el loto se incendia
bella flor de oro que caminas
A una canción citada por Ales Debeljak
Poema del tigre y el mar
Llevando el corazón secreto y el talismán seguro
E.A.Westphalen
I
He escrito para cuando llegues un camino sin mirar atrás, sin consejas, sin días. Una escritura sin nada. La casa de la escritura vacía. Pálidas columnas, voces inaudibles, estelas fugaces que ya nadie podrá ver ritmando, cosechando planetas, galaxias enteras. Nada, apenas un blanco donde guardar tu primera pisada de dinosaurio prematuro, agotado de las selvas, carretera abajo cegando el tráfico, repartiendo a cada paso el humo duro de los que se van, para que no te quede más que llegar, tomar posesión de tu reino de despedidas, plantar la vista justo cuando yo parto, cuando partí o cuando para nada, como siempre ha sido. Escribir así, escribir en caldero vacío, para recoger tu simple huella de lluvia picada por las calles de Amsterdam, su cielo plomo de palomas incrustadas en vidrieras, su boca frágil de neblina cruzando el mundo.
II
Dices mar y el mar está allí intentando sumergir tu mirada de lagarto enloquecido, como un manto negro cubierto de nombres, largos nombres que se pierden como estrellas, fijos y muertos a cada instante. Olvido las palabras por las sangrientas tempestades que caen sobre el horizonte, iluminando faz a faz la primera llegada del gran incendio, del gran terremoto del mundo conocido, para que brote la flor fecundada en su sexo de música, y una mano de agua dulce arroje cántaros sobre las dunas del Pacífico, allí donde se pone el sol en un ocre inconmensurable, donde la noche está cargada de rosas muertas y de un oro manchado de sangre y cenizas, donde temblamos como una historia trivial sólo registrada en las reverberaciones del día que viene.
Ángel de invierno
Aquí,
en el décimo primer piso de una torre del mundo,
un ángel
como tantos que caminaron por el tiempo,
un simple ángel – tú –,
hace su vida cotidiana,
toma café y mira hondamente al vacío.
Se calienta las manos con su cigarrillo,
piensa en todo,
tirita.
Al descuido, coge su cartera,
asoma la nariz por la ventana,
despliega las alas,
parte.
Sólo un ángel puede entrar así al mercado de las bestias.
Del poemario Tiempo de sol, Buenos Aires, Hueso de Jibia, 2014.
© All rights reserved Sylvia Miranda
SYLVIA MIRANDA (Lima, 1966). Es doctora en Filología por la Universidad Complutense de Madrid y reside en España desde 1991. Su primer poemario Como todos anduve en el invierno (Lluvia Editores, Lima, 1990), se publicó con prólogo de su maestro, el poeta Wáshington Delgado. También en poesía, ha publicado Zita y otros poemas (Catriel, Madrid, 2001); Poema del tigre y el mar (Centro de Arte Moderno, Madrid, 2004. Con un grabado de Sylvain Mâlet) y La foudre demain (La Rochelle, Les Arêtes Editions, 2013. Con pinturas de Sylvie Lobato). Poemas suyos están recogidos en antologías de poesía peruana e iberoamericana. Su tesis y otros libros de ensayo y crítica literaria testimonian sus investigaciones sobre la ciudad de Lima y la poesía de vanguardia peruana.
Ha recibido el “Premio Tomás Luis de Victoria” (Salamanca, 1994), por su poemario Zita y el “Premio Novela Corta del Banco Central de Reserva del Perú” (Lima, 1996), por Memorias de Manú (BCRP. Lima, 1997).