La ostentación y la vanidad no son exclusivos de ninguna época o cultura, pero con el advenimiento de la industralización y los derechos de marca se formó sin saberlo una industria que se nutre del anhelo de poseer aquellos símbolos de las “élites” pero a un costo asequible. Me refiero a la industria de la piratería o imitación.
Cuando me topé por primera vez con la palabra trucho debo admitir que no conocía el significado que es de uso corriente en varios países latinoamericanos. El término “pirata” (entendido como copia barata de un producto) del cual estamos familiarizados en México no logra asimilar todas las variantes que indica esta palabra.
Tal como lo expone Federico Falco en su antología Trucho editado por Traviesa:
“Trucho es una de esas palabras resbaladizas y difíciles de encasillar. En Argentina y Uruguay es de uso común y engloba dentro de sí a dos universos que a veces se solapan y a veces, no. Por un lado está lo trucho en relación a lo falso o a la copia de mala calidad (y por extensión, a cualquier cosa que se considere de mala calidad). Por otro lado, está lo trucho en relación a lo ilegal[…]
Lo trucho, en este sentido, no es exactamente igual a una copia. El problema de lo aurático que planteaba Benjamin queda fuera de discusión en relación a lo trucho, porque lo trucho siempre se aplica a objetos y situaciones que provienen y circulan a partir de una producción masiva, industrial. En lo trucho lo que se está copiando no es la cosa en sí, sino la marca que legitima esa cosa. Lo trucho está más cercano a los problemas de copyright —es decir, a los derechos de copiado y a las copias que existen a pesar de no gozar de esos derechos— que a los problemas de lo reproductivo en sí mismo[…]”
Al terminar de leer el prólogo, no pude evitar recordar el libro del escritor chino Yu Hua “China in Ten Words” donde el autor escribe un ensayo sobre la relación de lo Trucho (copycat) con la actual cultura China
“copycat” has given the word “imitation” a new meaning, and at the same time the limits to the original sense of “imitation” have been eroded, allowing room for it to acquire additional shades of meaning: counterfeiting, infringement, deviations from the standard, mischief, and caricature. With visas such as these one can gain entry to the Land of Imitation and take up residence in Mountain Hamlet. It would not be going too far to say that “copycat” has more of an anarchist spirit than any other word in the contemporary Chinese language.”
Fragmento de: Yu Hua. “China in Ten Words”. iBooks.
que coinciden en mucho con lo expuesto por el curador de esta antología.
En esta línea anárquica, picaresca y contestataria encontramos cinco truchadas: OMEGA de Diego Zúñiga, LAS MAÑANITAS de Federico Guzmán Rubio, LA MARCA de Javier González y DOS SABLES LASER de Hernán Vanoli.
El recorrido que hace Javier González sobre la historia de LA MARCA me evocó la genealogía de los Buendía solo que en esta ocasión en lugar de tratarse de una estirpe de caudillos, tenía que ver con las ramificaciones de un estirpe empresarial.
OMEGA de Diego Zúñiga resulta bastante conmovedor, en este relato el protagonista principal es un niño que se aferra al recuerdo de un padre ausente. Mismo que le ha dejado un reloj maravilloso (el Speedmaster Professional) que fue “usado en la Luna”, capaz de salvar a todos de una invasión alienígena, y que por un instante le hizo sentir invencible antes que la realidad le expusiera la truchada en la que se había dejado envolver.
Buenas dosis de humor negro y una excelente definición sobre lo trucho nos la ofrece Hernán Vanoli en DOS SABLES LASER:
“Debatí con mi padre sobre lo trucho. Intenté explicarle que mi investigación no es sobre lo trucho. Improviso que la palabra trucho tiene dos sentidos. Uno es “fallado”, o que no cumple con las expectativas del consumidor. Otro se vincula al de “copia” mala o barata con respecto a un original investido de prestigio. El segundo significado tiene un origen de clase que luego se desparramó a través de la televisión y parió al primero como si fuera un hijo alienígena. Aseguro que un uso sincero del término trucho sería atribuírselo a algo que se encuentra en el tránsito entre algo que no funciona y algo que emula un original pero que no necesariamente no funciona. Mi padre mastica una entraña casi carbonizada y dice que tengo razón. […]”
Federico Guzmán Rubio nos muestra en LAS MAÑANITAS las diferentes máscaras del mexicano que busca asimilarse a la sociedad estadounidense a como de lugar, incluso amoldarse a los estereotipos aceptados (construidos) como “mexicanos-hispanos” por los misma cultura de medios norteamericana, en verdad que me daban ganas de entre reír y llorar cuando leía párrafos como los siguientes:
“Las cosas van bien. Jeff dijo que solo podíamos tomar una tercera cerveza si Walter la pedía. En ese caso, la teníamos que tomar también nosotros. A mí se me antojaba. No me gusta comer en seco. A la anterior nada más le quedaban dos tragos tibios. Incluso me gustaría este guacamole, aunque casi no tenga chile, si me lo pudiera comer en tacos con chicharrón y no con nachos[…]
—¿Por qué no ponen algo de música española? Haría un buen match con la comida —dice Andrea.
—¿Qué te gustaría? —pregunto.
—Algo mexicano, no sé. Como Jennifer Lopez o Ricky Martin.
Me paro para poner la música. Jeff me sorprende cada vez más. Él mismo me sugirió que tuviera algo de Ricky Martin y de otros latinos. Y que no fuera a poner algo «de eso mexicano para los mexicanos».[…]
—Les voy a confesar algo: yo en ese tiempo pensaba que todos los mexicanos eran narcotraficantes o ladrones, pero cuando conocí a Jesús me di cuenta de que también podían ser buenos plomeros.
—A mí me pasó lo mismo —dice Walter— cuando entré a trabajar en esta empresa. Los mejores plomeros y albañiles son los mexicanos.[…]”
Llevo cerca de diez años viviendo en Estados Unidos, mis hijos nacieron en México pero se han criado aquí, el otro día por casualidad el menor de ellos de apenas 8 años me comentaba que en la escuela le decían que se regresará a México pues no recitaba el “Pledge of Allegiance” (yo jamás le dije que no lo hiciera ha sido su propia iniciativa lo mismo que la de mi hijo mayor de 12 años) lo curioso es cuando tanto el cómo su hermano confirmaban entre ellos que eran mexicanos lo hacían en inglés, creo que sin querer, algo trucho les he infundido.
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