Memoria y espectáculo en un musical de los 80
No hay bar esta vez en el Black Box. Madrid está al otro lado de una cortina negra que separa la entrada de la platea en forma de canción-homenaje. Suena La puerta de Alcalá. La cantan Ana Belén y Víctor Manuel que fueron quiénes la popularizaron en su época. Los años ochenta y la cultura pop de aquel momento flotan en la atmósfera. La famosa “movida” pop, que tanto éxito obtuvo por su singularidad en la capital de España, se respira en el ánimo de Iván Herróz, creador y director de este más que aceptable espectáculo con lo medios de que disponía. Un montaje que ya tiene otros referentes nacidos en la Península como el que pusieron en las cuerdas a los hermanos Cano en Hoy no me puedo levantar por problemas con la productora, La fuerza del destino dirigida por Hansel Cereza, éste sí apoyado por el tributo al grupo que se le hacía, o incluso el espectáculo “A”.
El público se arremolina. Se abre nuestro telón particular para el acceso a la sala. Nos sentamos. Los dichosos teléfonos inteligentes se apagan poco a poco. Al lado mío, una mujer tropieza y se cae al suelo en primera fila. Anuncio posiblemente, del mensaje melódico que abre el espectáculo Hoy no me puedo levantar. La espectadora regresa a su silla. El bostezo imitado de los actores da apertura a la obra. Todo y que son las 10 de la noche, un nuevo día comienza lentamente entres sus más de veinte personajes que hay en Tributo a Mecano.
Ante una escenografía de Arnaldo Pipke, sencilla y bien resuelta para el espectáculo –un simple altillo longitudinal, un bajo donde se hospedan lo músicos y una entrada abierta en el escenario a la altura del público- se van desarrollando distintas coreografías (Juan Carlos Flores) a lo largo de 17 canciones del grupo Mecano en distintas fórmulas escénicas (Neher Jacquelin Briceño). El aire es claramente urbano y mayoritariamente nocturno gracias a una iluminación (Alfonso Soto y Alex Pita) que hizo milagros para tapar “feos” y otras crear auténticos poemas como cuando se interpreta, por ejemplo, la coreografía en Mujer contra Mujer (Luisaylen Urdaneta y María Paula). Esta pieza capta perfectamente el amor limpio y aún insólito para los españoles de aquellos años que despertaban del sueño de una dictadura que oprimió y persiguió cruelmente a los homosexuales. Y que tan sutilmente compuso J.M Cano para que la cantara Ana Torroja.
Nada tienen de especial
dos mujeres que se dan la mano
el matiz viene después
cuando lo hacen por debajo del mantel
…
volando a ras de suelo
mujer contra mujer
Dos piezas más que disfruté fueron la escenificación de Lía con la sincronización del este maravilloso texto erótico a dos y la manera de resolver Cruz de navajas en el altillo, sin ninguna daga en escena, y emulando cualquier pasaje donde una contienda de celos puede acometerse entre dos malandrines. Le encontré falta de fuerza a Barco de Venus y en cambio me quedé boquiabierto tal y como cantaron las actrices ( pido excusas por no lograr identificar los nombres de los intérpretes) en Me cuesta tanto olvidarte, Naturaleza muerta, Hijo de La luna o la que cantó Me colé en una fiesta – aclaro la voz de esta mujer es la gemela de Ana Torroja-o el del propio actor que entonó Aire. Por lo tanto, una buena dirección vocal individual -en coro hay momentos que se pierde un poco a mi entender- del propio creador del espectáculo que, junto a los músicos infatigables, aguantan lo que sea hasta el final, soportando incluso – lo seguiré diciendo hasta que no lo resuelva mi amigo Arnaldo- la falta de una buena sonorización de la sala. En No hay marcha en NY el elenco casi completo aparece en escena haciendo un discreto homenaje al music hall del Folies Bergère de París.
En conjunto ¿qué decir?: un buen trabajo de fin de curso de Adriana Barraza Acting Studio. Una obra honesta y de riesgo en Miami, con la ilusión en el rostro y la espalda enderezada, de unos futuros profesionales que quieren dar el paso siguiente e inmediato en su carrera. Y si insisto en el tema de “la ilusión”-por muy tópico que pueda parecer- es porque quiero dejar constancia de una actitud que observé en todo momento en los actores y actrices durante la obra. Y ésta, la ilusión, sólo se consigue si hay alguien detrás de la entidad que la crea y la promueve sin eufemismos. Alguien que la ha mantenido siempre, incluso en los momentos que podía haberla perdido por las circunstancias. Más aún, teniendo cerca en sus manos el mayor galardón que puede aspirar cualquier actor en este mundo. A buen entendedor…palabras sobran.
Y como apunta casi al final la canción del grupo Mecano Un año más… antes que sonaran las campanadas del cierre vimos allí a : marineros, soldados, solteros, casados, amantes, andantes, truhanes, mujeres deseadas, gente que sueña, profesores, bailarines, alumnos, tinieblas, riña, lágrimas, un funeral, balcones a la calle, gozo, uvas, melodías, luces y un público entregado. En fin, un buen tributo al género musical. ER