Autoría y Dirección Alexey Taran. Director Fílmico Carla Forte. Elenco Carla Forte, Rudi Goblen, Liony Garcia, Danay Acosta, Daniella Bertoldi . Coreografía Alexey Taran. Sonido Gustavo Matamoros. Composición musical. Daniella Bertoldi. Fotografía Javier Galeano. Instalación Fotográfica Ena LaPitu. Artista Visual Vicente Forte Sillié. PR JennyLee Molina
Al entrar en el Miami Auditorium Black Box para ver Tribe, nos recibe una exposición con un sinfín de fotos de gente desahuciada que viven en la calle. Se transpira el abandono personal, la injusticia, el dolor interior de los sujetos, o una felicidad inherente, a veces, en ciertos personajes que viven a su aire. Es una selección de su propia obra, a cargo de la fotógrafa Ena LaPitu. Todo un preámbulo que anuncia qué clase de “tribu” vamos a ver en acción dentro del escenario.
La obra se ubica en un área plana y abierta donde los focos, proyectores y bambalinas forman parte de una decoración muy ligada a la estética urbana de un warehouse. Cuatro sogas elásticas que descienden del techo imponen su presencia; como si un suicidio colectivo hubiera de consumarse en aquel instante. En un suelo con textura de pizarra negra y dividido en seis áreas, se sucede la acción. Zonas acotadas e íntimas donde los personajes van a vivir provisionalmente sus relatos. A la izquierda, una batería solitaria con sus baquetas descansando en el timbal. A la derecha, un gran ventilador. Y al fondo, dos piscinas de plástico a modo de bañera. Elementos que se irán incorporando a su uso a medida que la trama avance.
Un espacio impactante y bien concebido que va a tener una función teatral nada baldía. Movimientos, texto, objetos, e imagen proyectada… serán un todo para exponer la vida interior desde una escenografía propia de la pobreza en una ciudad. La vida en común en la calle. Una rehabilitación fallida en un shelter por parte de un coach. El malestar individualizado que implica el sentirse solo y desnudo. La representación de la tristeza de uno de ellos mientras unos globos negros ascienden al cielo… O el padecimiento que representa la obligación de bañarse si no es deseada. Vivencias que engloban la realidad de estas personas.
Si bien el conjunto de la obra, a mi entender, está demasiado seccionada en géneros, es decir, se funda más en la partición que en promover un “hilo narrativo con principio y fin”, esto no desmerece que sus partes sean potentes y radicalmente emotivas en sí mismas. Posiblemente esta decisión del director Alexey se deba a que no hay una historia que contar en sí, como una denuncia parcializada de distintos ámbitos de la vida de estas personas. Es decir, muchas historias sumadas que no tienen porque estar bajo un mismo y único relato. Aunque no comparto la manera de resolver el final con la proyección escénica de los homeless -por mucha pleitesía que se quiera dar a las personas reales- y que no lo concluya, con el personaje de Rudi y su potencia de intervención en el cierre.
Por lo que yo observé, sale el discurso mental distorsionado que ha podido hacer mella en alguno de ellos debido a su enfermedad. La presencia escénica de Rudi en este personaje es hermosamente lírica por su dominio corporal y verdad interior. Rudi proyecta en el suelo su inconsciente mientras grafía con tiza su sufrimiento. Liony hace un performance prodigioso en una esquina. Delante mismo del público, exhibe su piel blanquecina y famélica y nos estremece con sus contorsiones bajo un silencio sepulcral. Un silencio que hacía tiempo yo no percibía en un espectáculo en vivo con la solemnidad y patetismo en que lo viví. Carla mantiene un diálogo con su abuela y su familia a través de una proyección monumental en la pared. Y Danay, se suma al espectáculo cuando se ducha con su amiga en la bañera creando, ambas, una perfecta sintonía coreográfica de juego y dolor al mismo tiempo.
TRIBE @ On.Stage Black Box Miami Dade County Auditorium from Bistoury Physical Theatre on Vimeo.
Pero si hay una parte donde yo elijo por su significación, puesta en escena y vocabulario es la que se interpreta en el shelter. Posiblemente dentro un gimnasio. Intentando que los homeless se toquen, se quieran, y se separen al mismo tiempo bajo la voz de un supuesto educador social a golpe de megáfono que no para de “positivarlos” como si fuera un sargento: “Very nice…Muy bien… ahora ponle la mano aquí y tú se la pones allá y di que sientes…¡Vamos es la última vez que lo vas a ver!”. La expresión de frío y distancia emocional entre ellos conmueve al espectador que vive la contradicción entre el mensaje y los resultados no conseguidos.
Como muchas otras obras en esta ciudad que aportan valor y riesgo creativo, sigo pensando que es un error una exhibición de un fin semana. (Nota; si es por una cuestión económica del equipo, pido disculpas por la opinión). Tribe tiene la delicadeza de atraparte en un espectáculo desgarrador y comprometido con lo social, en la parte menos sugerente que puede tener una ciudad a la hora de mostrarla al público: sus desamparados viviendo en la calle. El que crea que Miami es sólo el azul de las piscinas de South Beach y las niñas “monas” en traje de baño tomando el sol… tendrá que replantearse esta lectura después de ver esta pieza teatral. ER