En Trabajos de mierda (Ariel, 2009) David Graeber expone uno de los fraudes más graves del Neoliberalismo: existen docenas de empleos que no sirven para nada, afectan psicológica y anímicamente a quienes los desempeñan, y su única función es evitar millones de desempleados que pondrían en jaque al sistema.
El germen del libro fue un artículo publicado en la revista Strike!, que se hizo viral y que se tradujo a una docena de idiomas a una semana de publicación, provocando una pequeña revolución que incluso llevó a lectores a pegar frases del texto en el metro londinense. El asunto es tan simple como puntilloso: existen miles de personas haciendo labores que no tienen valor alguno y, en la mayoría de los casos, los empleados lo saben, provocándoles una crisis moral y existencial.
La tesis de la que parte el antropólogo y activista estadounidense de tendencia anarquista es que estos “trabajos de mierda” son azuzados por la población realmente poderosa del planeta, con lo que se intenta paliar el descontento social por las continuas crisis que sufre el sistema capitalista. Lo peor del caso es que nuestra cultura está convencida de que estas labores son necesarias, esclavizándose a sí misma, por lo que embiste a cualquiera que luche contra el sistema. Las dos preguntas que intenta responder el libro son: “¿por qué existen los trabajos de mierda?, y ¿cómo y cuándo empezamos a creer que la creatividad tiene que ser dolorosa, o cómo se no ocurrió que es posible vender nuestro tiempo?”
Basado en ejemplos burocráticos de diferentes sectores, desde la milicia hasta las finanzas, Graeber establece la definición de un trabajo de mierda: “empleo tan carente de sentido, tan innecesario o tan pernicioso que ni siquiera el propio trabajador es capaz de justificar su existencia, a pesar de que, como parte de las condiciones de empleo, dicho trabajador se siente obligado a fingir que no es así”.
Partiendo de esta definición descarta otros empleos, como los delincuenciales o trabajos malos que no pueden considerarse de mierda, porque lo primordial de los trabajos de mierda es su inutilidad. Además, señala que existe una idea falsa respecto a que no hay trabajos inútiles en el sector privado. Los trabajos de mierda se dan tanto en el sector público como en el privado y en todos ellos existe un proceso de “mierdaficación” que hace que los empleos puedan dividirse en trabajos de poca mierda, de mucha mierda y trabajos de mierda absoluta.
Basado en testimonios de trabajadores, clasifica cinco tipos de trabajos de mierda: a) Lo que hacen los lacayos: porteros, recepcionista en empresas a las que nadie habla y vendedores de información financiera cuyo objetivo principal es hacer que su jefe parezca importante; b) Lo que hacen los esbirros: agentes de relaciones públicas o vendedores por teléfono; c) Lo que hacen los “parcheadores”: quienes arreglan desperfectos de las empresas como los programadores o correctores de textos técnicos; d) Lo que hacen los marca-casillas: dedicados a encuestas que nadie lee; e) Lo que hacen los supervisores: dos tipos, el primero asigna tareas a los demás; el segundo, crea tareas de mierda para los otros.
Además de las anteriores menciona dos categorías más. La primera, los trabajos de mierda complejos polifacéticos: empleados cuya función es humanizar las oficinas realizando seminarios sobre creatividad o concientización. La segunda, trabajos de mierda de segundo nivel, son los trabajadores que laboran para empresas cuya labor no tiene sentido.
Debido a esta vacuidad laboral, los empleados con trabajos de mierda padecen problemas psicológicos, depresión e infelicidad, al comprender que su labor no sirve para nada. El académico reflexiona sobre lo que esa infelicidad puede expresar sobre los deseos de los empleados. A pesar de que las teorías económicas señalan que los humanos nos estimulamos laboralmente por el dinero, Graeber señala que descubrir la inutilidad de una labor causa problemas psicológicos en los empleados, quienes han perdido cualquier objetivo profesional.
La falsedad de estos trabajos desmiente la creencia de que los seres humanos intentan ganar lo más que puedan realizando el menor de los esfuerzos. Con ello, el autor logra denunciar el absurdo de los trabajos de mierda que se basa en horarios establecidos, exigiendo a los trabajadores jornadas en las que no realizan trabajo alguno.
Graeber señala que en los últimos años se han incrementado los trabajos de mierda, lo cual causa mucho escozor al analizar el sistema capitalista. Se supone que eran los regímenes comunistas los que creaban puestos de trabajo inservibles para estimular su economía. Por lo tanto, establece que el sistema que se vive actualmente no es capitalista o no a la manera de los teóricos capitalistas.
Lo que actualmente se vive está ligado más a un sistema feudal donde el poder global recae en unos cuantos multimillonarios (nobles posmodernos). Para probarlo menciona cómo en los últimos años se ha incrementado el número de trabajos en el sector de servicios y ha disminuido en el sector productivo. Los servicios finalmente son trabajos de mierda. Lo que aseguran estos empleos es aceitar la estructura del poder, pues al existir aminoran el descontento social por el desempleo, estimulan consumidores y abonan a que continúen fraudes financieros sin levantar sospechas sobre la inutilidad de las funciones que dicen realizar.
Es necesario señalar que el libro goza de un gran sustento teórico y metodológico, y la exposición de las ideas es clara. Desde las primeras líneas puede percibirse la excelente labor intelectual del autor. A partir de la idea principal de su teoría, trata de explicarla, para luego tomar otras aristas de la misma y de esta manera ampliar su discurso. Todo ello, por medio del sustento que le ofrecen los testimonios de una docena de trabajadores de todos los sectores.
Se trata pues de un libro realmente provocador escrito por un académico igual de provocador. David Graeber es doctor por la Universidad de Chicago y desde el 15 de junio de 2007 es profesor en el departamento de antropología en el Goldsmiths College, Universidad de Londres. Había sido profesor de antropología en la Universidad de Yale, pero Yale se negó a renovarle el contrato debido a sus posiciones políticas. Graeber tiene una historia de activismo político y social, incluyendo su papel en las protestas contra el Foro Económico Mundial en la ciudad de Nueva York (2002). Es miembro de la organización sindical Trabajadores Industriales del Mundo y líder del movimiento Occupy Wall Street.
En estos tiempos aciagos se vuelve incluso una responsabilidad moral acercarse a la obra de este académico anarquista.
© All rights reserved Xalbador Garcia
XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal para la CulturPoesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra.