The Lehman Theatre. 11380 NW 27 Ave. Miami, Fl 33167 / MDC North Campus
Viernes y Sabado 8pm. Domingo 5pm. /Ultimo fin de semana 1,2,3 de Noviembre 2013
Un título y una metáfora para un conflicto eterno entre Israel y Palestina
Sinopsis
En los años setenta en plena época de violencia y atentados terroristas en Medio Oriente sucede que en un avión de la compañía israelí Al Hal es secuestrado por un comando palestino cuando aterriza en Londres. En el altercardo muere uno de los dos terroristas y una azafata. Sobrevive otra tripulante, Yael (Vanessa Zolari), y el asesino Hazan (José A. Mesa). Veinte años después, en el estado de Israel, gobierna Sharon y han pasado muchas cosas. Yael, una mujer que entiende por vivencia propia el conflicto árabe-israelí y que está a favor de su resolucion, decide escribir una carta a su agresor para averiguar el por qué de su motivo. Entonces, decide ir a Londres y visitarlo en la propia cárcel. Después de mil y un sinsabores con su esposo Ilan (Manuel Hernández), su papá Dan (Wiston Gozález) y la madre de la azafata muerta, Guela ( Lizaida Mansito), Yael toma diligencias sobre el asunto mientras es alentada por el abogado de Hazan George Walid (Reinaldo González) a firmar una carta para mejorar el estado de Hazan en la prisión. Al final, el espectador sacará sus propias conclusiones sobre lo qué quieren decir los temas principales de que trata: los derechos humanos y la justicia social y política en ambos lados.
Bajo este título convergen para mí dos significados distintos: Un lugar mítico y pacífico, es decir un espacio real ubicado en Argentina donde uno de los protagonistas depositará sus sueños heredados de su abuelo “algún día me gustaría ir allí”, y la realidad del día a día que vive/vivió él y su víctima, Yael, durante su infancia en Palestina e Israel respectivamente . Bajo una escenografía y vestuario (Alejandro Galindo) minimalista la primera y en blanco y negro el segundo, creando una sensación de espacio vacío que mantiene –… y obliga- al espectador a estar muy pendiente del texto, la obra se desarrolla mayoritariamene a dos bandas: entre Yael y Hazan. Los dos hacen un papel sostenido y en crescendo a medida que el texto avanza, destacando de Vanessa algo muy dificil de conseguir en escena: el equilibrio interpretativo del personaeje, la “normalidad” frente a cada uno de los restantes, sin abusar de ninguna dramatización histriónica por el conflicto subyacente. José, inicia su papel en perfil bajo como terrorista siguiendo las pautas del guión, y en las escenas finales lo sube por las mismas razones, permitiendo, con una luz focal (Richard Rodriguez) hermosa y precisa, crear una nueva atmósfera muy ligada al objetivo de la obra en la última escena. Los secundarios – los hombres sobre todo- contraponen sin ningún problema a una Yael en permanente duda sobre lo que hace: Manuel Hernandez funge con esmero su expresión de asombro al principio y de marido-taciturno-que-renuncia, al final. El padre, interpretado por Winston alterna el terror y el asombro de sus verdades, con la delicadeza que le corresponde sin fisuras con su hija. El abogado, Reynaldo, no puede esconder ni olvidar sus dotes de burócrata bueno y preocupado. Pero Guela (Lizaida), ya sin pelos en la lengua, pone el cuchillo de la palabra frente a Yael como madre de la víctimam y llega a momentos interpretativos inolvidables y muy sentidos al resumir la historia del pueblo judío. Acuñar, además, el trabjao de Jefe de escena de Wilfredo Ramos: la agilidad y sencillez en que entran y salen los personajes para iniciar su discurso o contra-discurso con Yael y su eficacia a la hora de coordinar a todo el equipo técnico.
De todas manera, no sería honesto como comentarista y observardor sino apuntara que al final del estreno, algunos de los asistentes, sin dejar de valorar la obra en sí, sugirieron que el movimiento escénico de subida y bajada constante de los personajes que se encuentran en escena en los cuatro escenarios, restaba expresividad en sus registros a los actores. Pero yo quiero defender esta dirección escénica del movimiento de Max, el director. Pienso que el texto en este caso es más prioritario y este recorrido ayuda a centrarlo. Habría que aceptar que ésta no es precisamente una pieza para “lucimiento de actores”. Es una obra de denuncia muy directa que requiere un equilibrio actoral –para mí conseguido por todo el grupo- en beneficio de una escucha atenta de lo que allí se está dirimiendo.
Conocí a Mario Diament hace ocho años aproximadamente en el Máster de Comunicación que se imparte en en FIU. Yo estaba sentado en un pupitre y él escribiendo en la pizarra una oración interrogativa que siempre me persigue desde aquel día “¿De qué trata esta historia…Qué quieres contar?” A partir de aquí iniciamos una amistad que aún perdura. Cuando él acaba de escribir su última obra de teatro… me la pasa, la leo y después la comentamos. Tierra de Fuego me dejó helado por el planteamiento que hace frente al conflicto palestino sabiendo yo sus orígenes hereditarios y su pasado familiar. Nunca creí que, una persona como él, pusiera toda la carne en el asador tal como lo ha hecho. En este sentido lo felicito doblemente: por su valentía política y por la estructura dramática a la hora de abordar el conflicto. Si lo que pretendió es que el espectador se tambalee, dude y no llegue a identificarse hasta el final con quién elija…lo consigue. Y ésta es la tensión ambivalente que se crea entre la protagonista y el criminal a quién interroga.
Después de estrenarse El libro de Ruth, en el Lehman´s Theater, Mario, su autor, organizó una cena en su casa y allí conocí a Max Ferrá. Llevo un año intentando saber qué es eso tan serio que se llama “teatro” desde el interior y haciendo alguna pirueta como aprendiz de actor en un black box con un grupo de personas realmente acogedoras y extraordinarias, el Miami Actor´s Arena. Debido a mis problemas lumbares, a menudo me coloco de pie detrás de él en la clase, para observar y aprender como sugiere, critica y domina el patio de un actor . Y puedo constatar, casi un año después, que tanto la profesión de interprete como la de director demandan: una responsabilidad, coordinación, voluntad, paciencia , imaginación y una infinidad de horas invertidas que apuesto que, poco público, conoce lo que se esconde detrás de las cortinas. Por lo tanto gracias Max por los resultados y la apertura hacia mis peticiones como outsider
Sólo por estas tres últimas líneas que he escrito, quiero que no duden nunca de ir a ver una obra en vivo en cualquier teatro del mundo. Tierra del Fuego puede ser esta ocasión para no perder la costumbre, iniciarla o simplemente dar continuación a sus hábitos. Este fin de semana tienen la última oportunidad de ir a verla en Miami. ER