Hoy al término «empatía» se le suele abusar: se le ha llegado a hacer pasar por una virtud —cuando en realidad es un valor que puede hacernos distorsionar nuestras relaciones y percepciones. La empatía es heredera de la muy cristiana «compasión» —que se lee literalmente como «sufrir con otro», como si el sufrimiento, cuando común, fuese de algún consuelo.
Por el otro lado, a mayor demanda de empatía, mayor es la fascinación americana con la figura del «psicópata» en el cine, haciendo a todos los espectadores potenciales psicólogos forenses a la pesquisa de reconocer el rasgo por antonomasia de la psicopatía: «la falta de empatía». No se percatan que tal fascinación alimenta el narcisismo de cada quien, aquel que fantasea en el psicópata un exceso de antipatía que es constituyente a todo narcisismo.
Thoroughbreds es la última película alrededor de la figura del psycho Americano —aunque en este caso, va en plural, psychos porque la película nos irá deshojando uno a uno (hasta cuatro) personajes en los que debemos adivinar el alcance del rasgo fundamental: «la falta de empatía». La película es lo suficientemente inteligente para dejarle resultados grises y los sabores amargos al morbo del espectador. Las actuaciones de las dos protagonistas —Olivia Cooke y Anya Taylo-Joy, que desde ya son de la camada más talentosa de actrices de nueva generación— ayudan a mantener el momento de la conclusión en suspenso, incluso después de un final ambiguo, en donde el perpetrador desplegará un resabio de empatía, como para que nos percatemos que posiblemente la empatía al final no es una brújula fidedigna.
Thoroughbreds se traduce como «purasangres»: desafía la idea de que la riqueza es sinónimo de falta de empatía, egoísmo e individualismo. En lo que se constata de las antipatías propias, humani nihil a me alienum puto, es decir, nadie se salva de ser un «purasangre-fría».
Revelado el final, el espectador quedará al descubierto en su propia ceguera narcisista: que siempre difiere en otros «lo que no se tiene por tenerlo demás». Es paradójico, pero deshumanizar al otro —tenga o no riquezas— es un default humano muy humano. Vemos como «otra» nuestra propia imagen, en eso consiste la ceguera humana. Este film del neo-noir es un viso más allá del embeleso de vernos «buenos, empáticos y compasivos».
© All rights reserved José Armando García
José Armando García (Abril, 1976) Originario de Venezuela. Vive en Miami, Florida desde el 2004. Sociólogo de profesión y psicoanalista de oficio, con un posgrado de Trabajo Social Clínico. Asociado activo en la Nueva Escuela Lacaniana. Más interesado en el barroco de Baltasar Gracián que en cualquier tendencia contemporánea. También las épocas son injustas con aquellos que nacen a destiempo.