saltar al contenido
  • Miami
  • Barcelona
  • Caracas
  • Habana
  • Buenos Aires
  • Mexico

Junio 2017

TEOPOESÍA DEL EROS: UNA SOLA CARNE, UN SOLO ESPÍRITU EN  ALFREDO PÉREZ ALENCART. Marcelo Gatica

Demasiado generoso

el corazón de quien me ama

y lee radiantes escrituras.

De mi boca ahora

salen expiaciones que ella

identifica con la purificación

más favorable que la vida.

Justamente así

se saca lustre al amor.

Tengo el privilegio de gozar de tu íntimo arrullo

para mi confusión tan deslumbrante.

Así estoy entre tu carne;

así estoy entre tu espíritu.

Alfredo Pérez Alencart

 

1) No es ninguna novedad que la obra de Alencart es como esos pozos de agua perenne que emergen en el horizonte contextual (magma virtual) donde existe sobrepoblación de palabras. Una obra que adquiere mayor color y espesura con el tiempo, asimismo, mantiene su frescura y un sabor propio cuyas ricas coordenadas ancladas en lo vitalmente humano, y en lo sacro como experiencia cotidiana. Es decir, una propuesta teopoética que desborda ciertos marcos rígidos, que lo sitúan en un espacio que lo defino como una bella extrañeza entre lo profano y lo divino.

 

Si el año 2015 nos sorprendía Con Los éxodos y los exilios, una selección de textos descarnados sobre los desplazamientos humanos. Ahora, la profesora Carmen Bulzan reúne en un trabajo de primer nivel la coordenada amorosa de la obra del Poeta. En esta edición la musa es Jaqueline Alencar, su compañera de ruta, quien ya aparecía como protagonista en La voluntad hechizada (2001). En este sentido, el poemario es un homenaje al recorrido matrimonial del poeta, quien celebra 25 años de vida consagrada a su esposa. Perfectamente, cabe la posibilidad de hacer una lectura del libro como si fuera un viaje amoroso. Siguiendo la huella de esta relación encarnada, donde carne y espíritu son uno como lo constatamos en esos primeros encuentros con la musa, que estremecen al poeta. Idea evidenciada en los poemas “Y él durmió con ella”, “Ya no amanezco solo” o “Piel de Selva”:

 

¡Oh hermosa venida de tierras más cálidas,

dame a respirar el oxígeno de tu cuerpo

hasta que duerma como en sábado de gloria duerma con ella. (p. 32.)

 

 

Por su piel de selva

la reconozco

aunque no se gire. (p.77.)

 

 

Enfrente de mí el perfil bellísimo, la joven que llegó del país

vecino para cambiarme la existencia, para quitarme el sueño

y dejar huellas de su tacto. Un día tocaron a la puerta. Era

ella, vaticinando amor con su cuerpo inmaculado. ¿Dónde

estabas, centro de lealtad donde me cobijo? Mi sangre

pedía plebiscitos. Paciencia sugerían sus grandes ojos. Ya

no amanezco solo. (p. 109.)

 

 

También se podría realizar una lectura guiada por los ciclos de la naturaleza, desde aquel amor primaveral de la juventud hasta la edad otoñal. Desde el encantamiento (hechizado) del poeta, pasando por la mirada que se torna única, en su relación espiritual y con el paso del tiempo en una labor misional cristiana y cultural. (Como testigo doy fe de ese bello trabajo realizado). Ideas que quedan plasmadas en uno de “En nadie que no seas tú”, uno los textos que le otorga el título al libro:

 

En nadie que no seas tú

acomodo mi cuerpo para la vida

que cae como una hoja

de otro otoño,

encanto

si nos hacemos una sola carne

y somos fuertes

mordiéndonos los labios,

sin límites

por estos páramos distantes.

Tu nombre

crece siete veces siete

y hago cuentas sin dividirme de ti,

acariciando tus estaciones

hasta hacerme viejo

recibiendo tus dádivas,

moldeando nuestra carne

hasta que alguna vez se torne

una sola alma (p. 23.)

 

2) Abordar la coordenada amorosa en la obra de Alencart es también una rica tarea formal, pues en su adn poético asume riesgos en la renovación de su lenguaje incorporando elementos de la tradición poética bíblica. En efecto, cada una de las partes en que se divide el libro, va precedida por dos epígrafes, en los cuales se establece una profunda relación intertextual con los llamados libros poéticos del canon bíblico. El Cantar de los Cantares (libro que por mucho tiempo fue polémico por su inclusión en el catálogo bíblico) y Los Proverbios son los protagonistas de esta herencia. Pero adquiere un valor angular el mítico libro del Génesis, pues el versículo que le da nombre al libro proviene de sus páginas. Una sola carne es un verso que resuena en todas las iglesias en la ceremonia matrimonial, como pacto que va mucho más allá de un contrato social. Alencart celebra el amor encarnado donde no hay separación entre cuerpo-espíritu, un amor en barro recreado y animado en Dios para lo cotidiano. Serán una carne como pacto, para volverse uno como lo comprobamos en los siguientes fragmentos del libro:

 

Tú y yo

subiendo ante Dios,

mistérico anclaje.

Mientras, a diario

el amor que es entusiasmo

y ofrenda,

respeto en el respeto. (p. 36.)

 

Solamente el anclado cuerpo

y el álgebra de Dios para equilibrar

lentas caídas bajo insistencias de repetidos naufragios.

Las cosas íntimas demorándose por fondos

no divisados, atendiendo vaticinios que acompasan

carne y espíritu hasta modular

armonías que inflamen la existencia.

Desnudo escenario

para alzarse a la fe y amar

con devoción lo sentido o presentido.

Porque de Amor se trata:

¡no tengáis la menor duda! (p. 125.)

 

3) Es grato constatar la naturalidad con que el poeta describe el cuerpo y como se manifiesta el eros con una intensidad telúrica propia de Los Cantares, pero también tan propia de ese exquisito lenguaje amazónico-castellano que ha acuñado en su recorrido vital. Destaco este punto, pues en cierta zona del pensamiento cristiano el sexo ha tenido un tratamiento que linda con el tabú, idea que se amplifica al ámbito secular, por tanto, un doble prejuicio. Lo cual queda desarmado con una lectura guiada del Cantar de los Cantares donde el goce sexual no entra en contradicción con la espiritualidad, ni con una exegesis contextualizada. El poeta se sitúa en un lugar que va más allá dicotomías estrechas (lo religioso como algo añejo, y la experiencia erótica circunscrita y profundizada fuera de lo religioso). En este sentido estamos en presencia de una propuesta poética que abre caminos. En “Barro del Paraíso”, uno blog en la revista PD, el poeta habla sobre una de las motivaciones para escribir en este medio digital: “El pueblo evangélico debe ir desterrando malas enseñanzas, tópicos o prejuicios acerca de la Poesía, máxime cuando más de la mitad de la Biblia está escrita con ese voltaje poético que permite exégesis tras exégesis, así pasen los siglos”, explica Alencart. Pero no solo el pueblo cristiano sino el secular y profano.

 

En efecto, el poeta, asume sin complejos el cuerpo y relee Los Cantares a partir de su propia experiencia romántica. La Sulamita de Alencart es Jaqueline, creo que este libro con permiso de la editora, podría llevar por subtítulo El Cantar de Jaqueline. Recuerdo a Nicanor Parra, quien nos advierte en uno de sus artefactos explosivos que al amor le han corrido mucha mano. Lo dice un hombre que ha vivido más de un siglo. Para la tranquilidad del antipoeta el tratamiento del amor en Alencart es de una elegancia y un lenguaje exquisito. No podría en este breve ensayo enumerar la gran cantidad de textos que son dignos de mención, pero existen unos poemas imprescindibles, con una hondura en el tratamiento del eros brillante, donde se hermanan aquel fuego vital del mejor Gonzalo Rojas, la delicadeza del Neruda romántico, la poesía mística de San Juan de la Cruz con la fuente bíblica del amor. Presento a continuación mis fragmentos predilectos: “Confesión (habla de mujer”, “Cantico de los cuerpos”, “¿Locura?”, “El deseo bajo el sol: Primer movimiento”, “Mordisco de una resurrección”, y “Poemas para el mañana del hombre” (Confieso que soy mezquino en la elección, para consuelo del lector puede sumergirse en el libro completo):

 

“Ésta es la piel

de mi cielo” – dijo

y yo, con mi piel

hecha durazno,

certifiqué su adanía:

“bienvenido

al vértigo de mi sed”

– dije. (p. 22.)

 

 

Oh entusiasmo que retienes en las manos

la descubierta pasión de la Amada,

¡ciñe a fondo la reverberación

de la sangre y los ayes dichosos! (p. 25.)

 

 

¡Probar tu carne, masticarla en el más acá!

¡Libar tu vino, embriagándome con calma

hasta que engendremos el azul de la dicha!

¡Ser el loco al que sólo se asigne tal tarea!

¿Incapaz el loco para amar de esta manera? (p. 31.)

 

El deseo bajo el sol,

el aroma del hogar, la calentura de la sangre resucitándome

al giro de la rosa irresistible

bajo el vientre complacido y espejeante. (p. 46.)

 

 

 

Mi porvenir zumba como abejas y suda y se arquea

ante compases de pulpa y ambrosía tibio paraíso

para escuchar chirimías pasiones siempre bienvenidas

Vengo y voy por páramos por acantilados por aguas

diluviales y al amanecer tiemblan mis tobillos

ante presentes que revierten distancias desangeladas

abordajes desasidos Es júbilo sin tiempo esta breve

eternidad esta liturgia al ritmo empedernido al vértigo

romántico que anda borracho sin vino con sueño ligero

para perfumarse dulcineando Tú susurras ‘¿Percibes

el vergel donde nos instalaremos?’ ¡Y yo creyendo

que era imaginario que no existía tal huerto de manzanas

de tréboles exóticos de gorriones cuyo cántico parece

inextinguible! Más aprisa se columpian los suspiros

Nuestro corazón ha visto un día futuro por el reino

del recomienzo carne viva de un espíritu flamígero

que engendra su regreso no por casualidad ni tan

temprano Una sola carne un solo músculo nuestro (p. 55.)

 

 

Solo necesita Amor quien no tiene cuadrado el corazón.

Yo digo bienvenido al torso de la Amada con mi sangre

en vuelo hacia el precipicio: sexo y alma para despertar

noches si hay plenilunio de Cantares agitando epopeyas

con pupilas celestiales, con alas de ángeles inmolados…

… Yo hurgo madrugadas entre luces

de una luciérnaga oliendo tropicalmente, fruto comible

con tanta presencia sobre mi cabeza o sobre mi mañana:

¡Sóplame dentro del alma, gacela mía! ¡Despliégate por

la carnalidad de mi planeta!… (p.60.)

 

 

Pero el amor en Alencart no solo se recrea en la pareja, sino que se desplaza hacia el otro, se expande por el ejemplo vital de El carpintero. Resuena el sermón del monte, a través de un rico despliegue de imágenes que da sentido al amor desde el compromiso como lo constatamos en “Altura del amor”, un texto que funciona como una declaración de principios.

 

Yo la amo con su Jesús de la revolucionaria entrega,

con su Jesús que también está dentro de mi sangre,

creciendo en toda mi alegría,

acarreando el panal del amor para que la canción del hombre

se arrime al milagro y no falte dulzura el resto de la esperanza.

La amo con un amor que llega de atrás,

con mi alma abarcando su cuerpo infinito,

con mi voz resonando en su cintura,

con mi sol de invierno entrando en sus cabellos,

con mis bienvenidas querendonas pidiendo

lluvias que ella noblemente prolonga,

mientras labro el presente

donde aliento a la mujer de mi porvenir.

Yo la amo con nuestro hijo bienquerido:

suficiente bendición que Dios amasó

para romper fieros odios amaestrados,

tristes frutos de insensatas negaciones. (p.119.)

 

4) En el tiempo del mundo binario, y donde el lenguaje tiende a la precisión por falta de tiempo y espacio por la sobreinformación. Un mundo donde ciertas discusiones se generan por twitter, los llamados haikus de la sociedad del espectáculo. Alencart elidiendo los riesgos formales, realiza una consciente lectura del libro de Los Proverbios tanto en la estructura, como en su espíritu. Muchos de los versos de este libro bíblico, eran refranes de dichos sabios incorporados por Salomón con el único propósito de practicar una vida plena. El último capítulo del libro titulado “Esquirlas” es una versión moderna del libro de Salomón. Pues integra notas sobre otros poetas, y sus experiencias en torno al amor, pero no desde una realidad etérea sino un amor que implica lo cotidiano. Son versos como espejos que evidencian si se quiere una visión ética de la condición humana. No hay que engañarse por su brevedad pues contienen un alto grado de densidad teopoética. Para ejemplificar esta idea dejo aquí algunos de mis favoritos:

 

Hay días esqueléticos o noches arrugadas, cual golpes de

estado contra el amor. Pero ningún torniquete hará estéril lo

conseguido, ni segará lo acumulado en tu inventario junto

a mí. (p. 145.)

 

Delicia a los ojos del espíritu, fruto semejante a la cereza:

yo te repito palabras sedosas, a lo largo de los años. (p. 146.)

 

Siempre quedan vestigios allí donde se levantó un altar para

el amor. (p. 146.)

 

Suave y atractiva dama: lo nuestro es un amor sin relojes.

No lo atrasa ni la enfiladura de la vejez. (p. 147.)

 

Medicinas para el alma son los Salmos. El cuerpo necesita

del Cantar de los Cantares. (p. 150.)

 

El Amor no admite simulacros. Por ello, el no creyente de

su lozanía, tarde o temprano cae al foso de los leones. (p. 151)

 

Un himno, un salmo, una oda donde anotar lo que siento por

  1. Así trenzo mis contraseñas apasionadas. (p. 153.)

 

Extraña plenitud cuando formamos un único cuerpo, cuando

más nos compenetramos sintiendo que aplazamos la muerte. (p. 165)

 

Eres mi gacela del Líbano, con tus labios sobre el cuerpo de

sal y cielo. (p. 167)

 

 

Telaraña hecha de melaza son tus abrazos. Prevalece el deseo

de quedarme ahí, aprisionado para siempre. (p. 171)

 

Quiebro el reloj para demorarme en ti. (p. 172.)

 

Sonrío y lagrimeo antes de tocar tu rostro en lo hondo de

la noche, antes de juguetear por los contornos donde sé

moldearme como el mismo barro del que nos hicieron. (p. 175)

 

En suma, cuando vivimos en un bombardeo de imágenes que reducen a la mujer a un objeto, cuando las noticias de violencia machista no cesan (nada nuevo bajo el sol). Una sola carne es aire freso, una estaca en el centro de la indiferencia y una reivindicación de la mujer y el amor en toda su magnitud. Una sola carne es resistencia a aquellas ideas melosas, o apócrifas existentes sobre el amor en nuestra época binaria. Pablo de Tarso teopoetizará en la primera carta a la iglesia de Corinto: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.

 Primavera en Luxemburgo

 

© All rights reserved Marcelo Gatica Bravo

 

Marcelo Gatica Bravo (Cauquenes, Chile, 1976), Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. Como poeta ha publicado los libros ‘Crucial’ (con Pablo Gutiérrez, Santiago, 2014), ‘Portafolio. Poemas a Pie de Página’ (Con Camilo Cantillana, Santiago, 2014) y ‘Anclado al Pescados de Mares’ (Santiago, 2016). En Estonia ha publicado ‘Vientos del sur / Lounatuuled’, antología de poesía chilena seleccionada e introducida por él, con traducción de Carolina Pihelgas, Mariliin Vassenin y Helina Aulis. Tallin, 2015). En España y Portugal ha publicado en las antologías ‘Poesía para un existir’ (2010), ‘La hora sagrada’ (2010), ‘El paisaje prometido’ (2010), ‘O Divino’ (Portugal, 2011), ‘Poemas identificados’ (2013), ‘Arca de los afectos’ (2013), ‘He muerto… y he resucitado (2015) y ‘Umbrales de la memoria’ (2015). Ha recibido el Accésit del Premio Internacional de Poesía “Luis López Anglada” (Burgohondo, Ávila, 2008) y el primer accésit del Premio González-Warris de Poesía (Barcelona, 2012). Ha editado  ‘Barios buelos: boladas boludas’, del chileno Rodrigo Lira Canguilhem (Piélago Casa Editorial, Santiago de Chile, 2016).

 

 

 

[…] http://www.nagarimagazine.com/teopoesia-del-eros-una-sola-carne-un-solo-espiritu-en-alfredo-perez-al… […]
Reconforta leer trabajos como este. ¡Gracias!
Me ha encantado estas reflexiones en torno a la poesía amorosa de Alencart. Enhorabuena.
Es un ensayo de altura. Felicitaciones a gatica y, por supuesto, a Alfredo, magnífico poeta y grade persona.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.