También fuiste el sueño de mamá
Recuerdo la primera vez que vi a Harrison Ford en la Tv
tenía once años e incluso entonces comprendí
que él ni nadie sabría cómo amarme jamás.
Los días iban pasando a media ración, sin importancia,
porque el olor a durazno tocaba la casa
con sus alegres ojos verdes
y el tiempo no era, como hoy,
una debilidad numerada
siempre de paso, agotada, fugaz.
Pienso en Harrison Ford como un fornido carpintero
o un vendedor de marihuana
al que le tengo que enseñar las bragas
porque en este país no se fía, todo cuesta,
incluso el amor que engendra 500 versos inútiles.
Ahora entiendo como
empecé a cavar mi propio agujero,
suspirando como un fuelle,
cediendo, hasta que otro hombre
abandona tu cama
y aprendes a omitir
“te quiero” y “no te vayas”.
Pero hay cosas peores en la vida que lo que uno deja atrás,
el presente, por ejemplo
atrapada en una humilde habitación
cuando la burla de la madre es un poema
que empieza a caerse desde el primer verso.
Diáspora
¿Existes? ¿Existo yo?
¿No seremos la misma persona?
¿La propia vida hablando consigo misma?
un enfoque independiente y apartado,
un ser espejado que respira aprisa
arrojándose el pensamiento solitario,
la sombra de la muerte disfrazada
que acompaña cada registro de mi vida,
el exotismo en el humano ruedo
como una planta de la misma semilla
que florece en dos extremos diferentes de la Tierra,
un diente de león que al soplarlo se dispersa
hacia direcciones inesperadas,
una rama que se extiende bajo las escaleras
y que debe ser cortada porque en ella
la realidad se derrama.
Imagen capturada en movimiento
Dance me through the curtains that our kisses have outworn
Raise a tent of shelter now, though every thread is torn…
-Leonard Cohen-
Danza sobre mis pliegues
un espejismo dilatado
incapaz de disiparse.
Puedo olerlo, sumergirlo en una larga ducha
llevarlo conmigo a tomar una copa
para que los comensales de la mesa contigua
atestigüen con envidia
que mi vida
no es solo una larga pesadilla,
que ha sido agujereada por un germen de dicha.
No importa la noche que acabó mal,
ni sus ganas de partir.
Su imagen no es más suya
como tampoco es mío el miedo de sentirla cerca,
recibir la respuesta de aquella carta que no llega,
que posiblemente no llegará a mis manos viva
o que se incendia mientras busco otro cerillo.
Yo sigo siendo yo, pero su imagen
ahora es papel, para siempre fría.
Alba
Su rostro será capaz de conjugar todos los nombres
y al verlo por primera vez,
un ave se pondrá de rodillas
y volará marcada con la sangre primigenia
ahuyentando de la caja de pandora
a los espectros ahogados,
para recibir en sus llamas a un sueño vívido
un cinco de diciembre a los veinte años.
Entonces, Eva se convertirá en el eco
que braman las llanuras
y los ojos podrán empañarse
carentes de viejos filtros,
de aquel amasijo surgirá una canción
como un naufragio al pie de una cuna.
© All rights reserved Katherine Medina Rondón
Katherine Medina Rondón (Arequipa-Perú, 1994). Poeta y artista visual. Ha publicado: Murmullos y volantes (Aletheya, 2012), Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013), Mínima celeste (Transtierros, 2016), Disidencia (Cascahuesos, 2018) e incluida en la muestra dinámica de poesía latinoamericana Tea Party III (Cinosargo, 2014) y la antología XXII Enero en la palabra (Gobierno Municipal de Cusco, 2018). Ha presentado la muestra pictórica bi-personal “Comisura” en el Centro Cultural Casa Blanca (Arequipa, 2016) y participado en diversas muestras artísticas colectivas. También ha colaborado en revistas tales como: Destiempos modernos, La ira de Morfeo, Con nuestro Perú, Delirium Tremens, Redacción Popular, Letralia, Palabras Diversas, Lucerna, Travesti Fanzine, El Corsé, Agenda CIX, Caleidoscopio, Verboser, Fórnix y Ulrika. Actualmente se desempeña como redactora cultural en el semanario Vista Libre.