Con ondular definido
una gigantesca serpiente
subterránea e invisible
contorsiona sus anillos de odalisca
durante dos minutos
la danza libera la potencia atómica
de mil bombas detonadas al unísono
subyugada
la urbe se desploma
dislocado el cimiento y los andamios
más de diez mil emprenden el vuelo
bajo el peso manifiesto del escombro
sólo hay clamor en la ciudad -ya sin palacios-
una y otra vez
la tierra se colapsa
todo tiembla
menos la cuerda que sostiene la megalópolis
en un sustrato indefenso
se desmorona la confianza
y sin embargo
la hermandad se ancla
la impotencia trenza los hilos
de una lucha indiscriminada a favor de la vida
no hay mexicano solo en la desgracia
parientes y extraños se apropian de los fallecidos
se abraza a los sobrevivientes
en la circunstancia desmantelada
y en el despeñadero de la soledad destemplada
se les ama sin conocerlos ni cuestionar su cercanía
el horror se propaga como tiñó la sangre
los canales de la gran Tenochtitlán
a manos del conquistador desbocado
como en 1968 el espanto se reinstala en la Plaza de las Tres
Culturas
pero esta vez
todos son familia en Tlatelolco
nadie es negado ni sepultado con indiferencia
Plácido Domingo se hermana al quehacer
donde ninguna voz se destaca
solo se escuchan derrumbes
picos llantos y plegarias
el olo de la carne corrupta
atenaza la ciudad descuartizada
que deambula estupefacta
sacudida por los llantos de bebé
la alarma intensifica anhelos y búsquedas
entre las ruinas del Hospital Juárez
bajo el asfixiante acontecer de la polvareda
dieciseis neonatos sobreviven
extraído del vientre de su madre fallecida
por la navaja de su abuela
un varoncito respira liberado
en Francia las llamadas a México son gratuitas
y las cartas llegan sin timbres ni demora
son prioridad incuestionable
como pájaros agoreros
crípticas voces llaman a teléfonos desconocidos
para balbucear pedazos de lenguaje
captados a través de una radio de onda corta
la impotencia asciende efervescente los umbrales del pavor
cuando viene la réplica
como frutos pródigos de un árbol generoso
edificios colmados de familias se desgajan
el silencio boga distancias inconmensurables
acuden voluntarios de otros países
rescatistas perros
muchos manda agua comida ropa
algo
para manifestar su solidaridad en la distancia
en medio del desorden
y ante el desconcierto mayor de la tragedia
sostenida como la partitura de un loco
que repite a voz en cuello una y otra vez un compás estridente
la muerte reaparece
se repite a sí misma
en el tumulto de la metróploi desencajada
subterránea e invisible
con ondular definido
una gigantesca serpiente
contorsiona sus anillos de odalisca
Del poemario LOS NOMBRES DE LA TIERRA.
© All rights reserved Kary Cerda.
Kary Cerda. Poeta y fotógrafa, mexicana. Su primer poema se publica en 1981 en Paris, Francia, por la Editorial Caracteres, traducido por Claude Couffon. Formó parte de la Unión de Escritores de Francia durante varios años. Se han publicado más de 40 libros ilustrados con sus fotografías. Ha participado en recitales internacionales de poesía en México, Nueva York, Washington, Puerto Rico, Costa Rica, Cuba, El Salvador y Honduras. Sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, italiano y maya. Ha publicado Por la vida una (Mexico, 1991), Soirs de vignes (Paris, 1984), Por la vida una (México, 1996), Usumacintamente (México, 2012), Usumacintamente, las canciones (Disco con poesía musicalizada. Conaculta 2008), De tu piel a mi universo (México, 2010), Tres cuentos y una niña (México, 2013) Los nombres de la Tierra (El Salvador, 2016).