Stealing Time
I dropped you off at your apartment this morning
And sat in the car for a while before driving away.
I remembered living in Washington, practicing law
At a Georgetown firm, red brick sidewalks, and winter
Falling from the sky like a newly-arrived diplomat,
Black SUV’s ubiquitous on Pennsylvania Avenue,
Icy water splashing onto the curb. I worked the usual
Billable hours, walking home at night over Rock Creek
And past the Salvation Army. Poems were rare back then.
I reviewed documents and drafted motions, trying
To fit the world into causes of action and remedies,
Defenses, what was privileged and what wasn’t. I
Caught pneumonia and almost fainted coming home at
2 a.m. after finishing a motion to dismiss and putting
It on a partner’s chair. It’s different now. After
Another marriage ended and the house was sold, I
Began to listen to the empty seconds between
The clock’s shudders, to rest my eyes beneath tree limbs
Just before the sun disappears. There is nothing
Eternal about us. That’s the bad news and the good.
When I go for walks at night with my son and the dog,
Our stories are not much different from the ones we used to
Tell walking in Italy when he was a child, blond,
Bundled in a blue parka. (I’d wear a soft fedora and a scarf.)
We do talk more now about politics, how countries
Embrace their own ruin, elect governments of knaves
And golfers, how we still do the best we can, make
Our lives worthwhile or at least lives we’re not
Ashamed of living. Each of our steps on the pavement
Is a measure of time, between one heel landing and
Another: duration, footstep, duration. The poems
We make, extract, are from these moments. I watched
You go into your building today, turn toward the
Elevator. Between your footsteps were the breaths we
Took together last night, the sheets jumbled
At the end of the bed, B.B. King pulling notes for
“The Thrill Is Gone,” one by one out of his guitar,
Refusing to let them go. Even after coffee and breakfast
This morning, you were still with me, even after you
Closed the car door and crossed the street.
Tiempo robado
Esta mañana te dejé en tu apartamento
Y me quedé en el carro un rato, antes de irme.
Recordé cuando vivía en Washington,
Ejercía el derecho en una firma de Georgetown,
Las aceras de ladrillo rojo, el invierno que caía
Del cielo como un diplomático recién llegado,
Las camionetas deportivas negras, por toda
La Avenida Pensilvania, el agua fría que salpicaba
Las cunetas. Trabajaba las horas que podía cobrar,
Caminaba a mi casa de noche por Rock Creek
Y más allá del Salvation Army. Los poemas
Escaseaban en aquella época. Revisaba
Documentos, redactaba borradores de mociones,
Tratando de encajar en el mundo de derechos
A reclamaciones, de compensaciones, de defensas,
De lo confidencial y lo que no lo era. Me dio neumonía
Y casi me desmayo al llegar a casa a las dos de la mañana,
Después de terminar una solicitud de desistimiento
Y ponerla en la silla de mi socio. Ahora es diferente.
Después de que otro matrimonio ha terminado
y se vendió la casa, empecé a escuchar
Los segundos vacíos, entre las sacudidas del reloj,
A descansar los ojos bajo las ramas de un árbol,
Antes de que el sol se oculte. No hay nada eterno
En nosotros, eso es lo bueno y lo malo. Cuando
Voy a caminar de noche con mi hijo y el perro,
Nuestras historias no son muy diferentes de aquellas
Que nos contábamos cuando íbamos a caminar en Italia,
Cuando él era un niño, rubio, abrigado en una parka azul.
Yo llevaba un fedora suave y una bufanda. Por cierto,
Ahora hablamos más acerca de política, acerca
De cómo los países escogen su propia decadencia,
Eligen gobiernos de trúhanes y golfistas, hablamos
De cómo hacemos lo mejor para que nuestra
Vida valga la pena, o al menos que no tengamos
Que avergonzarnos de vivirla. Cada uno de nuestros pasos
En el pavimento es una medida del tiempo,
Mientras un talón se posa en la tierra y luego el otro:
Tiempo de duración, un paso, tiempo de duración.
Los poemas que hacemos, o extraemos, surgen
De esos momentos. Hoy te vi entrar en tu edificio,
Girar hacia el asesor. Entre tus pasos quedaba la respiración
Que compartimos anoche, las sábanas revueltas en la parte
De abajo de la cama, B. B. King extraía, una por una,
Las notas de su guitarra en “The Thrill Is Gone”,
Se negaba a dejarlas escapar. Aún después del café
Y el desayuno de esta mañana, estabas todavía conmigo,
Aun después de que cerraste la puerta del carro
Y cruzaste la calle.
© All rights reserved George Franklin
© All rights reserved for translation Ximena Gómez
George Franklin es autor de dos poemarios: Traveling for No Good Reason (Sheila-Na-Gig Editions 2018) y un poemario bilingüe, Among the Ruins / Entre las ruinas, traducido por Ximena Gómez al español (Katakana Editores 2018) además de un folleto que publicó Broadsided Press (2019). Su trabajo de traducción en colaboración con Ximena Gómez se ha publicado en Cagibi, Sheila-Na-Gig, Cigar City Poetry Journal, Two Chairs, y The Laurel Review. Obtuvo una Maestría en Poesía de la Universidad de Columbia y un Doctorado en Literatura Inglesa y Americana de la Universidad de Brandeis. George Franklin es abogado, practica el derecho en Miami e imparte talleres de poesía en las cárceles del Estado de La Florida.
George Franklin is the author of two poetry collections: Traveling for No Good Reason (Sheila-Na-Gig Editions 2018) and a bilingual collection, Among the Ruins / Entre las ruinas, translated by Ximena Gómez (Katakana Editores 2018) and a broadside from Broadsided Press (2019). He received his MFA in Poetry from Columbia University and his PhD in English and American Literature from Brandeis University, and his co-translations with Ximena Gómez of her poems have appeared in Cagibi, Sheila-Na-Gig, Cigar City Poetry Journal, Two Chairs, and The Laurel Review. Currently, he practices law in Miami and teaches poetry workshops in Florida state prisons.
al poemario bilingüe
Entre las ruinas
publicado por katakana editores (2018)