¿Es la memoria el camino verdadero para la trascendencia, para la inmortalidad? ¿Hay peor soledad que la de quien no deja huella, la de quien queda en el anonimato?
Todo comienza cuando un hijo se enfrenta ante la gris historia de su padre. Éste no es un padre como cualquier otro, es un padre al que difícilmente puede reconocer, en el que difícilmente puede reconocerse. El personaje principal, un escritor, desea rescatar la memoria de ese hombre al que poco conoció en vida y mientras lo hace prepara su próximo libro. Su propio hijo y su mujer lo acompañan en la aventura de vivir en una casa que algún día fue la suya y que hoy le es ajena, lo hace para reconstruir la memoria de ese hombre y paliar así de alguna forma el hueco que le dejó ese padre que, aunque presente, nunca conoció. La aventura será, quizá, aun más angustiante que la ausencia en vida. El protagonista descubrirá que su padre fue un hombre que jamás hizo nada por dejar huella. Es más, podría decirse que su mayor esfuerzo en la vida fue el de no dejar huella y que de algún modo lo logró: su propio hijo no podía encontrarse a sí mismo en él. El padre de A., no sólo fue un padre ausente, sino un ser ausente, gris, carente de impulsos vitales que lo incitaran hacia la trascendencia.
Lo que sigue es el “libro de la memoria”. Una historia del pasado y de lo que está por venir; el pasado de unos envuelto en el pasado de todos, la esencia humana coronada por el renacimiento que brinda la soledad de un hombre, el único medio para reconocerse: cada uno frente a sí mismo. Paul Auster relata la historia de una familia, relata la historia de padres e hijos y la manera en que a través de los hijos y las creaciones, cada hombre tiende un lazo con la eternidad, pero no sólo eso, retrata también la urdimbre misma de la memoria a través de una estructura narrativa que recuerda las redes neuronales tejidas en el propio cerebro humano, la estructura que genera la memoria al funcionar: un punto se enlaza con otro a través de una clave y esa misma unidad genera varios puntos sinápticos que al final crean una gran red fractálica.
Un libro y un hijo, la literatura y la sangre de su sangre, son las pulsiones del personaje principal a través del cual el autor nos muestra que la memoria es el verdadero y único lazo que un hombre tiene con la eternidad, su única esperanza para evadir la muerte. Y ante la memoria, no hay otra manera de estar que en soledad, pero hay que morir en la soledad, como está solo el hombre dentro de la tumba o como estuvieron Jonás y Geppetto dentro de la ballena, para poder nacer a la verdadera existencia. Hay que renacer de la soledad de la muerte para hallar la vida. Cada creación humana es una forma de recreación del propio yo, una forma de escribir la historia de cada uno, como según el propio autor hizo Carlo Collodi al escribir Pinocho, un personaje que terminó retratándole su propia niñez y fue, al mismo tiempo, una suerte de enfrentarse en la soledad a sí mismo, en la soledad que sólo un acto tan individual y único como es la escritura, puede generar: “Pues la obra de la memoria sólo puede comenzar en la penumbra de la soledad”.
Sin lugar a dudas, he encontrado una obra especial en la escritura de Paul Auster. He quedado fascinada por los temas que ha desarrollado en esta novela pues he de confesar que forman parte de mis obsesiones de vida: la memoria, el tiempo y la soledad. En La invención de la soledad hallé un gran eco de mi propia alma. Llamó mi atención especialmente este párrafo:
Recordar es interpretar, es un nuevo ejercicio de interpretación de la vida y del yo, porque, como el propio Auster muestra, cada alma está unida al todo como unidas están las células neuronales entre sí, como unidos están los pensamientos en la estructura de la memoria, como unidas están las palabras en el lenguaje. Así, penetrar en el conocimiento de la propia alma es a la vez penetrar en el conocimiento del universo mismo y eso sólo es posible estando a solas, inventándonos la soledad para poder contemplarnos.
Carolina Estrada es escritora y editora. Desde Atónita penumbra, un breviario de poesía editado por Ediciones El Caballito, no ha vuelto a publicar otra obra. Actualmente trabaja por su cuenta en la edición de contenidos escritos. Es mexicana de nacimiento y también de alma, tiene 28 años. Actualmente escribe en www.carolinaeg.com y en Twitter pía como @carolinaeg