Abrir por vez primera un libro de poemas resulta siempre un acto lleno de misterio, sobre todo cuando no conoces la obra del autor. Uno sabe que allí dentro flotan retazos del alma del poeta, jirones que ha ido dejando en el camino de su vida, señales que nos envía para que lo sigamos en su peripecia existencial, en los avatares por los que atravesó algún día, en sus momentos de pena o de felicidad. Por todo ello, cuando abrí el pequeño cuaderno de Aleisa Ribalta titulado Talud (Ekelecuá Ediciones, Albacete, 2018) algo me hizo iniciar la lectura por la última pieza del conjunto. Yo entonces aún no conocía que Aleisa había dejado para el final, precisamente, los versos que dan título al libro.
Antes de continuar diré algo sobre el diseño de la cubierta, que me parece excelente. Después de la lectura comprendí el porqué de esas largas piernas que parecen andar en busca de su propia respuesta a las numerosas preguntas que suscita la lectura de estos poemas, pergeñados por la autora a través de toda una vida de preparación para el salto que representa Talud.
Porque Talud es el primer libro que publica Aleisa, pero es también la puerta a la que llama una nueva voz en el panorama poético de las autoras nacidas en nuestra Isla. En mi opinión, el mayor mérito de este pequeño volumen de poemas no estriba en lo que dice, ni siquiera en cómo lo dice, sino en el modo en que muestra el alma y la personalidad de quien lo ha escrito. Recorriendo sus páginas, esta vez en el orden debido, tuve el placer de encontrarme con figuras del arte universal, con referencias a diversas lecturas fundamentales que, sin duda, han colocado los cimientos sobre los que Aleisa ha comenzado a levantar su obra lírica.
En mi opinión, la mayoría de los poemas que aparecen en Talud despiertan el interés del lector en seguir leyendo y conocer mejor el mundo de la autora. Sin embargo, si me viera precisado a mencionar aquellos que me han llamado más la atención —algunos hasta el punto de hacerme volver a ellos y leerlos más de una vez— son los que me transportan a tiempos ya idos para siempre en nuestra remota y maltratada Cuba. Me refiero a piezas tales como Annona squamosa, en la que las nostalgias y recuerdos de Aleisa se deshojan como los árboles en el otoño de su nueva patria sueca.
En estas páginas, el ojo de Aleisa tiene también tiempo para reparar en el cerezo del patio. Hablo del poema titulado Sakura, uno de los más hermosos del cuaderno. En él sentimos la muda queja del árbol desolado y triste que sin hojas se convierte en un páramo donde en otoño anida la ansiedad por la vuelta a un verano de ilusión, pájaros y ardillas. Para quienes hemos vivido y conocemos el país donde ha sido escrito el poema, la imagen es tan evocadora y sugestiva que nos transporta sin remedio a aquellas tierras del norte de Europa.
No quisiera terminar esta breve crónica sin referirme a los poemas donde aflora el conocimiento y la experiencia profesional de Aleisa en el mundo de las ciencias exactas. Sí, porque la autora tiene un pasado —e incluso un presente— en el que se desempeña como profesora de asignaturas relacionadas con las nuevas tecnologías. Esta no siempre frecuente conjunción de aptitudes le permite construir poemas relacionados con diversas esferas del saber universal. Aquí hay versos dedicados a Arquímedes y las galaxias, a los átomos y la fuerza de atracción universal, a la belleza de la materia infinitamente pequeña y, en un rapto de ingenio creativo, al uso de tales conceptos para hurgar en una tormentosa relación de pareja.
Pienso que Talud es un poemario que revela la personalidad y el carácter de una poeta en ciernes, de una amante de la buena letra y la palabra escrita, sobre todo en verso. Si Aleisa continúa trabajando con la página en blanco, si sigue urdiendo poemas y buscando en los arcanos de su mundo interior, estoy seguro de que se hará con un sitio en el panorama poético de las letras cubanas. Desde aquí la exhorto a persistir, a explotar esa vena lírica que alienta en su alma de mujer que junta en su pecho el calor del Caribe y la belleza del paisaje nórdico, el lugar donde se desarrollan actualmente su carrera y su vida. Si explota convenientemente el contrapunto y la diferencia de estos ámbitos, puede llegar muy lejos.
Finalmente, me dirijo al potencial lector de Talud para exhortarlo a adquirir sin la menor duda este cuaderno de poemas, a leerlo y disfrutar de su lectura, una lectura que le deparará —estoy seguro de ello— muy gratos momentos de reflexión; pero también, cómo no, de esparcimiento y placer intelectual.
© All rights reserved Antonio Álvarez Gil
Antonio Álvarez Gil Nacido en Melena del Sur (1947), Álvarez Gil ha vivido en Suecia, Rusia y ahora reside en España. Es miembro de la Asociación de Escritores de Suecia. Ha publicado cuentos y artículos en España, Italia, Suecia, Estados Unidos y América Latina. En 1983 ganó el Premio David de Cuento en Cuba. Sus galardones más recientes son XXXVIII Premio Literario Kutxa Ciudad de Irún (2007) y el XIV Premio Vargas Llosa de Literatura (2009). con su última novela ha sido finalista del Premio Nadal de Novela 2017
Recientemente, ha publicado los libros A las puertas de Europa (Huso Editorial, Madrid, 2018), Callejones de Arbat (Terranova Editores, Puerto Rico, 2012); Perdido en Buenos Aires (Editum, Murcia, 2010); Después de Cuba (Baile del Sol, Tenerife, 2009) y Concierto para una violinista muerta (Kutxa, San Sebastián, 2007).