Imaginen que en la librería encuentran un libro con la siguiente sinopsis: “Describe el viaje de más de 8500 kilómetros que emprende un joven escritor, de México a Las Palmas de Gran Canaria, para conocer a un poeta maldito internado en un manicomio. En sus intentos por conocerlo, el joven termina escribiendo una breve historia de la locura.”
Xalbador García hubiera podido escribir esa novela, en su lugar, nos entrega algo mucho más interesante e imperecedero: un excelente ensayo lúdico sobre la obra y la vida de uno de los poetas más olvidados y subvalorados de nuestra lengua.
“Algo de humanidad se nos extravió en el camino”, dice Xalbador García al final de El mago, y es en ese instante en que nos damos cuenta de que más que un ensayo-juego o un gran cuento revelador, el camino desde México al sanatorio para enfermos mentales “Carlos I” en Las Palmas, es un intento por humanizar la figura del poeta maldito, de descubrirnos sus aparentes carencias de espíritu o de razón como los que en realidad son, revelaciones, espacios vacíos que hacen más nítida una verdad sorprendente y reveladora: Panero es una Gestalt viva, donde la suma de sus partes visibles es mucho menor que su conjunto: un iceberg, una matrioska de Heisenberg, llena de infinitas vidas, o de infinitas muertes, en cuyo interior solo hay espacio para la verdad más pura: que también es la más loca, la más cuerda y la más atroz. De ahí su incertidumbre tan humana.
“Mientras que en El Tarot del Inconsciente Anónimo, Panero proyecta la fusión entre la literatura, el arte, la psicología y el esoterismo, y expone, para cada arcano, un poema, la imagen de la carta, su “desarrollo” —según la interpretación psicoanalítica del poeta— y finalmente el sentido adivinatorio de ésta”. Xalbador García usa esa misma estructura con un objetivo bien distinto: no darle un sentido adivinatorio a la vida y obra de Leopoldo María, sino interpretar y organizar su obra y su pensamiento poético y filosófico a partir de la simbología más cercana al sino del poeta. Dotar a cada carta de un elemento clave en la vida y la obra hace la función de un espejo a través del cual solo es posible identificar la belleza dentro del caos y la aparente desconexión y alienación tanto literaria como social del asocial más social de su generación.
La imagen visceral, descompuesta, la violencia sórdida y a veces caricaturesca de la personalidad de Panero es vista a través de un prisma de terrible honestidad, como si en esa piedra de cristal donde solo tienen cabida los significados, se resumiera la vida de todos los hombres en esas pocas palabras que definen sus muertes.
De la mano de Xabador, que como un guía dantesco nos da un recorrido por el infierno Panerístico, descubrimos en Leopoldo María a un Rilke endemoniado, a un Hölderlin cuyo Hiperión no está enajenado de la naturaleza por la divinización de la Razón, si no que se ha enajenado de la Razón por la satanización de la sociedad y que solo puede reencontrar la armonía en la locura, en la renuncia a lo divino religioso por lo divino terrenal; donde Panero realza el valor de los vicios sobre la moralidad. Y entonces, desde esa oscuridad, sale el poeta diciendo, como un niño, como un imbécil iluminado: “Un admirador de México” y la figura del poeta maldito (según cómo presenta Xalbador a Panero, presiento que el término que le hubiera gustado a Leopoldo María hubiera sido “maldito poeta”) cobra un tinte trivial, sencillo y tan dicotómico como la existencia.
La gran capacidad literaria de Xalbador García propicia un análisis depurado de la obra y personalidad de Panero, pues es capaz de manejarse en el campo de su mística, de contar a Panero desde Panero. Una lectura brillante, cautivadora, inteligente, donde no se deja nada a la imaginación porque en la poesía nada importa menos que la apariencia.
Hoy mi cuerpo es un caballo
alado que reza al diablo.
Sólo mi cuerpo conoce
la llave de eso, mi hado.
Sí, Panero es la chispa que surge en la oscuridad cuando dos cuchillos chocan con el propósito de matar. Todo ángel es terrible.
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Andres Pi Andreu.(La Habana, Cuba, 1969) Escritor y editor cubano residente en Estados Unidos. Es conocido por sus libros dedicados a la literatura infantil y juvenil, con premios en su haber como el Apel·les Mestres, el IBBY o el Nacional de la Crítica en 2004.
En 2010 fundó la editorial Linkgua USA, con el fin de representar, publicar y promover la literatura en español de autores latinoamericanos. Más que una editorial se trata de una plataforma cultural, ya que también tienen un sello discográfico y una sección multimedia.
Además de sus álbumes ilustrados, en los cuales demuestra una originalidad y humor a toda prueba, es considerado por la crítica uno de los escritores para niños, que aún residiendo en el exterior, mejor maneja y trasciende nuestra realidad y está más cerca de nuestros pequeños y sus aspiraciones o traumas.
Tiene Premios tan reconocidos como Edad de Oro 2000 por El libro de Claro Carlitos (La Rosa Blanca 2004) y La Edad de Oro 2002 por Lo que sabe Alejandro, una de las obras más exitosas de la polémica colección Veintiuno. También, el Planeta Infantil y el Apel les Mestres, por La ventana infinita, en el 2009 y el Premio “Destino” de Literatura Infantil Ilustrada 2009.