Balandro, de Graciela Perosio, es un libro sutil, delicado, lleno de reminiscencias pero también –paradójicamente- plantado con firmeza en el presente. Escribe en uno de los primeros poemas: “navega tu corazón/en el exacto/balandro/del ahora”. Y todo el libro será un canto de gratitud a la experiencia hermosa, intensa, dolorosa de estar vivos. El libro está dividido en dos partes, “La necesidad de pintar” y “La necesidad de narrar”. Sin embargo, Perosio, lejos de escindir ambas maneras de relacionarse con el mundo, nos muestra que ambas están unidas, formando un continuo. Así, pinta (o narra) una escena la poeta: “en el espejo de la laguna/los pescadores/se reflejan cabeza abajo/con sus cañas negras/ a contraluz del sol/de pronto/ sobre mi cabeza pasa simétrico/contra el cielo azul del otoño/un flamenco rojo/que corta la tarde”. Las imágenes cuentan la historia, o mejor dicho, el pequeño, ínfimo recodo de la historia que la poesía rescata de la maraña infinita de imágenes con las que día a día nos encontramos en este mundo superpoblado de escenas a las que –por ser tan vertiginosas, tan violentas, tan numerosas- muchas veces no alcanzamos a dar sentido alguno. Este libro es, de alguna manera, un mapa de las otras imágenes, de aquellas que pueden pasar desapercibidas ante el bombardeo cotidiano, que anestesia y obtura la posibilidad de ver. De esas pequeñas, ignoradas, sutiles imágenes que –si somos capaces de detenernos- nos marcan un camino, nos cuentan nuestra propia historia y la de nuestra tribu, los lugares que nos constituyeron, los afectos de los que estamos hechos. Pero es necesaria una sensibilidad como la de Graciela Perosio para poder detenerse en el exacto balandro del ahora, a observar, a dejarse atravesar por lo que se observa, y a su vez a recordar, a contar lo que se vive y lo que se vivió. Yo creo que si algo es indispensable para un poeta, es darle lugar a esa sensibilidad que se asombra ante cada cosa del mundo como si acabara de conocerla, como si no la hubiera visto nunca. Es decir, darle lugar a lo que podríamos llamar una especie de receptividad activa, que no va hacia las cosas, que no las busca ni las persigue, sino que espera, paciente y decidida, a que las cosas aparezcan, se develen por sí mismas. Escribe Perosio, en un poema que es también una poética: “el pasajero aguarda el tren/en medio de una selva cerrada/por donde ningún tren/puede pasar/no obstante él espera/insiste/con obstinación/insiste”. Y es esa la actitud vital del poeta: insistir -con una obstinación invencible- en la espera, hasta que lo esperado finalmente llega. O no, porque no hay garantía alguna de que eso suceda. La poesía, y así la entiende Perosio, es una apuesta. Y una de las posibilidades es el fracaso, la pérdida. Sólo que el fracaso relanza la apuesta, la redobla. Como la mujer de su poema, que “dejó el timón/al bramido del viento”, en este libro la poeta se abandona, se deja llevar por la marea del lenguaje, se transforma en su instrumento, ella misma el balandro a merced del mar, a merced de las historias que se cuentan.
A lo largo del libro, los poemas irán del presente al pasado, reinventando sucesos de la infancia, trayendo la textura sensible de esa trama, que es la más ajena de todas, porque, como dice Bachelard, ¿qué sabemos de ella? lo que los otros nos han contado, lo que permanece deshilachado y fragmentario en nuestra memoria corporal. Escribe Perosio: “La memoria busca/ o inventa sentido/Y no se sabe bien/si los hechos fueron así/ ni a quién le importa. Vuelven/ reclaman un lugar/en la escritura”. La escritura poética no un recuento coherente y racional de lo sucedido, sino como esa “historiadora excéntrica que documenta batallas mínimas” de la que habla Graciela. Y esas batallas mínimas, esos momentos de pura experiencia sensorial del mundo donde el dolor o la gracia de vivir explotan en nosotros con más fuerza, son la columna vertebral sobre la cual se sostiene este libro. Hay, entre todos los poemas de este libro, algunos que me han conmovido especialmente. Son aquellos en los que Perosio nos lleva con ella a recorrer la ciudad, el barrio, su propia casa, nos introduce en la luz intensa y en el aire dulce del Rosedal de Palermo, con la humildad de quien no pretende enseñar sino compartir con otros la belleza de lo que ve. Dice, en uno de los más hermosos poemas del libro: “Si prestas atención/en algún momento cierto/descubrirás un par de cardenales/buscándose comida/a los saltitos por el pasto./Puede que la suerte te sonría/y veas también algún pichón/generalmente el penacho aún no es rojo rubí/sino sepia o ladrillo/después pareciera que el color/virara hacia la sangre. Te recomiendo además/que entres al Rosedal y hacia la isla: hay pocas garzas blancas sólo algunas volando cielo arriba, muy lejos de la fronda” . En un tiempo donde, como dije antes, a veces quedamos inundados, arrasados por la exhibición constante de imágenes en las que queda en primer plano la fealdad, la mezquindad, el costado cruel y egoísta de la naturaleza humana, este libro nos viene a traer la esperanza que toda verdadera poesía trae consigo: la esperanza en un modo de relacionarnos los unos con los otros que nos permita salir del aislamiento y la soledad, basado en el deseo de acompañar, con infinita delicadeza y cuidado, la vida de los demás. Un modo de vivir juntos que no implique dañar ni hacer daño, que no esté centrado en la avidez por acumular, por poseer, por despojar a otro, que no repudie lo diferente, lo raro, sino que busque fusionarse con ello, comprenderlo. Graciela Perosio habla de “adivinar en la noche/el destello del faro/fundirme en él/y remontar la costa/apostando a las olas”. Es decir, habla de volverse ella misma faro, y darnos su luz, como nos la da en este Balandro, con la generosidad de las almas grandes.
© All rights reserved Claudia Masin.
Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Vive desde 1990 en Buenos Aires. Coordina talleres de escritura.
Publicó los libros de poesía: “Bizarría”(Nusud, Bs.As., 1997), “Geología” (Nusud, Bs.As, 2001, reeditado por Curandera, Bs.As., 2011), “La vista”(Visor, Madrid, 2002, reeditado por Hilos, Bs.As., 2012) “El secreto (antología 1997-2007)” (Ed. De la Paz, Resistencia, 2007) “Abrigo” (Bajo la luna, Bs. As., 2007), “La plenitud” (Hilos, Bs.As., 2010, presente reedición, Raspabook, Murcia, 2014) y el libro de fotografías y poemas “El verano”(Ed. De la Paz, Resistencia, 2010)
Su libro “La vista” ha obtenido por unanimidad el Premio Casa de América de España en 2002. Su libro “Abrigo” ha obtenido una mención del Fondo Nacional de las Artes en 2004.
Textos suyos han sido traducidos al francés, inglés, portugués e italiano.
Participó en varias antologías de poesía y ensayo, en su país y en el exterior, entre ellas “Antología de la poesía Latinoamericana del Siglo XXI, El turno y la transición”, Siglo XXI, México, 1997, “El arcano o el arca no. Poesía argentina de fin de siglo”, (Ed. Casa de las Américas, La Habana, 2006) “Poetas argentinas 1960-1980” (Ed. del Dock, Buenos Aires, 2008), “El hacer poético” (Universidad Veracruzana, Veracruz, 2008) “Las dificultades de la poesía” (Ed. del Dock, Buenos Aires, 2011), “El cine y la poesía argentina”, (Ed. En danza, Bs. As., 2011), etc.
Fue codirectora de los sellos editoriales “Abeja Reina” y “Curandera”, dedicados a la poesía.