Se pierde un poco de todo
es tiempo de tirar a la basura
los excesos que vas guardando
por necia costumbre
por si acaso sean necesarios algún día.
Se pierden los nervios
las herramientas para un libro
postales y cartas en el viento
desechos de un primer novio.
Fotos que recuerdas
exactamente quien las tomó.
Encuentras un rostro desnudo
escondido en un diario
y buscas respuestas
que nadie te puede ofrecer.
Se pierde el respiro cuando lees a
Elizabeth Bishop
y entiendes que has alcanzado
el arte de perder.
Tengo ochenta íntimas amigas
danzarinas
adictas al resplandor de lentes
fugaces
cómo mariposas.
Imito a Terenci
me refugio en diarios
de actrices de los cincuenta.
Enclaustrado vivo
pero sin mordiscos
de falsas aduladoras.
Sorprende el novedoso silencio
no suena el timbre
inquisidor de otros tiempos.
No aparecen
las ficticias sonrisas
que espantaban a la gata
provocaciones
y brotes dudosos.
Han dejado de colgar fotos
en pizarras mundanas
que reencarnarán
en desoladas tumbas.
Las paredes están carentes
de imágenes
excepto manchas amarillentas
y clavos oxidados
que alguna vez
exhibieron su esplendor.
Existe un cementerio en el traspatio
de recipientes vacíos
privados de su valiosa agua bendita
souvenirs
de antiguas batallas.
Cada cierto tiempo recuerdo:
un nombre
un episodio
un malestar.
Los revuelvo como si fueran guisos
y lento
los dejo quemar.
Fui volcán
adormecía mientras
de mis cenizas suculentas
se nutrían hambrientos
que no cantaban
ni pintaban obras maestras
y tampoco escribían versos.
Fue difícil vivir en silencio
sabiendo que en la profundidad
habitaban demasiadas historias
necesitando ser contadas.
Se amontonaban
rostros de hombres intrépidos
que insistieron en conquistarme.
Algunos no regresaron
después del primer intento.
Ahora soy tsunami
y arrastro a cuanto
se detenga en mi paso
sin misericordia.
No tenemos idea del próximo paso
esperamos congelados
como el cadáver embalsamado de Evita
que viaja de ciudad en ciudad.
Nos hemos mordido el labio inferior
soportando el dolor
sin hacer ni una sola pregunta al muerto.
En el andén de esta penúltima estación
con el testimonio que guardamos
en la pequeña maleta azul
serenos
esperamos el desenlace.
(Todos los poemas pertenecen al libro inédito, “El arte de perder”)
© All rights reserved Manuel Adrián López
Manuel Adrián López. Morón, Cuba (1969). Poeta y narrador. Su poesía en español ha sido publicada por las revistas Anterior Review, Arique, Baquiana, Crear en Salamanca, Contratiempo, Delirium Tremens, La Peregrina Magazine, LaFanzine, Letras Salvajes, Linden Lane Magazine, Nagari, Revista Conexos, Revista Literaria Ombligo y Ventana Abierta, entre otras. Su poesía fue incluida en la antología poética La luna en verso, publicación de La Noche en Blanco de Granada (Ediciones El Torno Gráfico, 2013). Fue columnista de la revista digital Sub-Urbano (2013-2014). Su primer libro de poesía, Yo, el arquero aquel, fue publicado por la Editorial Velámenes (West Palm Beach, 2011). La editorial TheWriteDeal le publicó una versión digital de su libro de cuentos cortos en inglés Room at the Top (New York, 2012) y una versión impresa del mismo fue publicada por la editorial Eriginal Books (Miami, 2013), la cual fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Miami. La Editorial Betania publicó su libro de poesía Los poetas nunca pecan demasiado (Madrid, 2013), que fue ganador de la Medalla de Oro en los premios Florida Book Awards en el 2013. El barro se subleva (Ediciones Baquina, 2014), se presentó dentro del marco de la XXXV Feria del Libro en el Palacio Minería en el Distrito Federal. Ha sido invitado a diversas lecturas poéticas en Coral Gables, Fort Lauderdale, Homestead, Miami, Nueva York, Sylmar y Tampa en los Estados Unidos, así como en el Distrito Federal en México y Barcelona y Granada en España.