Hablar hoy en día de género fantástico en literatura es homenajear a aquellos autores dotados para crear historias que, según los parámetros de nuestro mundo conocido, entran en el espacio de lo irreal. El concepto, controvertido, forma un binomio perfecto con la literatura. Ya desde su cuna, a través del lenguaje, la fantasía apareció en la expresión oral y, más tarde, una vez conquistado el espacio de la escritura, quiso hacerse patente y perdurable.
El relato fantástico, que apela a nuestra imaginación, a nuestra capacidad de escenificar otros mundos, se convierte en la representación de aspiraciones y deseos, de temores y reprobaciones, de terrores inconfesos. Y es, por su propia naturaleza vehicular, un hecho cultural compartido, difundido, inherente al ser humano, presente en la memoria colectiva desde el principio de los tiempos.
En nuestro siglo XXI, tan posmoderno como fluctuante, la necesidad que algunos autores tienen de simultanear lo real con lo ficticio, el trasiego ineludible entre el mundo físico y el de las ideas hace que volvamos sobre nuestros pasos, saquemos a Platón de su cueva y lo encaremos con el gato de Schrödinger, mientras Wittgenstein levanta acta desde los límites que impone el propio lenguaje.
La fantasía, con todas sus ramificaciones (novela gótica, terror, fantasía épica, ciencia ficción, etc.), ofrece frente a la literatura «realista» un multiverso literario como el que Hugh Everett se atrevió a mostrar en los años cincuenta del pasado siglo al teorizar sobre los universos paralelos. La pésima recepción de su teoría le hizo claudicar y retirarse a ámbitos menos especulativos y más provechosos comercialmente, aunque sobre elecciones personales y su impronta en la historia no es de lo que hemos venido a hablar hoy. O sí.
Porque, ¿qué es, si no, Cuentos en el espacio y el tiempo de Alberto García Gutiérrez? A las claras, una elección personal, una reivindicación de la fantasía a partir de sus dos dimensiones primordiales: el espacio y el tiempo, como refiriera en más de una ocasión un ilustre precedente del género de terror, autor del Necronomicon y con cosmogonía propia, como Lovecraft. A partir de ahí, de esas constantes de nuestra existencia, se articula la colección de relatos de Alberto, que rinde tributo a los diferentes temas, enfoques y estilos de eso que hemos dado en llamar literatura fantástica.
Y aunque en lo tocante a este género, en España a día de hoy somos renuentes a adquirir la mayoría de edad, no es lo que sucede con Cuentos en el espacio y el tiempo (Gaspar & Rimbau, 2020), la colección de veintiún relatos que Alberto García nos presenta sin rehuir de sus fuentes ni sufrir menoscabo por ello. En definitiva, nos hallamos ante un conjunto misceláneo, donde el atisbo de la duda entre lo que pudo haber sido, lo que fue y lo que será (algo que está siempre en nuestras manos) es el verdadero hilo conductor de todo el volumen.
Alberto, escritor de amplios saberes, con larga experiencia en temática fantástica (véase su anterior libro, Guía breve de seres elementales y otros seres fantásticos [Apache Libros, 2019], amén del podcast Verne y Wells ciencia ficción y numerosos trabajos colaborativos a través de prólogos, etc.), lo mismo indaga en el mito de El Dorado hace seiscientos años en su relato «Fortuna y gloria», como escudriña la historia del tesoro de Mongolia, saqueado por el Ejército Blanco tras la revolución rusa de 1917 en «Por las estepas de Asia Central o el tesoro de Mongolia». Y en ambos casos, la ambición, la avaricia y la falta de empatía hacia el resto de seres humanos precipita el desastre y deshumaniza a sus personajes.
Pero el tema no queda ahí. Estas reconstrucciones históricas, ficticias solo en parte y exquisitamente detalladas en aras de la verosimilitud más estricta, van acompañadas de relatos metaliterarios de índole muy distinta, pero en los que la fidelidad histórica sigue siendo un rasgo diferenciador.
Veamos dos ejemplos. En «El duelo» el infalible Holmes es desafiado por el malvado Moriarty, pero esta vez bajo las premisas argumentales de Alberto García, de modo que todo el relato se troca en un perspicaz homenaje a Sir Arthur Conan Doyle, el inolvidable creador de la saga de Sherlock Holmes. En otro orden de cosas, pero con igual propósito, Alberto especula en «Farolillos en Manhattan» con el posible encuentro en Nueva York entre Orson Wells, Federico García Lorca y Charles Chaplin en los albores del siglo XX, cuando los tres gigantes empezaban a descollar en sus respectivos ámbitos. El diálogo resulta gratificante y la «ucronía», si podemos llamarla así, es de lo más estimulante para mitómanos y admiradores al uso.
En los relatos descritos (hay muchos más, por supuesto, pero se impone una selección) la contextualización histórica desde la Antigüedad hasta nuestros días es una parte consustancial de los argumentos que Alberto desarrolla. El ejercicio de erudición que implica está al alcance de muy pocos y, desde mi punto de vista, es uno de los mayores atractivos del libro. Pero, repito, la heterogeneidad temática y estilística es el rasgo sui géneris de esta recopilación. Así que el lector se va a encontrar también con cuentos de misterio y terror, como «Psicofonía de terror», en línea con Edgar Allan Poe, o «Memoria de Alberic», donde aborda el mito vampírico a lo largo de la historia, pero esta vez con el trasfondo de Barcelona, de la que Alberto es oriundo.
Los cuentos de hadas, tan presentes en el folclore de todos los pueblos, en mitos, leyendas, etc., están representados en «Lo que imagines» o en «La Reina de las Hadas». Suponen un alegato a la fantasía en estado puro, incontaminado. Los seres elementales que los pueblan están al borde de la extinción si no consiguen que los humanos los recuerden, porque, a pesar de su longevidad, no son eternos, no tienen alma. En definitiva, si los humanos que los han creado los olvidan, ¿qué otra cosa cabe esperar más que la muerte? Las personas luchamos contra el olvido desde tiempos inmemoriales y eso se traduce también en los relatos que creamos, un reflejo literario, sublimado, de nuestras preocupaciones y deseos.
Llegados a este punto, tenemos que detenernos en la ciencia ficción, una de las paradas obligadas en el recorrido fantástico que aborda Cuentos en el espacio y el tiempo. Concretamente en una de sus modalidades más frecuentadas por los escritores actuales: la distopía. Por ejemplo, en «La bruja» el argumento va ovillándose alrededor de un mundo casi destruido para dejar un cabo suelto en su protagonista, Mab, portadora de un mensaje de esperanza. En Arriada de bandera, en cambio, hay un trasfondo político muy claro, con analogías perfectamente identificables para cualquier lector atento. El desenlace quizás le sorprenda.
En un cambio de registro, pero continuando con la ciencia ficción, creo que uno de los cuentos que mejor refleja el estilo del maestro Asimov es «Cáscara de nuez». La conquista del espacio, no exenta de sacrificios, urde la trama de este relato, que acaba por catapultar al hombre más allá de cualquier frontera conocida. El sueño largamente acariciado de conquistar el espacio —corroborado por personalidades científicas tan influyentes como Stephen Hawking— se plasma en este relato con un tono de solemnidad que no pasa desapercibido. Tal vez las perspectivas que plantea, lo insondable del universo, las increíbles posibilidades que ofrece, lo hayan situado como broche final de la colección.
A modo de conclusión, dos son, a mi modo de ver, las líneas maestras en los relatos de Cuentos en el espacio y el tiempo. Por un lado, la reconstrucción histórica, que afecta a buena parte de los relatos, con lo que ello comporta de reinterpretación de los hechos y de recreación de escenarios, ambientes, personajes, sin los cuales las historias perderían carácter, sentido y eficacia. Por otro lado, el hecho de que todas las historias —y aquí no hay excepción— ponen a la humanidad ante un espejo, cuyo reflejo asusta. Los rasgos que se describen son el germen de males mayores, irreversibles, que suelen ir acompañados de la pérdida de valores fundamentales. En tales circunstancias, el retroceso de nuestra civilización se nos muestra inevitable.
El mensaje, perceptible e identificable en todos los cuentos, tiene la rara cualidad de conectarnos con la realidad al elevarnos, precisamente, sobre ella y proporcionarnos una perspectiva reveladora. En tanto que fábulas, estas historias se constituyen en un saludable ejercicio de crítica social y personal, en las que, de una manera u otra, todos nos sentimos concernidos.
La fantasía de Alberto García Gutiérrez es resiliente, inusitada en los tiempos que corren, posmodernos y atrabiliarios. Respetuoso con un pasado que nos hace ser quienes somos, sus Cuentos en el espacio y el tiempo tienen la voluntad de mirar hacia delante, muy lejos, más allá de nuestro planeta, en busca de segundas oportunidades. Quién sabe si así, la próxima vez, seremos capaces de construir un mundo mejor.
Alberto García Gutiérrez: Cuentos en el espacio y el tiempo │ Editorial Gaspar & Rimbau │ Valencia (España), 2020 │ 454 páginas │ 15,20 €
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Dolors Fernández Guerrero