Falleció el pasado febrero, ochenta y dos años en su haber en Sant Just (Barcelona); su lugar de residencia. A principios de año había hablado con él por teléfono para una entrevista que concertamos desde hacía tiempo para un programa de radio que dirijo —versus/versos— dedicado a la lírica en Catalunya: «No te preocupes enseguida que acabe la quimio nos pondremos en contacto y conversaremos de lo que nos une: la poesía». La esperanza y el gozo por hacerla seguía en ambos lados. No pudo ser; el cáncer se lo llevó. En diciembre pasado había recibido oficial y privadamente el galardón del Premio Cervantes dentro del Palacete Albéniz de Barcelona.
Marcado por el crecimiento como niño durante la posguerra Civil en la España del general Franco. Herido, por el cerco que implica no educarse bajo su lengua materna, el catalán. A menudo, trasladándose con su familia por distintas poblaciones de Catalunya y Canarias. En 1963 publica su primer poemario en castellano recogido en la antología El primer frío. Poesía 1975-1995.
Si nos acercamos a su web para indagar vida y obra encontraremos tres retratos que resumen la personalidad de este bardo: él, mientras observa un mar embravecido; a continuación, su figura con una estilográfica en mano y, por último, invocando sus versos en un escenario con aquel fervor que uno requiere para ser leídos en público.
Cito parte de sus palabras en el prólogo de su red personal:
«Siempre he tenido conciencia de que, para mí, la poesía se extendía por toda la vida. La prisa, pues, no ha formado parte de mi relación con el poema /…/. Ninguno de nosotros contamos mucho, incluso los que parecen contar mucho, pero nos puede salvar lo mismo un poema… y su honesta intensidad».
Margarit logra una sutileza especial al usar las cuestiones del ser humano en sus versos. Crea a partir de sus vivencias como sujeto y observador, un gozo deconstructivo en sus poemas y nos ofrece, como en su libro Casa de Misericordia, una habilidad especial en el epílogo para darnos un consejo estricto cuando relata su modo de existir: «Pensando y hablando sobre la vida que uno quisiera haber tenido… la vida, se nos va».
No quiero esconder tampoco su falsa modestia cuando nos apunta que después de Homero o Baudelaire «…qué más puede decir uno». O simplemente, afirmando que la comprensión de un poema es una entrada y una salida desde «una caixa negra» (una caja a oscuras). Sin embargo, fue un gran púgil contra la opulencia y la desmesura humana. Cavar entre las piedras, los terrones/las raíces que nunca arrancarás. /Es el precio que tiene lo profundo. / Cavar es religioso …de Amar es dónde 2015
Un gran padre cuando dedica su libro Joana 2002 a la muerte de su hija discapacitada por el síndrome de Down: No digas nada Joana/ Sólo escucha… y no digas nada. / Un guía sui generis de la Barcelona gris, rememorando la niñez y juventud bajo las fotografías de su interior: En aquella ciudad de la posguerra/ pronto aprendí a jugar sin compañía de su libro Estación de Francia 1999.
Ahora me invisto en su yo poético bajo unos versos del poema Separado, para dirigirme a él en este momento de despedida: Aquí sin ti. Un extraño. /Fue aquí donde me extravié. / Paseo sin mí, contigo. Mi sombra es sólo un error, / viene de sitios más gélidos: /de tú corazón y tus manos…Y la arquitectura de tus palabras. ER