— Pulse enter
Y pulsé enter. Tal como decía la pantalla. Ni siquiera tenía que escribir nada. Solo presionar desplazando mi mano hacia la derecha para pulsar con el índice. Seguía mostrando “Pulse enter”, pero ya no parpadeaba el cursor.
Esperé diez segundos. Luego otros diez. Sin movimiento. Esperé por si se había ido Internet, pero qué tontería porque entonces no se queda congelado el cursor. Entonces se habría cargado la página de error de conexión y me invitarían al pasatiempo del Tiranosaurio que salta cactus. Ese juego usaba entre estaciones de metro de pésima conexión.
Apreté enter de nuevo, como la pantalla se mantenía anclada en los últimos cinco minutos, decidí mirar mi teléfono. Tecleé con la ayuda del autocorrector “Ayuda pantalla congelada”. El primer resultado de un foro parecía un corral de comedias.
— No lo toques. Decía uno.
— Tócalo, si no lo tocas, tampoco se arregla…LoL – contestaba otro.
— Yo lo llevaría a una tienda, eso sí, como tengas pornografía, ten cuidado que te cobran el triple.
Movía el ratón hacía abajo buscando soluciones. Llegaba siempre un momento en la hoja que venía el consejo que nunca hacemos: si has hecho una copia de seguridad, no pasa nada. Error.
— Copia de seguridad, copia de seguridad, me cago en la puta. La tenía que haber hecho, no la hago desde… – entonces recordé que, en el último error, perdí todos mis trabajos de Facultad.
Me giré hacia el ordenador. Mi shock mutó en odio. Tiré el móvil al suelo, como castigo porque, al fin y al cabo, es familia de ordenador y sí estaba vivo. Empecé a insultar a la pantalla.
Imbécil, yo solo pulsé enter. Vamos, estás programado para que hagas algo, no eres tan cazurro como para no hacer lo único que tienes que saber: Hacer caso a tu dueño, a mí.
El silencio administrativo del ordenador consiguió que reaccionara con un puñetazo en la mesa, que me dolió a mí, no a él. Tembló la pantalla y volví a sostenerla en su lugar corriendo.
Recogí el teléfono del suelo, por suerte tenía protector. Bueno, por suerte no, sino no lo habría tirado, hasta ahí no llegaba mi ira…
Busqué el teléfono de Apple. Marqué el número a la primera y a la desesperada. Un tono, dos tonos, tres to…
— Hola está llamando a Apple – Ya lo sé – podemos grabar la llamada para mejorar nuestro servicio si está dispuesto a ello – respiré recordando que tras el teléfono estaba la persona que me tenía que ayudar – por favor diga sí.
— Sí. Por favor, mi ordenador se está muriendo
— Disculpe —repitió la grabadora— no he entendido qué ha dicho.
— Sí — seco, muy seco.
— Por favor si su llamada responde con un nuevo ordenador, pulse 1. Si es para una reparación con el soporte técnico, pulse 2.
— 2.
— Usted está en la posición tres, el tiempo de espera medio es de diez minutos por si desea llamar más tarde.
Activé el altavoz, dejé el móvil y comencé a buscar las instrucciones del maldito ordenador. Ya no tenía cd-room ni USB. No se podía prácticamente añadir nada desde fuera, ya no solo éramos esclavos de los programadores, ahora también de los diseñadores.
Sin el ruido del ventilador del Mac, mis suspiros ahogados ocupaban el espacio sonoro de la habitación. Buscaba papeles que tenían cinco años en cada carpeta mientras sonaba la musiquita del móvil ¿hay peor forma de odiar el Gymnopedies de Satie? ¿por qué no ponían en el hilo telefónico una canción de Kreator? Total, si lo que te quieren es echar, con ellos seguro que nadie aguanta ni treinta segundos. No los aguanté ni cuando tenía veintitrés años.
— Buenas tardes, mi nombre es Ziena, le respondo desde Alburquerque, Nuevo México. – Esa respuesta me descolocó rompiendo el enfado, quizás que te atiendan del Primer Mundo hace que te relajes.
—¿Alburquerque? Yo llamo desde España. Creo que es la primera vez que me ayudan desde Estados Unidos y no de un call center en un país que no sé señalar en el mapa – Mi humor iba mejorando, prueba de esa estrategia.
—¿En qué puedo ayudarle? – rompió el humor, aunque sin ver, se notaba la sonrisa de Ziena, acostumbrada a lidiar con gente frustrada
— Mire, la pantalla de mi ordenador se ha quedado congelada al presionar enter, que el propio ordenador me daba
—¿Me puede decir modelo y año?
— Sí claro, MacBook Pro año de compra 2016 SO versión 12.3.1
— Vaya, hace cuatro meses que caducó la garantía, ¿tenía la extendida?
— No, ni backup – el síndrome de Costen volvía a aparecer sobre mi mandíbula.
—¿Ha reiniciado?
— No, voy —dije sumiso, como recién confesado—. Pulsé el botón y esperé treinta segundos. El ordenador pitó y se quedó la pantalla en negro. Fundió a una nueva pantalla roja con mensaje: NTLDR is missing. Press any key to restart. —Perdón, pero me dice que de nuevo reinicie
— De acuerdo, está ok, pulse cualquier tecla y cuando arranque a la vez teclée ⌘ + Mayús + W+4
Puse mis dedos como acorde de sol, se reinició y de nuevo, pantalla congelada. Los pixeles blancos del mensaje NTLDR is missing eran la luz del del túnel hacia el disco duro. Ya no sabía qué tenía y qué no: curriculums que nunca llegaron a entrevistas mezclado con los primeros pasos de Alba Emmi en vídeos, los textos que nunca terminé de escribir pensando en publicar junto a cuando me dio por los cursos de fotografía, las multas de Hacienda y las fotografías con bigote. Quizás esas sí merecerían pasar al justo olvido.
— La puta pantalla aparece igual, Ziena, por favor, dime algo que no sea reiniciar otra vez.
— Lo siento, parece ser que se descargó un archivo corrupto, y como toda corrupción es injusta, pero es, no puede reparar computadora. Como le dije, puede recuperar sus archivos con el backup de Time Machine cuando compre un nuevo dispositivo. El actual es desde ya un pisapapeles. Puede reciclarlo y podrás ayudar a salvar el planeta. O desecharla. En ese caso, le recomiendo un contenedor electrónico para no contaminar el planeta.
—¡¡Por Dios!! Devuélvanme mis fotos, mis vídeos, mis canciones pirateadas desde 2008, mis declaraciones de impuestos, ¡¡mi memoria!! ¡No pienso tirarla! ¡Es mía! ¡Mía!
— Por favor, si quiere reciclar su ordenador, pulse enter.
Para Alba Emma
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Nacho Bengoetxea, periodista, área manager de marketing de Sevilla viviendo en Madrid (España). Es autor de México, Ciudad Alebrije en la revista cultural JotDown. (https://www.jotdown.es/2012/07/mexico-df-la-ciudad-alebrije/)