Carine y Elisabeth Krecké lo tienen claro: “Tienes que salir a buscarle”. Así actuaron estas gemelas luxemburguesas, y detrás del transeúnte armado encontraron una historia real que estaba incluso más borrosa que la imagen de Google: la reserva india de Pine Ridge en la que vive una de las comunidades de americanos nativos más importantes de EEUU. Imitando el modus-operandi de las hermanas, yo cogí un vuelo a Marsella – donde viven – porque al igual que ellas, no me conformé con lo que me habían contado por Internet.
La aventura de Carine y Elisabeth, dos hermanas artistas y profesoras, comenzó cuando unos problemas de salud las mantuvieron retenidas en su refugio marsellés sin poder viajar y se vieron obligadas a intentarlo a través de Google Street View, la herramienta del gigante tecnológico que te traslada virtualmente por las calles del mundo. Cuando conducían online por el estado norteamericano de Dakota del Sur, en la ciudad de Rapid City, concretamente a la altura del número 526 de la calle Siete, un hombre armado con un Kalashnikov (AK7) obligó a las gemelas a dar un frenazo. “Fue exactamente en estas coordenadas donde comenzó nuestro verdadero viaje” – introduce Carine con nostalgia. Levantada la medida médica cautelar (y a la vez tan puñetera con sus inquietos espíritus), pusieron rumbo al estado norteamericano, al de verdad, pues se les había quedado pequeño internet. Ansiaban recrear los andares del desconocido individuo en el lugar en el que un día fue fotografiado en vivo y en directo por el objetivo indiscreto de Google. Eran conscientes de que la imagen había sido tomada por una máquina que fotografía aleatoriamente los diversos rincones del planeta – reconoce Elisabeth -, pero deseaban entender la necesidad, o el capricho, de equiparse de manera tan soviética en una vulgar y anodina calle del país del sueño americano.
Cuando el avión aterrizó en el árido estado del medio oeste de Estados Unidos, Carine y Elisabeth –con la natural sincronización emocional que les caracteriza– experimentaron el típico vacío interior que se puede sentir cuando te encuentras a más de 7.000 kilómetros de casa y te percatas de que lo que te ha llevado hasta allí es una fotografía borrosa de internet. Pronto, descubrieron que el viandante resultó ser un cliente más del supermercado de armas de fuego situado en la misma calle Siete de Rapid City. “El escenario real comenzaba a brindar sentido a la imagen de Google y eso nos ilusionaba”, cuenta Elisabeth. Era como si a medida que pasaban los minutos en aquella – por aquel momento, inhóspita – ciudad, su viaje-locura se justificara, pues la atmósfera de violencia que respiraron, sugería que Dakota tenía algo más que llanuras interminables y bares de carretera. Y es que a unas millas de donde se encontraban, vivía un realidad apenas registrada en el universo virtual: La reserva india de Pine Ridge. Con esta información de bienvenida, Carine y Elisabeth inmediatamente ejercieron de turistas y comenzaron a preguntar cómo podían llegar a la reserva, pero los cowboys de Dakota, con ojos llenos de desconfianza, trataron de persuadirlas para que no visitaran aquel lugar.”En cada conversación se evidenciaba la presencia de dos sociedades irreconciliables y de una historia que reclamaba ser escuchada”, explica Carine. Qué razón tenía el instinto de las Krecké cuando caló al hombre del Kalashnikov. Demasiada tensión para un estado de apenas un millón de habitantes como para que al ojo de Google se le escapara.
Y haciendo caso omiso a las variopintas leyendas urbanas narradas por los vaqueros de la zona, condujeron hasta Pine Ridge. Por los arenosos caminos de una de las reservas más pobres de Estados Unidos solamente se respiraba desamparo, violencia y polvo. Y es que la palabra desolación se quedó sin consistencia en el paisaje con el que se toparon Carine y Elisabeth. El territorio alcanza hasta los famosos Bad Lands, tierras baldías llamadas así por los mismos Sioux o Lakotas debido a la pobreza de sus suelos. El índice de consumo de alcohol y los niveles de suicidios juveniles alcanzan en ellas cifras desorbitadas; y la desesperanza es el deporte nacional. Así describen las hermanas lo que vieron allí como testigos privilegiadas. La resignación a vivir en esas circunstancias parecía ser el eslogan de la reserva, pues ninguna sociedad les garantiza ni un futuro ni un presente más próspero. Cuando vieron llegar a las intrusas extranjeras, la sorpresa y la sospecha se plasmó en las caras de todos sus habitantes. Pero gracias a las perennes sonrisas y a su desinterés por obtener una buena historia, consiguieron charlar durante largas mañanas y tardes con muchos de los vecinos de la reserva, e incluso llegaron a tomar café en casa de Russell Means, uno de los fundadores y líder del Movimiento Indio Americano (AIM). El hombre del Kalashnikov les había llevado a conocer al que en su momento interpretara uno de los papeles protagonistas del filme El último mohicano. Qué gran agencia de viajes puede llegar a ser Google Street View. Una realidad desprendida por Google – el hijo poderoso engendrado por EEUU – les había devuelto a los orígenes del continente y a los padres del mismo: los indios. El último producto de América y los primeros habitantes unidos en una misma historia. En la realidad, incluso en la virtual, esta unión resultaría prácticamente imposible.
Y tras las vacaciones entre indios y cowboys, Carine y Elisabeth regresaron a Marsella para escribir su particular diario de viaje: Dakotagate. Porque al fin y al cabo, a partir de una información desprendida del buscador de Google se infiltraron en Pine Ridge, tal y como allanaron los hombres de Watergate la sede del comité nacional del Partido Demócrata, pero sin esconderse y portando una sonrisa multiplicada por dos. La información privilegiada obtenida en la reserva hubiera sido altamente explotada en caso de haber llegado a las manos de un intrépido periodista con ganas de Pulitzer. Pero Carine y Elisabeth pretendieron imitar a Google, pues no se adentraron en la reserva india para resolver crímenes como el de la masacre de Wounded Knee ocurrida en 1890, buscar culpables o denunciar la realidad de sus tribus. Las hermanas Krecké se limitaron a pasar por allí, charlar con sus habitantes y tomar fotografías para su cuaderno de bitácora. Los miembros de la comunidad de Pine Ridge hicieron lo posible por evitar que las forasteras con acento francés se compadecieran de ellos y quisieran denunciar su situación pero, a su vez, de alguna manera buscaban tener voz fuera de las fronteras de la reserva. Y gracias a su intrépida curiosidad, los indios de Dakota fueron visitados sin intereses políticos en el maletero. El mundo virtual había abierto una puerta a un mundo real con escasa presencia en la nueva realidad de Internet y sociedad de Google. Y es que, como dicen muchos, “si no estás en Google, no existes”. Dakotagate supone un ejemplo de resistencia a una información aparentemente objetiva, pues la maquinaria de Google condiciona en gran medida nuestra manera de percibir el mundo. La curiosidad al estilo Krecké es hoy una cualidad más imprescindible que nunca pues para muchos, ya sólo quedan indios en las películas y en algún que otro videoclip.
La realidad siempre es muchísimo más interesante que la ficción y que la realidad virtual. Por ello, los ciudadanos de Rapid City cambiaron el gesto y recibieron a las gemelas con abrazos a su regreso de la reserva, pues se morían de ganas de escuchar lo que se contaba a apenas unos kilómetros de distancia. Por cierto, el hombre del Kalashnikov ya no está en la calle de Rapid City de Google donde le dejaron Carine y Elisabeth.
Teresa de los Ángeles García. Estudié Ciencias Políticas en la London School of Economics and Political Science y posteriormente me licencié en la Universidad CEU San Pablo de Madrid en Periodismo, mi capricho desde pequeña. Actualmente trabajo como periodista en Unidad Editorial y cuando puedo, intento encontrar historias que pienso que pueden pellizcar. Disfruto de casi todos los deportes, me inspiran las personas con ganas de hacer cosas buenas y creo irracionalmente en el American dream. Twitter: @tsagarcialonso