Quizás los lectores de estas letras han visitado París. Toda la ciudad es bella incluso los lugares que podrían considerarse anodinos, vulgares o sin encanto. La ciudad emana una luz especial. Es la ciudad de la luz, lugar de maravillas. Monumental y llena de vida. De entre todos los monumentos que a lo largo de los siglos se han ido acumulando en la ciudad del Sena hay uno en especial que recomiendo que visite aquel que por primera vez llegue a la ciudad. No es la Torre Eiffel, ni los Inválidos o Notre Dame o incluso el museo del Louvre, son lugares que visitará y tendrá tiempo para ello la primera vez que llegue o cuando vuelva a visitarla. El lugar que recomiendo es el Panteón de Mujeres y Hombres Ilustres. Lo que una vez fuera un templo religioso es un templo cívico en memoria de aquellos pensadores, literatos, científicos y héroes por la libertad de los derechos del individuo ante la tiranía del oscurantismo, la ignorancia y la sumisión ante el poder desnudo. En sus muros están enterrados personajes de la talla de Víctor Hugo, Alejandro Dumas padre, Émile Zola, Pierre y Marie Curie, Jean Moullin o Josephine Baker, entre otros. Fueron honrados por Francia por legar la palabra, el conocimiento, la fuerza y el coraje ante la adversidad y ser ejemplos de que el ser humano es capaz a través de su mente y espíritu lograr las cotas más altas de bien para con la comunidad en la que vive. Cada uno de los honrados se encuentra en un cenotafio o una tumba o nicho en el que se ha grabado el bien que ha dejado a Francia y al resto del mundo. De entre todos los honrados hay uno en especial que se merece tal honor y que fue hombre de letras y creador de un mundo de luz. Su nombre: Louis Braille. No fue un político, ni un filósofo, ni un militar que ganara batallas, no fue un hombre que liderara masas o un científico y sin embargo su legado es imperecedero. Porque fue capaz de alumbrar una pequeña luz que se convirtió en inmensa, puntos de luz como faros en la noche, que apartó la oscuridad a los que yacían en ella por nacimiento o por accidente y les dio la oportunidad de poder leer, saber y conocer. De ser libres aun en la oscuridad.
Louis Braille (1809-1852) nació en la Francia napoleónica. Louis fue marcado con la tragedia desde su más tierna infancia. Una infección en los ojos cuando tenía tres años hizo que perdiera la vista a la edad de cinco. Con ese hándicap y en aquella época su vida podía haber transcurrido en la más completa oscuridad formativa e intelectual, pero eso no fue así. Poseía una fuerza interior que con obstinación y férrea determinación le hizo apartar las tinieblas que le envolvían.
Su mente curiosa y la entereza de sus padres hicieron que aprendiera a leer gracias a las maderas en las que su padre, tapicero de profesión, le recreaba tallándole el contorno de las letras del abecedario y los números. Sus padres decidieron que iría a la escuela de su villa natal como el resto de alumnos que veían. En 1818 una vez acabado sus estudios en su pueblo natal Louis obtuvo una beca de estudios en el Instituto de Ciegos de París.
Valentin Haüy fue un precursor, un bendito pionero que intentó crear un protosistema de lectura para invidentes desde finales del siglo XVIII, él fue el antecesor de lo que más tarde conseguiría su discípulo Louis Braille. Valentin Haüy edificó un currículo académico que sentó las bases de una formación en lectura, música y manualidades en el Instituto de Ciegos. Demostró que las personas invidentes podían aprender y poseían memoria y capacidades que suplían la falta de visión. Al ingresar Luis Braille en el Instituto de Ciegos los métodos pedagógicos de Valentin Haüy habían caído en cierto desuso y la teoría general de la época era que muy poco o nada podían aprender las personas invidentes, poco más que manualidades pero nada de formación intelectual. Louis Braille gracias a lo aprendido en aquel centro pionero fue consagrado sacerdote y al poco tiempo fue elevado de alumno del instituto a profesor por sus cualidades y formación. Y continuó la tarea de su maestro, Valentin Haüy, con la idea de profundizar y renovar los métodos de aprendizaje. ¿Las personas ciegas podrían salir de la ignorancia y se consideradas iguales al resto de personas que veían?
En la época de Louis Braille no había libros para invidentes salvo una docena de carácter religioso o de poesía y se asumía que los ciegos eran poco más que personas a las que se les tenía que ayudar y no podían llevar una vida normal. Braille se comunicaba por escrito con las personas no invidentes con un sistema de moldes de madera también. La intención de comunicar por escrito en relieves era muy confusa y tenía más desventajas que ventajas para la persona que lo utilizaba. Braille empezó a pensar como modernizar y hacer más práctico el aprendizaje. Como profesor resultó ser un profesional que transmitía a sus alumnos fuerza, obstinación y como comentó su amigo y compañero de estudios, Coltat :
“…desarrollaba sus funciones con tanto entusiasmo y sagacidad, que para sus alumnos, el deber de asistir a clase, se había transformado en un verdadero placer”.
Otra de los recuerdos de un alumno del magisterio de Braille relató:
“…sus explicaciones estaban llenas de sencillez, claridad y precisión. Era sumamente afable con sus alumnos; sin embargo a esta afabilidad unía cierta firmeza de carácter, por lo que se hacía amar y respetar al mismo tiempo”
Pero Louis Braille no solo enseñaba a niños invidentes, también a niños que veían y sus clases eran también bien valoradas y además ese grupo escolar de niños que veían pagaban por las clases y ello redundaba en la institución de la que pertenecía.
En 1821 tras conocer al militar Charles Barbier de la Serre y su sistema de lectura para invidentes desarrollará el “Sistema Procedimiento para escribir las palabras, la música y el canto llano por medio de puntos para uso de los ciegos” Siempre reconoció que su sistema provenía de la inspiración en el sistema de Barbier. En 1834 acabó de perfeccionar el sistema que llevaría su nombre posteriormente. Se formaba únicamente con puntos y servía para transmitir información a través del relieve de dichos puntos creando así un sistema de lectura. Había 64 combinaciones a partir de los seis puntos base. El sistema presentaba todas las letras del alfabeto, los números, los signos de puntuación y los símbolos para la aritmética. Ya era un sistema perfecto para poder leer y escribir. Fiat Lux. El universo del pensamiento y la transmisión de ideas entraban de forma rauda en la mente de los niños invidentes con su sistema. Esa pequeña luz, esos faros de luz pequeños, disiparon las tinieblas en las mentes de aquellos que no veían y sería para siempre.
Pero hubo oposición a su sistema, todo pionero y todo precursor tienen oposición al principio, pues se consideraba que era una discriminación y no una integración para la persona invidente. Testimonios de alumnos que aprendían a escondidas nos dan una idea de lo que se vivía hacia 1840:
“…Teníamos que aprender a escondidas el nuevo procedimiento de Louis Braille, porque los inspectores de educación desconfiaban de la utilidad de aquella innovación”
La salud de Louis Braille se fue resintiendo con los años por las malas condiciones de salubridad del viejo edificio destinado para el Instituto de Ciegos, pronto desarrollaría problemas pulmonares. Aquel hombre sencillo y obstinado no vería su triunfo final. En 1854, un año después de su prematura muerte por tuberculosis, su sistema, ya bautizado como sistema Braille, fue oficialmente reconocido como el método de aprendizaje para las personas invidentes. Pronto sería utilizado en mucha naciones hasta convertirse en universal en el mundo de las personas invidentes.
Un siglo después, como reconocimiento por su esfuerzo en abrir el conocimiento a las personas invidentes su tierra, Francia trasladó sus restos mortales al Panteón de Mujeres y Hombres Ilustres que por su obra, ejemplo de vida y virtud que han enriquecido al género humano. En el archivo registro del Panteón se escribió para que perdurara el bien que hiciera:
“La Nación lo ha reconocido como benefactor de la humanidad en el centenario de su muerte”
Louis Braille abrió la puerta de los conocimientos, de la literatura, la música, la filosofía y la imaginación a una parte de la humanidad que estaba condenada a la oscuridad…la llave de esa puerta fue su sistema de lectura esos puntos de luz que hicieron que personas anónimas ciegas y célebres disfrutaran de la lectura, de la literatura, de la poesía. Que se integraran de forma definitiva a la comunidad a la que pertenecen desde que nacen a través de placer de saber, del conocimiento. El maestro Joaquín Rodrigo, compositor, Ken Kullers, astrónomo, Ray Charles, compositor o Hellen Keller, sordociega, escritora, sufragista oradora y activista política son unos pocos ejemplos de los cientos de miles que ayer y hoy lucen gracias a aquel hombre humilde, sabio y obstinado que fue capaz de emular a Homero o Milton pero abriendo el conocimiento a aquellos que no pueden ver. Cuando alguna vez cojan un libro para leer recuerden que hoy todos los seres humanos pueden leerlo con sus ojos o a través de esos puntos de luz que iluminan la oscuridad.
Louis Braille, Una pequeña luz en la oscuridad.
© All rights reserved Alberto García Gutiérrez
Alberto García Gutiérrez. Barcelona, España, 1974. Escritor, articulista, divulgador y creador del programa de radio y luego podcast Verne y Wells Ciencia Ficción. Consultor, asesor e introductor para la Editorial Gaspar & Rimbau.
Obras más recientes:
Guía de Seres Elementales y Otros Seres Fantásticos, Editorial Apache Libros.
Cuentos en el Espacio y el Tiempo, Editorial Gaspar & Rimbau
Introductor a las colecciones Recuerdos del Futuro y Recuerdos de la Tierra de los Sueños de la Editorial Gaspar & Rimbau