Me gustaría burlarme ahora mismo de todos ustedes.
Pero burlarme seriamente:
que creyeran
que es Penélope la adúltera a quien Cristo salva,
que los lingüistas son criaturas de Dios, pero no maldicen
Babel,
aunque sea como morder la mano que los alimenta,
y a la vez como quien defiende el pan.
Que la libertad no es peligrosa pues ya no se desnuda
para entregarse al primer héroe que desgarre sus ropas.
Que las aves pueden contraer el invierno
y solo yo me creo
ciertas sutilezas del tiempo y de la muerte,
la mirada sabia de algunas estatuas.
Que Dalí tenía razón: los teléfonos aterran.
Pero probablemente le teman a lo incierto,
y harían que el mérito de mi empeño se perdiera.
O a lo mejor me guardarán tanto rencor
que podrán atesorarlo en la alacena
donde esconden con delirio sus bajezas
y comerlo como pan cuando la nieve
crezca en las alas de las aves.
Quizá,
por otro lado,
prefieran ser como Tristán Shandy, el buen cobarde,
que por no morir jamás nació.
Y podría ser entonces que nadie me esté leyendo.
(Del Poemario El más inquieto de los fuegos)
Alain González (Cuba, 1978). Varios de sus poemas han aparecido en antologías y revistas literarias en línea. Ha publicado Eidos, (poesía, 2009) y actualmente trabaja en un segundo cuaderno, El más inquieto de los fuegos. Tiene dos novelas inéditas, Pirata de jardín y Los primeros días que Mario vivió después de muerto. Bloguea en www.laesplendidaderiva.com. En Twitter: @alainaleph