Selección de poemas del libro
Por los eneros sórdidos
(Ediciones La Mirada, 2021)
mirabal
Mirabal fue un amigo de mi abuelo por allá por los campos de Camagüey;
de niño escuchaba ese nombre y me parecía muy musical; cuando él murió,
mi abuelo heredó su caballo; aquí imagino lo que pudo ser su funeral.
propongo el entierro para un día de sol
cal y mejunje
camisas almidonadas
los abrazados por el fuego rodean
sus hombros con espumas
mojados por una mar de espasmos
senderos que silenciosamente cabalgara
mirabal estoico
y me preguntan de qué semilla va este temblor
aguijoneando los incipientes trinos
de cuál ateje colgará el episodio final
imitar a la rosa en su momento más íntimo
cuando un desacostumbrado roce
despierta su alarido
un perro y otro en la boca contienen su hemisferio
el bosco
los trazos que dibujaba el bosco conocían lo grotesco sus líneas el dolor de los ensañamientos una lanza atraviesa el cuerpo desde la garganta hacia abajo saliendo luego invicta por el ano pasos breves de pájaro develan un triste destino deberíamos recordar que no hay destino ni pecado ni arrepentimiento simplemente cargamos nuestro odio como linterna frente al hecho y su consecuencia fruto preservado no se sabe si en el tiempo o en la memoria todo lo mezcla el bosco todo lo invoca pingüinos sombreros sapos extráeme por dios esta locura emplea aquel cincel o aquella aguja de acero trepana bien y que sea lo suficientemente amplio el hueco y pasen sin dificultad los que allí se han alojado un embudo enorme corona la testa del practicador quien es también parte esencial del cuadro
el reo
a Heberto Padilla
la imaginación se ha visto vapuleada aquí
por largo tiempo
las raras extremidades propias del adolecer
cuyo modelo sobrevive una ráfaga y otra
como el ojo quebrantado del celador
de quien sin duda es la armonía
que puede deambular sin andamiajes
con la intención de sembrar
para el consumo único del pájaro
pedimos un permiso al celador
por él supimos que nos vendríamos abajo
el jefe de su doble jefe avinagrado
perdía la paciencia
un paso acorde a la situación actual se hace necesario
así arrastramos el ombligo por el polvo de escupitajos
sin poder ver el cielo
de vez en cuando recibimos la visita del pájaro que habla
suele decirnos extravagancias en su idioma cantarín
a nadie importa
solo deseamos venga a romper
la monotonía de este encierro
el agotado sol se enreda somnoliento
atrás han quedado sus mañanas bailarinas
los enamorados intercambios con el gallito
o el pan madrugador
raras son las extremidades del adolecer
el bofetón que nos devuelve al turbio revoltijo
un añil vendido al peor precio
desenterrando las nostalgias consumidas
en el rellano de la tarde
pero qué explicación dar
qué desiertos recorrer sin ser ceñidos
por la supervisión del celador
y su agüero desmoralizante
qué rumbos o troneras reventar
para que caigan del cielo las ratas en silencio
ah este erizamiento no viene del frío
ni del polvo lunar ni de nubes que se forman
en el perfecto doblez de un sobre de carta
yo que formé parte de este ejército de parásitos
con el gerundio atolondrado llego a cuestas
la blandura desde siempre es mi sustancia
camino como si flotara
sin alterar las lilas que muy pronto
el invierno estropeará sin miramientos
una pajarera
una pajarera vacía puede provocar un efluvio asimismo el hombre que grita desde el fondo del pozo o una rosa seca gimiendo en un pedregal qué odisea tener zapatos nuevos la capacidad de soñar batientes bajo florentinos celajes que no duermen la yugular tardía se extraña de sus rizos la pálida comunión de sus desastres viene un amasijo una bofetada como un sol emboscado qué difícil el sueño de lo que fue espectros en el fondo de la redoma fantasmas de enrevesados linos a los antiguos palacios me reclaman carámbano y lebrel delicada mustia hoja de oro secreto albino en rutilante góndola sin timonel y sin pudor se baña
adoquinando
My favorite aunt, Auntie Len, when she was in her eighties […],
could not accustom herself to the disappearance of the old.
“Where have all the horses gone?” she would sometimes say.
Oliver Sacks
adónde fueron a parar los caballos
que ya no dan al adoquín su alegre resonancia
tiraban de coches de pardos terciopelos
las vejigas hinchadas de los transeúntes
paseaban satisfechas
los caballos sorbiendo el aire frío
sus esculpidos belfos de adormecer el heno
adónde fueron a parar
por dios
adoquinando
© All rights reserved Alexis Soto Ramírez
Alexis Soto Ramírez (La Habana, Cuba, 1967). Recibió, en su ciudad natal, el Premio Luis Rogelio Nogueras de poesía con Estados de calma (Ediciones Extramuros, 1993). Ha publicado, además, Turbios celajes intrincados (Ediciones Lenguaraz, 2016), Oscuro impostergable o la circunstancia de la hormiga (Ediciones Lenguaraz, 2016), La moda albana (Ediciones Lenguaraz, 2019), y Por los eneros sórdidos (Ediciones La Mirada, 2021). Sus poemas han aparecido en revistas literarias de Estados Unidos, México, Francia y España. Textos de su autoría están incluidos en las antologías Algunos pelos del lobo. Jóvenes poetas cubanos (Instituto Veracruzano de Cultura, 1996), Voces en la madrugada (Salvadoran Cultural Institute, 2019) y Sin Tapabocas: Memorias de una Pandemia (El Sur es América, 2020). En el 2018 obtuvo el segundo lugar de poesía en el XXVII concurso literario del Instituto de Cultura Peruana de Miami. Su poemario La moda albana resultó finalista en el Premio Literario Internacional Independiente Orizzonte Atlantico, 2019. Actualmente reside en Ojochal, Puntarenas, Costa Rica.