Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi
Autores: Manuel Martorell, Salomó Marquès y Mª Carmen Agulló.-
Editorial: Txalaparta. Tafalla (Navarra). España.
¿Nada quedó de abril?
“Nada quedó de abril…” es el título de un memorable poema de Manuel Vázquez Montalbán. En él, el autor barcelonés contrapone dos momentos cruciales en la historia de España: el advenimiento de la Segunda República (14 de abril de 1931) y el panorama resultante tras la Guerra Civil. Efectivamente, visto desde la perspectiva de la posguerra, nada quedó de abril, nada quedó de aquella explosión de entusiasmo, alegría y, en definitiva, libertad que supuso la llegada de la República. Un periodo que en el orden cultural significaría el más serio intento de inscribir España en el territorio de la modernidad, a través de creaciones como la Institución Libre de Enseñanza o la Residencia de Estudiantes. Paralelamente, se plantearán una serie de reformas en la educación básica, dando entrada a las nuevas corrientes pedagógicas que empiezan a aparecer en esos años.
En este contexto se inscribe la trayectoria de las hermanas Úriz, una trayectoria vital e intelectual que ha rescatado del olvido el periodista e historiador Manuel Martorell, quien ha realizado un minucioso trabajo de investigación y rescate que ha cristalizado en numerosas exposiciones itinerantes y cuyo resultado final es este libro que cuenta, además, con la colaboración de Salomó Marquès y Mª Carmen Agulló, quienes amplían y profundizan en la labor docente de las hermanas Úriz .
Originarias de las localidades navarras de Badostáin y de Tafalla, respectivamente, las vidas de Pepita Úriz Pi (1883-1958) y de su hermana Elisa (1893-1979) constituyen sin duda un caso de vidas paralelas cuyo eje viene dado por su compromiso social y por su interés por la enseñanza. Así, ambas estudiarán en Madrid, en la Escuela de Magisterio, para trasladarse más tarde a Cataluña donde ejercerán su labor docente, primero en Gerona y posteriormente en Lérida, en el caso de Pepita, mientras que la hermana menor lo hará en Tarragona, en ambos casos en les Escuelas Normales de las respectivas ciudades, donde reciben formación las futuras maestras. Su voluntad de renovación pedagógica, su espíritu innovador y, sobre todo, su férrea voluntad de formar personas con espíritu crítico y conciencia social habían de chocar necesariamente con una sociedad anquilosada y con unos poderes fácticos claramente inmovilistas. Buen ejemplo de ello será el expediente disciplinario abierto a Pepita Úriz que concluirá con su expulsión del cuerpo de profesores en 1925, en plena dictadura de Primo de Rivera. Entre los motivos aducidos para la apertura del expediente destaca el haber recomendado a sus alumnas determinadas libros que, a juicio de la acusación, eran “contrarios a la Fe y la Moral”. El incidente, amén de reflejar el oscurantismo de buena parte de la sociedad española, se inscribe en un debate de mayor calado como es el de la libertad de cátedra, al que dedica Mª Carmen Agulló unas esclarecedoras páginas. Un debate que recorre la segunda mitad del siglo XIX y que no quedará superado hasta el advenimiento de la república. Precisamente el caso de Pepita Üriz lo reabre, y convoca a su favor intelectuales de la talla de Santiago Ramón y Cajal, Ramón Menéndez Pidal, Miguel de Unamuno o Antonio Machado, entre otros.
La llegada de la República supondrá un cambio significativo en el mundo de la educación que pasa a un primer plano tomando conciencia de que “la regeneración de España pasaba necesariamente por el desarrollo de la educación”, como afirma Salomó Marquès. Se impulsa así una escuela “estatal, obligatoria, gratuita, coeducativa, laica y renovadora”. En este nuevo contexto Pepita Üriz es nombrada directora de la Escuela Normal de Magisterio de Lérida desde donde impulsará una importante renovación pedagógica de la mano del movimiento Batec (latido en catalán) que pone en práctica las teorías del pedagogo francés Celestin Freinet. Se trata, en definitiva, como señala Manuel Martorell de crear una escuela “abierta a la sociedad”.
Tal apertura quedó definitivamente eclipsada por la victoria franquista en la Guerra Civil. Para entonces las hermanas Úriz, militantes ya del partido comunista, deberán emprender la trágica senda del exilio. Años de penuria y persecución que lejos de apartarlas de su compromiso social las lleva a abordar nuevos proyectos. Vale la pena destacar en este sentido, amén de su contribución a la Resistencia francesa, su activa participación en la Federación Democrática Internacional de Mujeres o la iniciativa para conseguir la promulgación de la carta universal de los derechos de la infancia.
Es este, pues, un libro de recuperación de lo que ha venido a denominarse “memoria histórica”. Recuperación de unas vidas, la de las hermanas Úriz, sepultadas en el silencio y la represión. Y recuperación también de un proyecto de modernización de la cultura y de la educación que ellas protagonizaron. ¿Nada quedó de abril? Puede que no, que no quedara nada, pero libros como este deberían servir para convocarnos de nuevo a todos en torno a ese proyecto de modernización. O como sugería Elisa Úriz: “¿Por qué no se ha de llegar a mancomunar los esfuerzos, por encima de las diferencias ideológicas, en aquello que se coincide cuando se trata de asegurar el futuro de España?”
© All rights reserved Santiago Martínez
Santiago Martínez (Barcelona, 1958). Realizó estudios de Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona y de Filología Hispánica en la Universidad Central de esta mima ciudad Durante treinta años ejerció como profesor de literatura española en diversos institutos de secundaria. Paralelamente, ha realizado labores de periodismo cultural y crítica literaria en diversas publicaciones, entre las que destacan, las revistas Ajoblanco, Hora de Poesía, Zurgai y Lateral, entre otras, y los periódicos El Observador, El Mundo y La Vanguardia. Actualmente colabora asiduamente con el suplemento Cultura/s del periódico La Vanguardia.