He estado de luto por la pérdida de mis colegas de París en los trágicos e indescriptibles acontecimientos del pasado miércoles 7 de enero.
Ha habido un enorme flujo de imágenes de los políticos y satíricos caricaturistas en todo el mundo en respuesta al ataque contra la libertad de expresión y nuestros compañeros.
No es fácil concebir una imagen que valga más que mil palabras. He tratado de crear una que exprese lo que sentí ese día. La comparto aquí, junto con algunas notas personales.
Mi esposa y yo regresamos de una visita a París la semana pasada. Por coincidencia, el último artículo que compré antes de dirigirme al aeropuerto fue el más reciente número de Charlie Hebdo.
Conocí a uno de los caricaturistas, Georges Wolinski, un par de años antes en Portugal.
Fue uno de los miembros del jurado en el Festival Mundial de Historietas de Porto, en el cual gané un premio. Fui invitado a asistir a las ceremonias. Yo conocía su obra y su experiencia en el campo de la caricatura.
Fue un honor recibir mi premio de sus manos.
Junto con otros colegas, pasamos unos días juntos y hablamos sobre el humor, la política, la vida y su próxima retrospectiva de medio siglo de la caricatura que sería exhibida en la Biblioteca Mitterrand en París. En ese momento, me invitó a enviar material para Charlie Hebdo.
Después de ver la publicación el pasado lunes, pensé: “Wow, esto es realmente humor escandaloso, muy satírico. No estoy seguro de que mi obra encaje aquí, pero tal vez le puedo enviar mis impresiones de París visto a través de los ojos de un dibujante mexicano que vive en Nueva York”.
Algunos de los contenidos incluidos en la publicación eran una doble página sobre “¿Cómo reconocer si su hijo adolescente se está convirtiendo en un yihadista?” (Una pista era reemplazar su póster de Bob Marley por uno de Osama Bin Laden). Otra era una historia sobre el Papa Francisco, quien ha intentado hacer cambios dentro de la iglesia católica, con un escrito en la caricatura en el que se leía “¡Papas del mundo, únanse!”.
Luego el miércoles, de vuelta en Nueva York, nos despertamos con la noticia horrible que mi amigo había muerto en el ataque.
Estaba en shock, triste, y tratando de dar sentido a lo que acababa de suceder. Permanecí, durante horas, pegado a las noticias.
Georges Wolinski estaba entre un grupo de caricaturistas de Francia (Charb, Tignous, Cabu, Honore, entre otros) conocidos por su férrea defensa de la libertad de expresión.
Se lo tomaron en serio.
Sabían que eran un blanco.
Pagaron con sus vidas el creer en ese ideal, que a través de sus plumas harían que la gente pensara, cuestionara, debatiera.
Si en América la revista The New Yorker es representativa de la vida cotidiana y el humor existencial en la gran ciudad, en Francia el semanario Charlie Hebdo –el cual fue nombrado en honor a Charlie Brown (Hebdo significa semanal)- existe para criticar a todo el mundo, nada ni nadie es intocable.
La publicación ha seguido una tradición centenaria de caricaturistas que ridiculizan todo lo que a menudo puede parecer ridículo: las instituciones, las religiones organizadas y las numerosas pretensiones, injusticias y males de la sociedad.
Su marca específica de humor no se adapta a todos, como lo demuestran los problemas financieros del semanario.
Pero, después de estos ataques, podría decirse que es actualmente la publicación más conocida sobre el planeta.
Un millón de copias de la próxima edición, prevista para llegar esta semana, se imprimirán.
El objetivo de los terroristas fue contraproducente.
En lugar de eliminar las ideas y los dibujos, en lugar de silenciar a sus creadores, ha ocurrido lo contrario, y ese maremoto de sensibilización y solidaridad ha llegado a todos los rincones del mundo.
Creo que incluso si no estamos de acuerdo con el humor de Charlie Hebdo, el tipo de violencia perpetrada no es la respuesta y nunca lo será.
Los caricaturistas, artistas y escritores continuarán creando obras que contribuyan al debate sobre lo que está pasando en este mundo desconcertante.
Incluyéndome a mí.
Texto de Felipe Galindo (Feggo), Nueva York, enero de 2015 – Originalmente publicado en The Manhattan Times, traducido del inglés por The Manhattan Times