PERRO QUE AÚLLA
Perro que aúllas, necesito un esclavo o un redentor.
Concédeme la gracia de serlo para mí.
Aúlla contra la noche, aúlla contra el universo.
Que nadie duerma, que nadie soporte
tu poema de aullidos, mi poema de aullidos.
Que vengan a callarte con un palo y una piedra.
Que los obligues a matarte, matarte
como a un esclavo, como a un redentor.
Que seas en esa hora el Gran Aullido.
Cuando ellos vuelvan a sus camas de costumbre,
tú continuarás aullando contra la muerte.
Que no puedan seguir con sus vidas, perro que aúllas,
si no comienzan también a aullar.
MORDER LA MANO
Morder la mano que te alimenta,
el lenguaje común que te alimenta.
La mano entendida como dependencia
y el lenguaje entendido como sumisión.
Morder la mano hasta el hueso. Triturarlo.
Transformar el crujido en música.
Morder. Hasta el hueso. O no morder.
Esperar por la palabra que echan en tu plato.
Salivar por la palabra si demora.
Darle el gusto a Pávlov. Agradecido.
PEDIGRÍ
Perros de raza, perros legítimos
que la gente lleva al parque en las tardes de verano.
Dálmatas. Cockers. Collies. Pastores.
Dejan que los niños vengan y los toquen, los acaricien;
dejan que la gente se retrate con ellos.
Esos perros, me dijiste, seguro comen carne,
seguro tienen una dieta especial.
Hay que ser un poeta de raza, un poeta legítimo,
para que te lleven a pasear a las ferias del mundo,
para que la gente te luzca y para que la gente te admire,
pero sobre todo, para comer un poco mejor.
CARRERA LITERARIA
Galgos tras una liebre mecánica.
Los poetas son galgos tras una libre mecánica.
Siéntate a verlos correr.
Un perro adelanta el cuerpo sobre otro.
Un hombre adelanta la palabra sobre otro.
Jamás alcanzarán el señuelo.
Jamás sabrán que era un señuelo.
Galgos tras una liebre mecánica.
Los poetas son galgos tras una liebre mecánica.
Haz tu apuesta sin miedo.
CONTROL DE SANIDAD
El hombre que recoge los perros
tiene alma de poeta, alma de miserable,
lo que se dice un total miserable desalmado.
Mientras él goza atrapando al animal,
la gente le mira y lo abomina,
la gente que jamás recogió un animal.
Este es mi consejo, mi lección.
Escribir como el hombre que recoge los perros:
tomar al lector por el cuello y levantarlo en vilo;
reírse aunque chille, reírse porque chilla;
echarlo en la jaula, perro entre perros;
hacerle ver que no era otra su verdad
ni otro su destino.
© All rights reserved Sergio García Zamora
Sergio García Zamora. (Esperanza, Cuba,1986). Poeta y editor. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Las Villas. Autor de Autorretrato sin abejas (Ediciones Sed de Belleza, 2003); Tiempo de siega (Premio Poesía de Primavera 2009, Ediciones Ávila, 2010); El afilador de tijeras (Ediciones Sed de Belleza, 2010);Poda (Premio Calendario 2010, Casa Editorial Abril, 2011); Día mambí (Premio Digdora Alonso 2011; Ediciones Vigía, 2012) y El Valle de Acor (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2011; Editorial Capiro, 2012). Ha obtenido los premios Fernandina de Jagua, Manuel Navarro Luna y José Jacinto Milanés. Textos suyos aparecen en publicaciones de Honduras, Puerto Rico y México. Mereció en 2012 el Premio de Poesía Emilio Ballagas con La sobrevida.