Ya en la fase final de este animado encuentro con el poeta Osmán Avilés, continuamos con la línea temática que más define el plan de trabajo de nuestro entrevistado.
Puedo agregar que ese amor a la literatura que tanta importancia tiene en tu trayectoria, es lo que me obliga a pedirte que nos transportemos de nuevo a tus años de juventud. ¿Qué experiencias en tu educación en el hogar e instrucción escolar marcaron tu trayectoria como estudiante y te sugirieron tomar un rumbo de alguna forma entroncado en una carrera de letras?
Me encantaba escuchar las historias que contaba mi familia, de cómo mi padre vino para La Habana, su relación con una familia española, de Asturias, enraizada en la Isla y que lo adoptó como un hijo. Además, las historias del lado materno, de la tradición familiar acerca del apellido Avilés, que consistía en que todo hijo primogénito nacido bajo matrimonio debía llamarse Pedro en honor al conquistador español, Pedro de Betancourt Avilés, quien es fundador del pueblo de St. Augustine, en Florida, y un ancestro de renombre en nuestra familia.
Pero esa tradición se perdió con mi tío, hermano mayor de mi madre, el último Pedro de la familia. Desde luego, no es algo de lo que me guste hablar con frecuencia, pues todos sabemos el horror que trajo la conquista para el Nuevo Mundo y este ancestro de renombre, como conquistador, hizo también su fortuna, usurpando los bienes de los nativos de América. Dicho sea de paso, en mi infancia, mi madre jugaba conmigo a interpretar metáforas mientras cocinaba su sabroso arroz congrí, el mismo que me hace aún cada vez que visito la casa paterna. Eran metáforas relacionadas con la cocina y que se utilizan en el argot más popular. Por ejemplo, diente de ajo, anís estrellado, clavo de olor, eran frases en las cuales mi madre me invitaba a pensarlas, a relacionarlas y a aprenderlas, en un gesto intuitivo de enseñanza. De manera particular, ella me mostraba la riqueza del lenguaje, así como un trocito de poesía, todo lo cual le agradezco hoy, al ayudarla a recordar esas metáforas que pululan todavía por la cocina.
En tus lecturas personales y las de rigor en la Academia, ¿qué autores te impactaron más, los nacidos en la isla, los de Europa, los de Latinoamérica o aquellos que provenían de los Estados Unidos? ¿Nombrarías algunos preferidos?
Probablemente los autores sobre los que he escrito han sido aquellos que me impactaron más, pues uno debe enamorarse de ellos, profesar un amor literario, para dedicarles una página crítica. Sin embargo, hay muchos autores hispanoamericanos que me han atraído por su obra o por un hecho particular de sus vidas o de sus muertes que tal vez no me alcance el tiempo para escribir sobre sus obras, por ejemplo, Federico García Lorca, Cesar Pavese, José Asunción Silva, Jorge Luis Borges, Severo Sarduy, entre otros. Además, hay teóricos que han ganado mi atención por el tema de la poesía, como Peter Dronke, Alber Béguin, Esteban Tollinchi y últimamente, Carl Gustav Jung, quien, aunque psicólogo, me ha atraído por la afinada exactitud en su idea del inconsciente frente al arte poético.
Presentación del libro sobre la poeta puertorriqueña Julia de Burgos.
Pues la lista constituye una robusta columna en la formación intelectual de un escritor isleño como eres tú. Supongo no es nada fácil convivir con un definido bagaje intelectual cuando existe un compromiso tan peculiar como el que has tenido con la iglesia católica. Esta convicción me lleva a otra pregunta. Concluyendo ya nuestro encuentro: pasemos entonces a esa línea existencial que ha ocupado gran parte de tu vida. He escuchado de labios laicos, que este doble aprendizaje, moldeado por las peculiares circunstancias en Cuba, fue importante para ti. ¿Recuerdas alguna incidencia en particular que contribuyera a definir esa inclinación? Creo que escuchar tu versión de la experiencia con estos dos conceptos, por lo regular unidos en el acontecer social, será una verdadera sorpresa para algunos de los lectores, mientras que muchos estarán picados por el germen de la curiosidad. Se me ocurre entonces, pedirte que nos muestres tu visión de este fenómeno en tu vida como adulto.
Bueno, como te he expresado antes, pasé casi toda mi juventud yendo a la Iglesia. Durante muchos años, me sentí parte de ella, estaba del lado de ella. Por eso, escribí varios artículos sobre la religiosidad en autores españoles con el propósito de ilustrar esa zona ausente de la enseñanza escolar cubana, una manera personal de mi desenfado. Por cierto, he intentado recuperar esos artículos de la revista digital donde trabajé varios años y, al parecer, se han perdido, como tantos otros artículos de gran valor, escritos por colegas nuestros en la Isla, lo cual me parece una insensatez, por la ruptura con el legado literario de esa revista. No sólo mi trabajo con los autores españoles da cuenta de esa visión sacra en la literatura escrita por ellos. Si te detienes a pensar, Dulce María Loynaz y Serafina Núñez eran religiosas, tocaron el tema religioso de una forma u otra en sus obras y ambas fueron mujeres disidentes que vivieron toda su vida en la Isla. Escribir sobre ellas resultó ser una labor de justa presencia y reconocimiento literario frente a la política cultural en Cuba.
Ahora bien, la idea de abrazar la vida religiosa había sido siempre una posibilidad, sobre todo, al mirar a otros amigos, jóvenes como yo, que optaban por la vida consagrada. A los treinta y tres años salí de casa de mis padres, en esa ocasión para formarme un camino de consagración y entré a la orden de los frailes menores conventuales en una ceremonia íntima, que se realizó en la capilla del Convento que se encuentra en la calle Cuba, en la Habana Vieja. Tenía la maleta repleta de sueños e ilusiones, pero la vida en un convento no es igual a como se ve fuera y allí debí aprender a lidiar con la neurosis de los frailes, con el chisme y la violencia emocional. Triste decirlo. Venía con el ego de mi vida anterior, donde había tenido cierto éxito, y este fue minado por una crítica dolorosa. Sin querer abundar en esta experiencia, conocí el lado oscuro de la vida conventual y mi enamoramiento del primer tiempo fue decayendo poco a poco, como en una relación de pareja, solo que mi prometido, Jesús, no venía a auxiliarme y fui apartando mi mirada hacia otras distracciones, las cuales no me siento capaz de revelar ahora. Sin embargo, hay un libro inédito que escribí sobre mi etapa de noviciado en tierra mexicana, donde acudo al flash back, como técnica para narrar hechos acontecidos en el convento de La Habana. De mi etapa en Totolapan, pueblo al sur de México, no puedo decir que tuve buenas relaciones con los jóvenes novicios. Me parecían tan inmaduros y, desde luego, esto se debía también a la brecha de edad que existía entre nosotros. No voy a contar aquí lo que sucedió después, porque todo está en el libro, y la curiosidad natural por leerlo se perdería si conocemos esta historia a priori. No obstante, puedo decir que la narrativa es variopinta, burlesca, muy atrevida, y dejo muy mal parados a los frailes conventuales mexicanos.
Portada de SERAFINA NÚÑEZ: LA VERDAD AMANECIENDO.
Espero ser uno de los primeros lectores de ese cuaderno inédito que guardas con justificado celo. De mi parte, puedo decir que literalmente, te conocí en la tertulia del poeta Joaquín Gálvez en su «antigua sede» El Café Demetrio de Coral Gables. Allí presentabas tu libro Serafina Núñez: La verdad amaneciendo, en el que analizas la obra de esta fina poeta cubana. Me autografiaste una copia. Quedé tan impresionado, que le publiqué a Ramón Muñiz su prólogo a aquel cuaderno. Luego nace la segunda versión de otro libro que presentaste en Miami, el 23 de junio del 2023: Pilares de un reino, un acercamiento a la gran poeta Dulce María Loynaz. El libro de Julia de Burgos, que es precisamente tu tesis de Maestría, que como dices, recibió el Premio de la Academia Puertorriqueña y del programa graduado de Estudios Hispánicos, se presentó en el mes de febrero en San Juan, Puerto Rico, con la presencia de las hermanas López-Baralt, una de las cuales es la prologuista. Esta secuela de análisis a mujeres poetas me impulsa a preguntarte: a la hora de publicar acercamientos a la poesía, ¿qué factores te impulsan a lo que se me antoja ser tu predilección por mujeres poetas?
En la antigua «La otra esquina de la palabra», de izquierda a derecha: Osmán Avilés, el poeta y anfitrión Joaquín Gálvez, con el profesor-reseñador Ramón Muñiz.
En efecto, todas las poetas que mencionas y aun otras, todas autoras caribeñas, son parte de una predilección por la poesía escrita por mujeres. En ocasiones, he escrito para justipreciar su obra varada en el olvido, o para mostrar una de las vertientes del yo poético de esas poetas, quienes vivieron en sociedad y debían enfrentarse a la mentalidad patriarcal dominante de su tiempo. Esa posición desventajosa fue acaso un impulso para alcanzar cierto reconocimiento social, pues como sabes, la fama es algo superfluo, tan espontáneo como un flash fotográfico y muchas veces, la luz de la cámara no precede a la siguiente fotografía. Puede ser que haya otros factores, es posible acaso un autorreconocimiento por el valor de ellas expresarse desenfadadamente y también, como he dicho antes, un enamoramiento, un amor ideal, el que da sentido pleno al acto creativo.
Osmán Avilés, autor, y Danae C. Diéguez, en la celebración de la puesta en circulación de la segunda edición de Pilares de un reino: una incursión por la obra de dulce María Loynaz.
De hecho, con respecto a la relación de tu labor con las mujeres poetas, fenómeno que ha motivado más de un acercamiento crítico en tu labor de escritor, puedo afirmar que al resaltar la producción poética de estas figuras femeninas icónicas —paradigmas ya de la literatura hispanoamericana— tus palabras son muy halagüeñas y significativas. La selección confirma tu entusiasmo y dedicación, y sellan una trayectoria productiva que no termina. Te felicito por tu determinismo en esta afición tan exigente y a la vez gratificadora. Te auguro un futuro lleno de proyectos exitosos en esta orientación tan necesaria en un mundo que tiende a hundirse en la frivolidad y la distopía.
En cuanto a tu entusiasmo por la fotografía y la peculiaridad de expresar esa adhesión en forma de poemas, concuerdo contigo, y aprecio tu intento de enlazar dos medios estéticos que se mueven en esferas quizás muy diferentes ante el ojo lego. Me permito entonces agregar que presiento que existe en tus trabajos un coqueteo muy peculiar con la imagen —o imago, aquel giro predilecto de Lezama Lima—. Esto se hace literatura, no exclusivamente cuando la presentas calada por el ojo fotográfico que posees, o cuando te paseas en el pasatiempo de la fotografía o en definitiva, cuando creas textos encausados ya por el tema central del libro, llámese Un vintage en la basura o Los remantes de un vintage. Siento también esa presencia transformadora, cuando te vales del recurso del meta-texto. Es una particularidad a todas luces tácita, pero, como bien sugieres, no reconocida por parte del público que se atreve a leer tus poemas. Quizás carezca yo del duende de la poesía o el recurso de la crítica literaria para analizarla y transmitirla; pero sé que no me azota el miedo a romper el papel de entrevistador. De ahí que, como muestra de mi agradecimiento por tu generosa disponibilidad y sentido de camaradería en el presente proyecto informativo, me arriesgo a concluir el encuentro con uno de tus poemas. En esta selección en particular, veo un sutil toque de ironía existencial y un magistral retrato de los tristes límites de la genialidad en su a veces trágica lucha o contraposición frente a los embates de la realidad. La comparto con mis mejores deseos de salud y éxito para ti, poeta, profesor y crítico literario que has sabido despertar mi interés y el de muchos otros en lo que haces. Abrazos fraternos y feliz lectura.
VARIACIONES CON PIE DE ADAGIO.
Amadeus parece un tentador del infinito
Compone melodías que emanan gozo y orquestan desolación
Cuando cree alcanzar la belleza aumenta su sed
la música
el deseo
ese regocijo en las tardes cerradas del espíritu
y hace variaciones desde los fanales del vivir
Desde sus costumbres taciturnas
Amadeus no entiende cuánto de humano hay en la conquista de la belleza
Y se joroba sobre el papel
pensando en los alegres días de Baden.
Osmán Avilés, autor.
Quod scripsi, scripsi.
FIN PARTE III
© All rights reserved Héctor Manuel Gutiérrez.
Héctor Manuel Gutiérrez, Ph.D., es instructor de español avanzado y literatura hispana. Funge como Lector Oficial de Literatura y Cultura Hispánicas en el programa de evaluación superior Advanced Placement, College Board/ETS. Colaborador mensual de la revista musical «Latin Beat», Gardena, California. Miembro/fundador de la revista literaria «La huella azul», FIU, Miami, Florida. Editor de contribuciones, «Revista Poetas y Escritores Miami», Miami, Florida. Colaborador «Revista Suburbano», Miami, Florida. Colaborador/ columnista, «Nagari Magazine», Miami, Florida. Colaborador «Linden Lane Magazine», Fort Worth, Texas, Colaborador, «Insularis Magazine», Miami, Florida. Es autor de los libros: Cuarentenas, marzo 2011, Cuarentenas: Segunda Edición, Cuando el viento es amigo, Dossier Homenaje a Lilliam Moro, De autoría: ensayos al reverso. Les da los toques finales a Encuentros a la carta: entrevistas en ciernes, a publicarse en 2024, La utopía interior: estudio analítico de la ensayística de Ernesto Sábato, a publicarse en 2025, y la novela El arrobo de la sospecha, a publicarse en 2026.