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Abril 2024

OJO EN CELO, corazón que siente: sobre Ojo en celo/ Eye in Heat, de Margarita Pintado, traducido por Alejandra Quintana Arocho. Elidio La Torre Lagares

Leer un poemario que son dos que son uno mismo.

Llega a mis manos Ojo en celo/ Eye in Heat (The Arizona University Press, 2024), de la cotizada poeta puertorriqueña Margarita Pintado, en traducción al inglés de Alejandra Quintana Arocho, y pienso que aquí no hay traducción en dos canales como si se tratara de la selección de audio al momento de ver una película. La obra de Pintado y Quintana Arocho funciona como dos cuerpos léxicos que se deslizan por una superficie bidimensional de una sola cara, mejor representado por el principio de la banda de Moëbius. La tira plana, al principio, tiene propiedades sorprendentes una vez que se le da un giro y se une en un bucle retorcido. Similarmente, Ojo en celo/ Eye in Heat tiene propiedades topológicas únicas que le han merecido el Premio Ambroggio de la Academy of American Poets.

El logro de Quintana Arocho, me parece, es el punto de partida, que es la frase que da título al libro. Tener el “ojo en celo” opera como una metáfora poética que sugiere una intensa y apasionada observación o percepción del entorno, o el trabajo del poeta. No se refiere literalmente a un ojo en estado de celo, como lo experimentarían los animales en época de apareamiento, sino que utiliza el término «celo» en un sentido figurado para denotar una atención aguda y un deseo ferviente de capturar la esencia o la belleza de lo observado. La mirada queda profundamente comprometida con el mundo como paisaje, escenario o dimensión. Pero también hay un estadio de celo, de necesidad copulativa con el lenguaje, con el mundo.

Margarita Pintado absorbe cada detalle y cada experiencia sensorial con intensidad pasional desde el primer poema. «Para el ojo en celo/ y en brote de sequía//el azul del cielo disgregado/en cada grado de arena//flamea en la retina/ que finge y eyacula//sobre la orilla blanca/ de una página// el sueño mojado/ del poema», lee el poema. En su forma, los dísticos trabajan en flujo constante, más que encabalgados, vertidos como un líquido que termina en ese «sueño mojado del poema». Es una estructura compleja dentro de su minimalismo. Y el título sugestivo establece un tono intrigante al establecer una conexión íntima entre la observación y la pasión, anticipando la exploración del poema sobre la creatividad y la percepción como un modo de lo autoerógeno, un efecto que es igual de intenso en la versión de Quintana Arocho.

Ojo en celo/ Eye In Heat destaca por la sensibilidad artística y el extrañamiento de la observadora, voz hablante o poeta con sus objetos de contemplación. Observar es, después de todo, casi un acto de traducción e interpretación en sí mismo. Ciertamente, traducir un poema, a primera vista, podría parecer una operación lateral entre dos códigos que corren paralelamente y cuya unidad de medida es la palabra misma. La operación que consiste en convertir o revertir no tiene que tomar un texto al pie de la letra o tomar la palabra literalmente. Basta con transmitir la idea, la figura, la fuerza. Es decir, traducir es otra escritura, una de carácter interpretativo.

Traducir es sentir el poema, hacerlo de uno, deglutirlo para devolverlo en otra forma de lectura.

Margarita Pintado vive en estos poemas. Sus sentidos abiertos son las herramientas poéticas para conectar al lector con el mundo natural y con las experiencias compartidas desde una experiencia cotidiana singular. Pero, como diría Coleridge, la percepción va más allá de la mera sensación física. En Ojo en Celo/ Eye In Heat, los sentidos son solo una parte de un proceso más amplio de percepción que implica la mente, las emociones y la imaginación. El libro —el poema— es un campo dinámico de energía que va desvelando un acercamiento procesal hacia la construcción poética. Palabras, imágenes, sonidos operan orgánicamente en la intensidad que requiera el momento, algo que la traductora Quintana Arocho recrea sin dejar pasar los respiros del original.

Pintado queda así comprometida con cada palabra y frase que llega cuidadosamente curada en una poética de la carencia y el deseo. La poesía recurre en lo que fluye y se transforma, y de ahí que más que un ojo alerta, encontremos un cuerpo sensorial hecho de bellezas y fragilidades que se dicen desde una intimidad de quien conversa a solas, lo que logra producir espacios que se enuncian, por ejemplo, desde una ventana, una playa, la memoria, o el vacío. Es un poemario apaisado, con un lenguaje que pulsa sin más agresión que de sacudir las limitaciones de la comunicación y la percepción, entre la expresión y los afectos. Queda la idea, de algún modo, de que el lenguaje es inherentemente insuficiente para capturar la complejidad de la experiencia humana, lo que conduce a esa sensación de desconcierto y ambigüedad que deja el libro.

Desde esa búsqueda de un lenguaje que pueda articular lo abstracto, Margarita crea una arquitectura habitacional que pugna con los significados. Las hablantes del poema frecuentemente se encuentran mirando por la Ventana, como en el poema “Un suceso”, donde alguien espera de que algo suceda. Un suceso, claramente, es algo que ocurre, pero en el poema nada ocurre. La voz del poema dice: «A veces uno siente que no pasan cosas» pero no es así: el lenguaje, como acción en el tiempo, ocurre; el poema es lo todo lo que ocurre.

Mientras la enunciante mira por la ventana, nos percatamos de que la ventana conecta y separa. Demarca la brecha entre la realidad exterior y la vida interior de los cuerpos que pueblan el poemario. Las ventanas también simbolizan la libertad y la creatividad. Y al final, el poema «Un suceso» desafía la idea de una realidad objetiva y universalmente reconocida donde a veces el lenguaje no da abasto.

En «Bosquejo del llover», nos recreamos en la escritura minimalista, en el lenguaje evocativo y la provocación cadenciosa. Es un poema que acciona, como diría William Carlos Williams, desde un campo de acción como el espacio del tema de un poema y de sus materiales, similar al del sueño. Un espacio para el cumplimiento de los deseos. En este caso, la lluvia se presenta como un proceso en curso, no como un evento estático. La metáfora del «llover que siempre ocurre cuando lenta, suave», sugiere un proceso continuo de lluvia que trasciende el tiempo presente y se pierde en la inmensidad. En el poema siempre estará lloviendo.

Ojo en Celo/ Eye In Heat trabaja la estructura y la forma de cada poema a partir de las características inherentes al texto, según sea el caso; es ese «campo de experiencia» que el poeta está tratando de expresar. El logro de la traductora es, precisamente, que no deja que esto se pierda. Así, los poemas continúan balanceándose entre el lenguaje y la representación al explorar las limitaciones de la comunicación y la expresión. La idea de que el lenguaje es inherentemente insuficiente para capturar la complejidad de la experiencia humana produce sensación de desconcierto y ambigüedad, sea en inglés o en español. Mas aun, divido en dos movimientos, el primero titulado «Naturaleza muerta/ Still Life» y el segundo «Su sonrisa es un imán/ His Smile Is A Magnet», hay una luz intensa que proviene desde la mayor necesidad de las emociones humanas: el amor, que es su propio lenguaje.

Y así es. El amor es refugio. Santuario. Cobija. Y salva.

Y mientras lo sea, que sea; pues si el ojo vive en celo, el corazón siente.

 

 

© All rights reserved Elidio La Torre Lagares

 

 

Elidio La Torre Lagares es poeta, ensayista y narrador. Ha publicado un libro de cuentos, Septiembre (Editorial Cultural, 2000), premiada por el Pen Club de Puerto Rico como uno de los mejores libros de ese año, y dos novelas también premiadas por la misma organización: Historia de un dios pequeño (Plaza Mayor, 2001) y Gracia (Oveja Negra, 2004). Además, ha publicado los siguientes poemarios: Embudo: poemas de fin de siglo (1994), Cuerpos sin sombras (Isla Negra Editores, 1998), Cáliz (2004). El éxito de su poesía se consolida con la publicación de Vicios de construcción (2008), libro que ha gozado del favor crítico y comercial.

En el 2007 recibió el galardón Gran Premio Nuevas Letras, otorgado por la Feria Internacional del Libro de Puerto Rico, y en marzo de 2008 recibió el Primer Premio de Poesía Julia de Burgos, auspiciado por la Fundación Nilita Vientós Gastón, por el libro Ensayo del vuelo.

En la actualidad es profesor de Literatura y Creación Literaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha colaborado con el periódico El Nuevo Día, La Jornada de México y es columnista de la revista de cultura hispanoamericana Otro Lunes.

 

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