Agradezco a Alejandra Ferrazza -y al equipo todo de esta revista- por su gentileza al solicitarme nuevas colaboraciones. Les envío 12 textos –cual si fueran 12 apóstoles– que atañen al ser humano, especialmente a los más excluidos o sufren conculcaciones de su dignidad, antes y hoy mismo, al vaiven de los ‘Papeles de Panamá’ y demás guaridas fiscales y leyes sólo justas con los poderosos. Vayan estas sílabas a merodear por las consciencias de todo aquel que todavía no haya sido anestesiado o siga creyendo en las purezas o impurezas de la Poesía. (A. P. A.)
OJALÁ QUE NUNCA TE SUCEDA
A ti te tocará otra suerte
cuando se aleje la bonanza
y, al mirar en su vientre seco,
querrás ir tras el pan para los tuyos.
Serás como el recién llegado
que busca comida en la basura
y debe dormir bajo los puentes
mientras todo brilla por arriba.
Tú habías perdido la memoria
de esa pasada ciudadanía
que ataba las hambres a su cuello
y el trabajo a la servidumbre.
Pasarás desmedidas privaciones
para lograr empleos miserables
que los jóvenes del lugar no quieren
y tú harás con puntual esmero.
Todos viajamos en un mismo barco
que sube y baja con la marea.
Por el oro nunca te envanezcas
pues bien puede faltar mañana.
Sí: ojalá que nunca te suceda.
HUMILLACIÓN DE LA POBREZA
(Nino de tres años vendiendo chicles)
No decir tu nombre. Decir tus ojos reflejando fríos
decir tus manos extendidas; decir que perdiste niñez
porque un remolino de pobreza te estrelló por calles
donde escuchas palabras bruscas y palabras huecas.
No decir tu país o tu ciudad. Decir tu futuro en vilo,
dependiendo de valentías o vergüenzas devoradoras;
decir que subsistes en medio de los días quemados
y que no desfalleces aunque todavía eres vulnerable.
No decir el color de tu piel. Decir que las hambres
te gritan desde que naciste; decir que tu foto no sale
en las páginas sociales; decir que el día te hizo cauto
y que la noche y sus rapaces están ahí para devorarte.
No decir discursos políticos o teológicos. Decir que
nadie remienda tus zapatos; decir que tu desamparo
se debe al orbe asqueroso de la codicia; decir llanto,
injusticia procaz, rabia ciega; decir pan mío para ti.
LAS MONEDAS
Se han puesto
a contar las monedas
que cobraron tras
el desahucio.
Así es la servidumbre,
sin pudores, pura erosión
de aquella algarabía
de unos pocos
saqueando a muchos.
Llegaron los mercaderes
y el ladrón presta
al prestamista, y el pordiosero
increpa al pobre
de nueva credencial
tras el eclipse.
Las monedas.
Se van. Vuelven. Defecan
su óxido sobre los peces
y los panes. Incitan
al simplísimo
crimen del hambre.
Ni dos peras
ni dos manzanas te dan
sin ellas.
SER O NO SER
No digas
que estás con las víctimas,
si eres del clan
de los verdugos.
No se inflen de pueblo
tus pulmones,
si no asumes
sus asuntos.
No hables
del pan para el mañana,
si los demás
no tomaron desayuno.
RESISTENCIA
Día tras día
te persiguen los feroces
con sus gritos
y condenaciones.
No toleran
el perfil invicto
de tus bolsillos vacíos,
el temple
de tu mucha exigencia
y el no mentir
jamás.
¡Están perdidos
en su mal gobierno,
ansiosos por usar
sus hachas!
Hoy mismo tu voz
tuerce sus hablas
que no tocan verdad.
La tuya es la historia
de los que resisten.
CAMPO DE REFUGIADOS
Y estos niños ¿qué combates perdieron sin haberlos provocado?
Mujeres que solo esperan para enterrar a sus criaturas.
Pues yo miraba ancianos entre el polvo o el barro de esos laberintos,
hombres enfermos que ya ni cuentan lo que han vivido.
Otra vez la gente agolpándose en el centro de mi corazón,
otra vez la humanidad sin entonar su mea culpa.
CARTEL
En la calle un hombre muestra
su cartel: “Sin trabajo
y sin recursos”.
En cuclillas, cierra los ojos
y muerde sus labios,
sin pausas.
Acudo hasta su último peldaño,
porque hace mucho
que está agotado
Vale tratar de ayudar:
es preferible.
MIRADA QUE RUEGA
Un ojo despierta
y el otro quiere dormir,
magnetizados
por las mortales peripecias
que tan pronto pudren
la vida.
Anclada en su necesidad,
tal mirada ruega
sobre el polvo del
camino.
Y pone a prueba tu fe,
invitándote
a pasar hasta el fondo
de su pena.
Unos ojos de niña
saben que no es
casualidad
tanta pobreza.
(Al pintor José Carralero, amigo)
HONESTIDAD
Una tela de araña
flotando,
cumpliendo la misión
de ocultar el horizonte.
Algunas manos sucias
y el desinterés
de la mayoría.
Y tú,
buscando eliminar
el asco,
las pústulas
que imponen su gusto.
Ser honesto
es la debilidad
que te hace fuerte.
PREFIERO ESCRIBIR DE LO QUE RASPE MI CORAZÓN
Yo nunca había escrito nada
del trabajo enjaulante
que clava sus agujas
en la espalda de los que cada sábado
tienen el cuerpo aleteando
sus ayes.
¿Es que nada debería decir
del trabajo que hipa subterfugios
para hacer trata de blancos o negros?
¿Es que debo callar como la mayoría
que cree bonito su feo silencio?
¿Es que el vivir mansamente,
con la boca desdentada,
nos hace caer en la indiferencia?
Tanto se ha acomodado la gente
que todo son remilgos a la hora
de anotar lo que avergüenza
o sobresalta.
¡Ay con la embriaguez de la bonanza
y con las rimas de salón
políticamente correctas!
Prefiero escribir de lo que raspe
mi corazón.
LOS HUESOS DE ALREDEDOR
Estos huesos de la fosa descubierta
iban por el camino recto
de la vida.
Desde hoy cambiarán de postura: sólo de lugar,
nunca de destino, nunca como esos
cuya baba era de cal y de estólida locura
fusilante.
Hoy Pepe Mateos ha encontrado los huesos
de su padre (1936-2007): hoy lo he visto sudar
bajo un cielo de granizo.
Lo he visto en un pueblo de Castilla, escarbando
la tierra con sus uñas y con el ADN de su sangre.
Lo he visto exhumando 14 cadáveres hasta
ordenar sus huesos más queridos.
Hoy he visto llorar a Pepe Mateos,
llorar con ojos de huérfano, como niño todavía
con sus lagrimales resecos
soportando veintitrés mil días de duelo.
Lo he visto en Pelabravo
limpiando los huesos del padre para inhumarlos
como corresponde, para que la muerte
no siga amasando más tristezas.
Lo he visto conversando con Luis Calvo
mientras peinaba sus canas y guardaba las gafas,
porque desde hoy puede ver
cómo se alarga la sombra de su padre,
ya libremente
por la fría meseta castellana.
EL CIRCO
Instalado el circo para la función incancelable
la multitud se inflama bajo una carpa en cuyo ruedo
el anfitrión anuncia el comienzo de las payasadas.
Me sobra dolor para reír felicidades inventadas.
Basta raspar el maquillaje para ver que los payasos
están a punto de llorar, que el griterío agota su paciencia,
que confluyen desastres vitalicios transitando
la humedad de sus miradas.
En las gradas galopa la desmesura
porque persisten olvidos de otras desesperaciones,
partes del mundo dando aletazos de despedida,
ejecuciones por partida triple… Hay una desmemoria
general que sale a relucir, exhalando el veneno
de sus propias leyes conculcantes.
Más allá de los aplausos, el anfitrión ansía coronarse
como el más visible de los cruzados,
como el más obsequioso de los parlanchines,
como el prócer que guiña a la masa creyéndose admirado.
Lanzo piedras contra la jaula y acallo el parloteo
inexplicable que sale de su boca. La culpa
no es de los payasos contratados para esta comedia
ofrecida a quienes nada importa el asco del trasfondo.
Hay grosera embriaguez ubicua, repentinos palos
de ciego: moho, mucho moho en la corona
y en la caperuza del anfitrión que ahora gesticula
como un orate, arañando el aire con negros dedales,
contaminándolo con sus gases.
Miro y creo verlo como un espantapájaros
cuyo sastre empeoró su villana figura. En las gradas exigen
potro de tortura para quien lanzó las piedras
que frustraron promesas de nuevos paraísos en lengua
del anfitrión. Me pongo a dormir y sueño
que los vociferantes serán abducidos por el gran ojo
de su propia ceguera. Y ruego que no pasen necesidades
los pobres payasos contratados para la farsa, los equilibristas
que se desmayan siempre, los enanos que no pueden
digerir grandes parloteos, los domadores de elefantes
con mil años encima… Me despierto y hablo
con voz tronante para que nadie ampute la vida de muchos,
ni les impulse a saltar a la arena de los leones.
Éste el precario aporte
a lo doméstico de mi propio tiempo.
© All rights reserved Alfredo Pérez Alencart
Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Poeta y ensayista peruano-español, profesor de derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca desde 1987. Fue secretario de la Cátedra de Poética “Fray Luis de León” de la Universidad Pontificia (entre 1992 y 1998), y es coordinador, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Actualmente es columnista de los periódicos La Razón y El Norte de Castilla, así como de varios diarios y revistas digitales de España y América Latina. Poemarios suyos publicados son: La voluntad enhechizada (2001), Madre Selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo del Alma (2009), Estación de las tormentas (2009), Savia de las Antípodas (2009), Aquí hago justicia (2010), Cartografía de las revelaciones (2011), Margens de um mundo ou Mosaico Lusitano (2011), Prontuario de Infinito (2012), La piedra en la lengua (2013), Memorial de Tierraverde (2014), El sol de los ciegos (2014), Hasta que Él vuelva (2014), Lo más oscuro (2015), Los éxodos, los exilios (2015) y Al pie del estribo (2016). También las antologías Oídme, mis Hermanos (2009), Da selva a Salamanca (2012), Antología Búlgara (2013), Monarquía del Asombro (2013), Regreso a Galilea (2014) e Invocação/Invocación (Antología portuguesa, 2014). Hay un ensayo sobre su obra, Pérez Alencart: la poética del asombro (2006) de Enrique Viloria, y Arca de los Afectos (2012), homenaje de 230 escritores y artistas de cuatro continentes. Su poesía ha sido traducida a 25 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi” (Venezuela, 2009), el Premio “Jorge Guillén” de Poesía (España, 2012) y el Premio “Humberto Peregrino” (Brasil, 2015), entre otros.