Gerardo Etcheverry nació en el mar del Plata, Argentina. Y allí desarrolló su pasión por el mar y la ciudad que le vio crecer. De pequeño tuvo inclinación por el dibujo y todo lo relacionado con el tema del color. En 1992 se estableció en EE.UU en su declaración de principios como artista afirma “En cada combinación que hago con el color en mis dibujos y pinturas no sólo está mi voluntad, sino la que Dios me ha dado. Esta es mi verdadera fuente de inspiración”
En la galería Espitia de Wynwood, Miami, Gerardo ha expuesto dos piezas basadas en el aprovechamiento del reciclaje de materiales. Una deferencia y una denuncia a la vez de cómo hoy se encuentra el medio ambiente en nuestro maltrecho planeta.
La primera obra es una representación clásica de lo que puede ser la ciudad. Un vista general de unos rascacielos que por su composición parece un retrato de Manhattan cuando la vemos desde Brooklyn. En la parte inferior aparecen los ciudadanos en distintas relatos que el autor intenta enfatizar para que tomemos conciencia del momento y el espacio que habitamos; es decir, atrapados por la era tecnológica.
En la segunda obra aparece un personaje con dos teléfonos en cada mano. La pieza se divide en dos partes: la del torso hacia arriba está enmarcada como si fuera un cuadro; hacia abajo, es decir donde se ubican las piernas, presenta externa al encuadre. Las fragmentos en los cuáles están integrados las obras, son distintos componentes electrónicos: teclados, pantallas digitales, circuitos internos, cables, conectores etc. Conceptualmente la obra funciona como un target. Un mensaje a quiénes olvidan la manera en que hoy vivimos: atados y sujetos a un artilugio llamado celular o móvil, según la zona geográfica que habitemos. Formalmente es muy potente e incluso inquietante, aunque a mi entender hubiera acentuado mejor el desequilibrio visual – en este caso como algo más tangible- si hubiera suprimido el teléfono que sostiene en la mano izquierda del sujeto. “Lo hice para enfatizar más la realidad…mucha gente tiene más de dos teléfonos encima”, nos dice Gerado para defender su posición. La borrosidad y confusión direccional que produce a la vista estar ante una cantidad innumerable de números y circuitos frente al espectador, es de una gratitud vibrante y, a la vez, positivamente molesta. El espejo donde nos miramos como individuos no es muy alentador que digamos.
La obra de Gerardo está basada en el compromiso social y yo diría hasta político si entendemos este término como originariamente surgió: como un asunto de la polis, es decir, de la ciudad-estado en que los griegos asentaban su modo de convivencia. Es precisamente en este último término en el que nuestro artista pone especial atención y en otro donde se marcan las leyes que permiten el diálogo y la escucha: la comunicación.
Sólo una anécdota. En una noche invadida por el gentío que acude al distrito de arte de Wynwood cada segundo sábado de mes : los dos estuvimos pegados al teléfono y a los mensajes, hasta encontrarnos frente a frente en la galería. Nada… contradicciones del oficio; necesarias, quizás, para profundizar en el lenguaje de denuncia que tan exitosamente expone en sus trabajos visuales. ER