Nunca me abandones
Kazuo Ishiguro (Nagasaki, Prefectura de Nagasaki, Japón, 1954)
Traductor: Jesús Zulaika Goicoechea
Barcelona, Anagrama, 2005
360 págs.
Nunca me abandones es una obra maestra. Es cierto que habrá lectores, y además muy buenos lectores, que no puedan o quieran apreciarla debido a su particularidad, pero, en mi opinión y manteniendo gustos personales aparte, no deja de ser un verdadero tesoro.Antes de comenzar, me gustaría dejar claro que, por supuesto y como siempre, esta reseña versa sobre la novela de Kazuo Ishiguro, y no sobre la película de Mark Romanek que se estrenó más tarde en 2010.
La sinopsis nos traslada al internado Hailsham para sumergirnos en la vida de un grupo de adolescentes aparentemente normal, que hace deporte, va a clase de arte donde sus profesores tratan de estimularles con especial perseverancia la creatividad, descubre el poder, el amor, el sexo, etc. Hailsham es «una mezcla de internado victoriano y de colegio para hijos de hippies de los años sesenta donde no dejan de repetirles que son muy especiales, que tienen una misión en el futuro, y se preocupan por su salud». Además, «los jóvenes también saben que son estériles y que nunca tendrán hijos, de la misma manera que no tienen padres. Kathy, Ruth y Tommy fueron pupilos en Hailsham, y también fueron un triángulo amoroso. Y ahora, Kathy se permite recordar Hailsham y cómo ella y sus amigos descubrieron poco a poco la verdad».
La editorial nos invita a la lectura con un sugerente «El lector de esta novela, utopía gótica, irá descubriendo con Kathy que Hailsham es una representación donde los jóvenes actores no saben que solo son el secreto terrible de la buena salud de una sociedad». En efecto, la puesta en escena es más que curiosa, en un colegio en plena Segunda Guerra Mundial donde las relaciones sexuales están libremente permitidas y sin embargo están prohibidos los libros de Sherlock Holmes por su alto contenido en nicotina… y hasta aquí puedo contar.
La novela, como decía inicialmente, resulta fascinante. Se trata de una obra de ciencia ficción que al mismo tiempo resulta aterradoramente realista, y esto se lo debemos a la maestría con la pluma del autor: «Es verdad, es un fabulador, un escritor irónico, y bajo su máscara cortés, amable, sus maestros son Kafka y Beckett. Y ambos son escritores cómicos; y las novelas de Ishiguro, conmovedoras, crueles, llenas de sufrimiento y decepciones, son también curiosamente divertidas» (Louis Menand, The New Yorker).
Kazuo Ishiguro está considerado uno de los mejores escritores contemporáneos, y no me sorprende. Nació en Japón en 1954 pero se mudó a Inglaterra en 1960 donde estudió la carrera y reside en la actualidad. Como curiosidad, en 1995 fue nombrado Oficial de la Orden del Imperio Británico, y, en 1998, Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno francés, y lo más importante, su obra está compuesta por la humilde cifra de ocho novelas, las cuales han sido traducidas a más de cuarenta idiomas, todas ellas premiadas, hasta que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 2017. Sus títulos son Pálida luz en la colina, Un artista del mundo flotante, Los restos del día, Los inconsolables, Cuando fuimos huérfanos, El gigante enterrado, Nunca me abandones, y Klara y el sol, además de un libro de relatos, Nocturnos. En concreto, Nunca me abandones fue nominada al premio Booker en 2005, el premio del Círculo de críticos literarios del Reino Unido de 2005 y el premio Arthur C. Clarke en 2006.
Con una biografía de estas características no es difícil predecir un resultado exquisito, pero, aun así, y como ya hemos visto con otros autores, el éxito no siempre define la maestría, aunque en este caso sí coinciden.
Con respecto a la trama, se trata de una historia de ciencia ficción tan elegante como inquietante, pero conmovedora y perfectamente construida. Una fábula de tintes distópicos y futuristas que pueden ser el origen tanto de su furor como del tedio de muchos.
Ishiguro plantea a través del descubrimiento personal una casuística que, aunque ficticia, pone en escena todo un elenco de sentimientos, decisiones, relaciones, y, en definitiva, al ser humano por completo tanto en su plano físico como espiritual, empujando al lector a través de una marejada profunda y emocionalmente plena. El fondo de la trama, además, nos invita también a reflexionar sobre la vida en general, sobre lo que hay más allá, quiénes somos, cuál es nuestro cometido en la vida y nuestro destino.
Con respecto a los personajes, poco más puedo decir que no vaya en línea con lo ya comentado dado que están perfectamente diseñados para desempeñar su función, reflejando como todo su contexto la maestría de su autor.
Por último, en la narrativa, Ishiguro guarda un estilo delicado y directo a la vez, sutil y realista, que traza la descripción con ligereza y sucede las líneas con un ritmo pausado, pero no lento, casi musical. Su lectura resulta fluida, nada compleja, pero bien hilada y entonada, manteniendo al lector en guardia, pero en un estado agradable, sin despertar una avidez devoradora, pero sí una curiosidad lo suficientemente fuerte.
El enfoque se plantea desde el futuro a través de la visión personal de Kathy, lo cual facilita también al lector una conexión personal con el personaje y por ende con la novela, el establecimiento de la empatía y el sentimiento de identificación que caracteriza toda buena obra. El recurso de los recuerdos, además, es particularmente emocional y el autor sabe cómo emplearlo.
Por poner un «pero», diría que hay determinadas cuestiones que quedan algo abiertas y ciertas escenas resultan un poco confusas de más, pero no es un problema lo suficientemente acusado como para desequilibrar la balanza. ¿Podría haber aprovechado la idea para sacarle más provecho? Seguramente, y el resultado habría lanzado al autor al auténtico estrellato, pero la realidad no está nada mal.
En conclusión, se trata de una lectura diferente, por describirla de algún modo, que como ya introducía en las primeras líneas podría no estar diseñada a gusto de todos, pero no por ello merece un menor reconocimiento. Requiere de cierta paciencia, eso sí, pero no hace falta saborear más que unas pocas páginas para darse cuenta de que es una inversión segura. La escritura de Ishiguro es brillante y aunque el fondo es peculiar, su originalidad y la destreza empleada para dibujarla, son sin duda loables.
Una recomendación muy justificada.
© All rights reserved Javier Úbeda Ibáñez
Javier Úbeda Ibáñez, escritor, crítico literario y miembro del proyecto REMES (Red Mundial de Escritores en español).
Nació en Jatiel (Teruel, España), en 1952. Y reside actualmente en la ciudad de Zaragoza (España).
Es autor del conocido libro de relatos breves y poemas Senderos de palabras (Pasionporloslibros. Valencia, 2011), de los cuentos Daniel no quiere hacerse mayor (Pasionporloslibros. Valencia, 2011, 2ª edic.) y La Elegida (Pasionporloslibros. Valencia, 2012) y del libro de investigación Reseñas con Huella (Círculo Rojo. Almería, 2020, 5ª edic.).
Ha publicado numerosos artículos de opinión tanto en prensa digital como en prensa escrita. Además, es autor de numerosas reseñas literarias, relatos cortos y poemas, que han ido viendo la luz en importantes revistas de España como Almiar, Ariadna-RC, Culturamas, Fábula (de la Universidad de La Rioja), Horizonte de Letras, La Sombra (de lo que fuimos), LetrasTRL, Literaturas.com, Luke, Magazine Siglo XXI, Narrador, Narrativas, OtroLunes, Palabras Diversas o Pluma y Tintero… y también en revistas del extranjero como Gaceta Virtual, Letras en el andén, Liter-aria, Literarte, Poeta (todas ellas de Argentina) o Cinosargo (Chile), Cronopio (Colombia), La ira de Morfeo (Chile, Argentina y Brasil), Letralia (Venezuela), Letras Uruguay (Uruguay),
Margutte (Italia), Ombligo (México), Resonancias. org (Francia), Baquiana o Herederos del k(c)aos (ambas de EE.UU.), entre otras muchas.