“La diferencia entre la realidad y la ficción es que la última está obligada a ser verosímil.”
Mark Twain
El pasado, el presente y aun las especulaciones que podemos hacer respecto del porvenir, para nuestra imaginación, son terrenos muy fértiles. La proveen de datos, imágenes, circunstancias, hechos y conflictos que ella, como es su costumbre -este también es un hábito de los sueños y de la memoria- puede modificar a su propio gusto. Esto implica que la imaginación, los sueños y la memoria suelen servirse de esos elementos para construir sus propias ficciones y que incluso y en determinadas circunstancias, prefiramos esas construcciones fantásticas al áspero dato histórico, la evidencia demostrada de lo que está sucediendo o los anticipos futurísticos, sean estos funestos o no. Así el pasado o el momento actual, supuestamente reales, y aun el futuro estimado como realizable, son suplantados por esa suerte de eufemismos: el recuerdo, lo onírico o el ensueño imaginativo.
En el campo todavía más complejo de la creación literaria, donde las sustituciones de lo real se realizan premeditadamente y del modo más intencional, en una secuencia de metamorfosis reiteradas y concatenadas, el terreno de lo histórico, lo referido al tiempo presente y al porvenir ofrece amplios recursos para el cultivo de la forma más elaborada de la mentira, esto es, la ficción con facultades suficientes como para pasar, siquiera momentáneamente, por una forma posible de la verdad. Eso sucede de modo acotado, en el instante de la lectura donde quien lee ha suspendido efímeramente la incredulidad, cuando tiene lugar la “ligera narcosis del arte”, señalada en su momento por Sigmund Freud.
La lectura, como el sueño, tiene fases: unas más ligeras, donde el lector sigue suspendido entre el mundo que lo rodea y el que se despliega allí en las páginas; otras etapas más hondas se intercalan con las primeras y es en ellas cuando quien lee ha dejado de prestarle atención -al menos, conscientemente- al así llamado “mundo real” y a su mismo universo personal, ese que tanto le preocupa habitualmente, para sumirse en la diégesis que le ofrece el texto.
En esta fase, que puede prolongarse más o menos según las capacidades de quien lee y las cualidades de lo que es leído, la construcción ficcional supera momentáneamente a la consciencia crítica del lector y se impone sobre aquello que él mismo reputa como lo real. Por otra parte, no está de más recordar que aquello que referimos como “lo real” es otro supuesto, otra construcción ficcional, desde que accedemos a su comprensión a través de los sentidos y la información que nos brinda la cultura, esto es, fuentes deformantes de su objeto. Lo aprehendido no es idéntico a su origen.
En consecuencia, tenemos que admitir algo que puede originar una variada gama de reacciones en nosotros. Es la noción de que leyendo o no, invariablemente vivimos inmersos en capas y más capas de ficciones. Como en una puesta en abismo, quien lee -quien accede a la fase más profunda de la lectura, esa que referimos unos párrafos atrás- se sumerge en una ficción cuando proviene de otra.
Aquella donde nació, vive y también, seguramente, morirá.
© All rights reserved Luis Benítez
Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India). Ha recibido numerosos reconocimientos tanto locales como internacionales, entre ellos, el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); Primo Premio Tuscolorum Di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008). Ha recibido el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Sus 36 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro fueron publicados en Argentina, Chile, España, EE.UU., Italia, México, Suecia, Venezuela y Uruguay