Dramaturgia: José Manuel Domínguez con la colaboración del equipo de creadores de Nomadis. Elenco. Claudio Marcotulli, Fernando Goicoechea, Ivette Kellens, José Manuel Domínguez, Paola Escobar, Sergio Mora. Escenografía Carlos Eloy Perera y Kino Robinson. Diseño de Luces. Alexey Tarán. Asesora de Movimientos. Paola Escobar.
Bailar, beber y vivir como lo hizo La Generación Beat.
A principios de los 50 un grupo de amigos ligados a la nueva literatura del momento, deambularon por el territorio de EE.UU en busca de una nueva forma de vivir y encontrarse a sí mismos. Ante el auge de la generación de baby boomers -los que lucharon durante la II Guerra Mundial y triunfaron en el sueño americano en la postguerra-, la respuesta ante esta forma de bienestar conservador fue la antítesis: el beat (cansado, abatido). Ellos profesaron el amor por el viaje, la libertad sexual, la utilización de las drogas como introspección, el pacifismo –se opusieron a la guerra del Vietnam- y una señalada devoción por la filosofía hindú y el budismo. Maldecidos y tratados por su actitud de loosers como “comunistas y antiamericanos”, el periodista Herb Caen unió beat con el sufijo nick para denominarlos despectivamente beatniks. A este movimiento pertenecieron poetas y escritores como Jack Kerouac , John Clellon Holmes, Allen Ginsberg, Timothy Leary, Neal Cassady y William Burroughs entre otros así como las poetisas Diane di Prima, y Elise Cowen, amiga de Ginsberg, que se suicidó. Lo expuesto anteriormente, junto a las identificaciones que tiene el grupo teatral que lo representa como individuos con ciertos personajes antes citados, componen un conjunto argumental para exhibir esta interesante obra en construcción.
En el folleto de mano de Nomadis aparece una pregunta: ¿Laboratorio teatral u obra de teatro? Voy a contestar a este dilema sin ambigüedades: laboratorio teatral. Hay un profundo trabajo de investigación en Nomadis por parte de anti-héroes project inc. Lo hay, tanto interpretativo, técnico, como documental. Un relato que contar: habla de las relaciones humanas entre la generación beat americana y las vidas personales de quiénes lo interpretan. No hay una improvisación en lo sucedido; una mesurada coreografía e iluminación del actor director José Manuel Dominguez, permite que se desarrollen algunas escenas de una belleza inimaginable. Pero particularmente me inclino a que, la búsqueda, tiene que seguir hasta que se consiga una obra de teatro-independiente con todas la licencias que Grotowsky o Brook, plantearon en su día. Un detallado examen del guión donde la confluencia entre los dos ámbitos, el interno del actor y el del personaje de la obra, se concatenen. Palabra que implica que, dos mundos ajenos en principio en el tiempo fluyan sin fisuras en la pieza y den pie -…y sentido orgánico- a un desarrollo no necesariamente clásico. Ni a un final, inevitablemente cerrado que sustituya al actual.
Esta pieza contiene, en sí, varios aspectos a destacar. Antes que nada, cito el compromiso interpretativo de todo el elenco en el escenario. Los actores/actrices alternan su “yoes” personales y con sus alter “egos” de la generación beat, con gran destreza y veracidad. No voy a cualificar quién es mejor que el contiguo. Respeto la filosofía de colectivo y el título de la compañía: no voy a buscar “héroes” sería un oxímoron decirles que los son.
Los personajes nos hablan de sus fiestas mundanas, sus escritos biográficos, su autodestrucción, sus enamoramientos, sus recelos, sus espacios “Ahora estamos en la catedral”, sus viajes en carretera, barco, avión (sale la ciudad sagrada de Benarés). En fin, aparece su nomadismo. Cuando dialogan como actores salen sus recuerdos de infancia, sus triquiñuelas, sus anécdotas, una improvisada lluvia, sus canciones: Serrat con Mediterráneo o una pieza hermosísima de Martirio Las simples cosas para finalizar con una pieza de Jeff Buckley Lost Highway.
Hay escenas dignas de nombrar cuando el supuesto Neal Cassady se lía con Emilia, su amante, en un baile de seducción lascivo y sensible a la vez. O cuando una nigromante intenta coserle el botón de la bragueta a Cassady en su casa porque “tienes muchos agujeros aquí abajo”. Un entierro ante un manto rojo o, simplemente, el reseguir de la mirada de un actor a través de una cámara de vídeo, refuerzan el texto. Una escenografía simple a base de unos pocos cajones negros, una cámara fotográfica de la época, tres máscaras enormes, un manto rojo, un acordeón, un arpa pequeñita, y una armónica, son elementos que dan un tono lírico, trágico o melodioso cuando la obra lo requiere.
“Quisiera decirlo todo de una vez, pero el miedo siempre me atrapa” dice uno de los protagonistas. Con honestidad, este no ha sido mi caso. Posiblemente, me habré olvidado algunas cosas. Pero hay una que no la puedo obviar: ¡Bravo¡ por una apuesta arriesgada, experimental y heroica (disculpen por el adjetivo) de teatro-independiente en esta ciudad. ER
Nota aquí va un link promocional de la obra con toda la grandeza que encierra este espacio en Keybiscayne que Nagari ya promocionó en su portada dedicada a Miami a través de la fotógrafa Ana Santiago. Sus posibilidades son infinitas. El teatro, es una.