No no digo ausencia
no digo ausencia
si sobrevivo a fuerza de cerrarme los oídos
bajo la luz de un mediodía que no vuelve
no digo ausencia
cuando una música desafinada plañe
desde mis ojos todos los paisajes
no digo ausencia
al túnel tembloroso de esta voz queda
limitándose a balbucir lo inútilmente caminado
no digo ausencia
bebiendo el licor desenterrado del recuerdo
no digo ausencia
ahora a mil leguas de casa
callando mis gritos aparentando ser por fin
la frase intransitiva esquivando la caída
no no digo ausencia
a la incapacidad de sacudir desde el cimiento
tanta ruina al gesto confidencial volcándose
sin ser dúctil sobre el blanco
Deudas
madre a ti
sólo te debo
el desamparo
Memoria
Dice que no sabe del miedo de la muerte
del amor
Alejandra Pizarnik
dice que no sabe
y anda vestida de sombras
dice de la ausencia un pájaro
y le corta las alas tajito a tajito
hasta sangrarlo
sin hogar sin rama o cielo
y lo deja ahí
tirado en el suelo
posado en esa nada
sin canto sin vuelo
desplumado
y rasguña su piel al paso de los días
y se llena de vértigos procurando alguna fórmula
mientras intenta decirse y es abismo
toma un pétalo y busca darle luz en la palabra
para que viva o perviva hasta ser lo suficiente
toma un pétalo un poema hasta surgirlo en fuego
y arde en esa llama
dice que no sabe
sosteniendo ese silencio
mientras los días son hilos larguísimos de espanto
y el viento es soplo de una luz amarga
dice que no sabe del salmo de la sed
dice que no sabe beber de memoria esa embriaguez que supone la locura
Madoka no es alga de la tierra
Elena es alga de la tierra
Juan Sánchez Peláez
Madoka no es alga de la tierra
existe por ser claridad meridional
de pie sobre la roca de los días
sabe burlar la falsa luz de los espejos
en realidad Madoka
es sintaxis de algún juego
prístino destello naciendo a toda hora
como un lirio abierto girando en el espacio
reuniendo los tactos mágicos del cuerpo
escucho ahora su paso por la casa
el círculo imantado de su voz tropezando las paredes
deviniendo en la unitiva forma del acierto
no es frágil
pues conjura sobre horóscopos la sombra
hasta vencerla en la sonrisa
en todas las estaciones Madoka
no es alga de la tierra
sino certeza fino resplandor
surgiendo todavía
India
A Trikha
me decías sobre una piedra
sin límites pura como un loto
y del Himalaya el génesis del agua
manando desde la coronilla de Shiva
mientras yo me llenaba de pájaros ~ ~ las manos
prefigurando un sol idóneo
o el horizonte áureo en la evidencia
sin tachaduras
ni lodazales
pero siempre regresaba el ritmo acompasado
la manecilla luctuosa del reloj señalando
la imprecisa hora del declive
¿qué muere en nosotros Trikha?
¿qué luminosa flor nos regresará la claridad
si comenzando el trazo de un mandala
divisamos en su centro lo vacío?
dibujo un pájaro ~ y más ~ ~ ~
procurando en el poema un amuleto exacto
capaz de exorcizar la ausencia
Satori
¿y acaso no se hallaba al fondo del paisaje
la mirada?
© All rights reserved Arístides Rivodó.
Arístides Rivodó. (Caracas, Venezuela, 1978) Poeta. Inicia estudios de filosofía en 2004 y de Letras en el 2006. Reside en Santiago, Chile. Obtuvo el segundo lugar mención publicación en el VI concurso Por una Venezuela Literaria con el poemario Decir la Luz la Sombra (2017). Ha publicado el libro Pájaros de Haldol (Le Chien Editor, Nueva York, Estados Unidos, 2018). Ha aparecido en algunas revistas literarias digitales.