Daína Chaviano (La Habana). En 1979 recibió el Premio David de Ciencia Ficción por Los mundos que amo (1980). Después de esa primera obra, salieron publicados Amoroso planeta (1983), Historias de hadas para adultos (1986), Fábulas de una abuela extraterrestre (1988) y El abrevadero de los dinosaurios (1990).
Fundó el primer taller literario de ciencia ficción de América Latina. Trabajó como guionista de programas televisivos para niños, jóvenes y adultos. Fue presentadora de televisión y de radio. Y participó como actriz en algunas películas de cine independiente. Desde 1991, vive en Miami, Florida (Estados Unidos).
Fuera de Cuba ha publicado País de dragones (cuentos), Confesiones eróticas y otros hechizos (poemas) y el ciclo de novelas «La Habana oculta», compuesto por El hombre, la hembra y el hambre, Casa de juegos, Gata encerrada y La isla de los amores infinitos, que tiene el record de ser la novela cubana más traducida de todos los tiempos con ediciones en 27 idiomas.
Ha recibido diversos galardones internacionales, entre ellos, el Premio Anna Seghers (Academia de Artes de Berlín, Alemania, 1990); Premio Azorín de Novela (España, 1998); Premio Internacional de Fantasía Goliardos (México, 2003); Medalla de Oro al Mejor Libro en Lengua Española (Florida Book Awards 2006, USA); y Premio Malinalli para la Promoción de las Artes, los Derechos Humanos y la Diversidad Cultural (México, 2014). (Fuente: website oficial de la escritora)
La presente entrevista se realizó a través de correo electrónico con la autora en relación a su libro más reciente LOS HIJOS DE LA DIOSA HURACÁN.
OMAR VILLASANA. Usted comenta que a partir de la serie La Habana oculta surge la idea de escribir Los hijos de la Diosa Huracán. ¿Le gustaría que su novela sirviera como impulso para que quienes la leemos nos interesemos más en las culturas indocaribeñas?
DAÍNA CHAVIANO. Eso espero. Ojalá los lectores se sintieran tan fascinados por el Caribe prehistórico como yo. Es extraño que hasta ahora nadie hubiera escrito una novela sobre estas culturas. En mi caso fue una decisión casi inevitable, si la contemplo en retrospectiva. Y te cuento por qué.
Desde mis dos obras anteriores, yo venía arrastrando un personaje —el espíritu de un indio mudo— que aparecía en ambas. La primera vez fue en El hombre, la hembra y el hambre, donde lo concebí para que interactuara con la protagonista. La segunda vez se presentó inesperadamente en La isla de los amores infinitos. No formaba parte de la historia, pero insistía en meterse allí como si pidiera mi atención. Fue el germen de Los hijos de la Diosa Huracán. Rescatar el universo de ese fantasma taíno se convirtió en mi obsesión. Gracias a él, descubrí un legado maravilloso que muchos han olvidado. Espero que los lectores aprendan a apreciar, e incluso a amar, lo que está resurgiendo sobre ellos.
OV: La novela, tal como usted lo menciona en los agradecimientos, tiene una sucinta investigación. ¿No consideró en algún momento el tratamiento de esta como una novela histórica? ¿Cuál fue la motivación de usar el género fantástico en ella?
DCH. Supongo que al hablar del género fantástico te refieres a los eventos paranormales y mágicos de la novela. Decidí incluirlos porque quería reproducir el punto de vista taíno y alejarme de la visión occidental que divide el mundo material del mundo espiritual. Nos hemos acostumbrado a separar ambos, pero para otras culturas, las deidades, los espíritus y los ancestros pertenecen al reino de lo cotidiano. Lo que un observador occidental podría considerar fantástico o mágico, no lo es para estos pueblos. La novela refleja ese modo de percibir el mundo.
OV. Esta novela logra enlazar con éxito diversas etapas de la historia cubana ¿cuál fue el mayor reto al momento de escribirla para conseguirlo?
DCH. Por un lado, la recreación del universo taíno. Tuve que rastrear decenas de libros académicos que a veces son difíciles de hallar —pues se editan para círculos bastante cerrados y en ediciones limitadas— y luego debí convertir toda esa información en un escenario coherente.
Otro reto fue reconstruir la vida cotidiana de la España del siglo XVI: cómo estaban trazadas las ciudades en esa época; cómo funcionaban los gremios de artesanos y comerciantes; cómo operaba la Inquisición; qué normas o comportamientos se consideraban herejes o dignos de delación; y hasta detalles tales como averiguar en qué parte de una muralla hubo una entrada que quizás hoy no existe. También resultó difícil conseguir detalles secretos de la masonería, en la cual está basada la Hermandad.
Un desafío muy difícil fue trabajar con la figura de José Martí. Los cubanos hemos sido educados y adoctrinados —desde todas direcciones— con una visión muy particular sobre él. Quería escapar de esos clichés. Sobre todo, me interesaba explorar ciertas zonas oscuras acerca de su relación con otros próceres de la independencia… Martí ya había aparecido como una especie de fantasma en una escena de El hombre, la hembra y el hambre, pero esta vez su figura requirió de un estudio más complejo.
OV. Un personaje interesante es el judío converso Jacobo, ¿considera que existe un elemento común entre la cultura judía y la cubana? Pienso, por ejemplo, en su capacidad de resistencia y la influencia que logran tener internacionalmente.
DCH. Quizás los especialistas pudieran reconocer algunas coincidencias, pero yo ni siquiera me atrevo a buscarlas. El personaje de Jacobo no pretende establecer una correlación entre ambas comunidades. Siempre he sentido una especial admiración por el pueblo hebreo: su enorme intelecto, su paciencia, su capacidad de supervivencia. Ha sido uno de los pueblos más perseguidos de la historia. La España del siglo XVI fue uno de esos momentos trágicos. Lo que me llevó a ese personaje es su condición de prófugo. Su familia tiene que escoger entre abandonar sus creencias o marchar al exilio forzado. Ambas alternativas son igualmente dolorosas. Por eso la conversión de Jacobo deja un aire de duda. Nunca está claro si adoptó esa máscara social para subsistir. Su destino personifica el del emigrante que huye en busca de sosiego y encuentra otro camino igualmente espinoso. Jacobo encarna la tragedia de la intolerancia social, política y religiosa.
OV. En Los hijos de la Diosa Huracán los personajes femeninos tienen un carácter central. ¿Considera que, como sociedad, estamos más cercanos a colocar a la mujer en la posición que le corresponde y se merece? ¿Novelas como la suya pueden servir como un vehículo para tal propósito?
DCH. Hemos recorrido parte del camino, pero aún queda bastante. La posición de la mujer en Occidente ha mejorado ostensiblemente comparada con apenas un par de siglos atrás; pero incluso en países donde sus derechos legales se han ampliado, existen factores sociales que dejan mucho que desear. Por ejemplo, ellas casi nunca ganan lo mismo que los hombres, haciendo el mismo trabajo. La mayoría de las madres siguen condicionando las aspiraciones de sus hijas cuando les compran muñecas con cuerpos irreales mientras sus hermanos varones reciben juguetes relacionados con ciertas profesiones. Esa crianza parcializada es algo tan arraigado que muchos padres no son conscientes de ello.
Yo nací y me eduqué en un país sumamente machista y políticamente regulado, tanto en pensamiento como en conducta, pero tuve la suerte de tener dos padres maravillosos que llevaban un matrimonio igualitario que ya quisieran muchos jóvenes de hoy. Éramos cuatro hermanos (dos hembras y dos varones) y no había diferencias notables en las cosas que podíamos o debíamos decidir o estudiar. Y aunque mi libertad de expresión estaba limitada por el entorno político del país, mis padres me enseñaron a pensar con gran autonomía. Quizás por eso mis protagonistas siempre son criaturas independientes, curiosas y llenas de ingenio, que jamás se guían por las convenciones o por lo que hace el resto de la gente. Cualquiera de ellas es capaz de buscar soluciones inesperadas a conflictos o problemas. No es que me haya propuesto deliberadamente crear modelos de comportamiento femenino. Simplemente esos personajes reflejan mi forma de ser.
OV. Otro elemento interesante de la novela es la posición en la que coloca a la ciudad de Miami como un lugar más allá de la playa y el turismo ¿Qué le gustaría que descubrieran sus lectores acerca de Miami fuera de lo que se vende comercialmente?
DCH. Siempre trato de que los lectores perciban el mundo desde una perspectiva distinta, descubriéndoles detalles que suelen pasar por alto. Miami es mucho más que rascacielos o que South Beach. Está llena de leyendas y rincones insólitos. Hay gente que ha vivido aquí toda una vida y nunca se ha oído hablar de ellos. Luego me han dicho que los han visitado después de leer mis novelas. Hay mucha historia oculta en esta ciudad. Sacar a la luz esos enigmas es una aventura literaria que también emprendí con La Habana. Ahora, después de vivir treinta años en Miami, también la conozco lo suficiente como para mostrarla más allá de los folletos turísticos.
OV. Finalmente ¿cuál es el siguiente proyecto en el que se encuentra trabajando?
DCH. No quiero revelarlo porque, si lo hago, perderé todo interés en él. Necesito el misterio para escribir.
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