…Te maté para matarme.
Autor Roger Peña Carulla. Director Lilo Vilaplana. Elenco Alberto Mateo y Paulina Gálvez.
Fotografía Harry Castiblanco
Desde la soledad que nos ofrece una morgue, contemplamos su espacio sentados en la platea. Todo es limpio y reluciente. Desde el aluminio de su mobiliario, hasta el cuerpo de una mujer muerta que yace en una mesa de operaciones impoluta. “Se ha suicidado” nos dice el forense con el bisturí en la mano mientras observa la belleza de aquel cadáver…es Navidad.
A continuación se inicia un milagro…la mujer despierta a los pocos minutos. Desde este mismo instante la comedia negra está servida : “Ni muerta me casaba contigo”. Una pugna en este encuentro, provocará una polémica sobre las relaciones de pareja y los derechos de la mujer como sujeto independiente.
A medida que crece la obra, el drama cambia de género; entonces… comienza la tragedia: “Tú estás muerta” le dice él ….”Y tú estás loco” le contesta ella. “!No!. Yo soy un clásico…un hombre como Dios manda”. Se agudizan los puntos de vista de Raquel Valverde y Sergio Martínez, que es como se llaman en la vida real dentro de una “irrealidad” que contemplamos absortos como espectadores. La violencia verbal y física en la piel de ambos ya es un hecho. La auténtica personalidad de Sergio, aquel complaciente doctor al principio de la obra, se encuentra ahora al desnudo. Pero también averiguaremos quién es en verdad Raquel y a qué se dedica en su vida cotidiana.
Temas como la manera de entender el amor desde la posesión, la jerarquía de “quién manda” en la familia, o la confusión en el sexo entre imaginación y realidad, “Yo la hacía chillar como una puta”, están en vilo ante el espectador.
Lilo Vilaplana juega con lo majestuosidad del mal en un recinto fríamente higiénico y lúgubre. Y lo hace con una iluminación directa y llena de sombras que hablan por sí mismas. La culpa, el horror y la angustia se apoderan de sus protagonistas en una dirección actoral mesurada o pletórica según el punto dramático en escena. Y con sutiles detalles en el vestuario -una sólo sábana, cubre sus cuerpos desnudos en momentos clave-, el director nos ofrece su interpretación personal del texto para enfrentar físicamente a los actores. A veces, desde el movimiento de la camilla mortuoria donde los cuerpos fenecen. Otras, bajo una coreografía que permite a los dos acentuar su hostigamiento o sentirse deseados cuerpo a cuerpo sin mostrar sus límites.
El texto del catalán Roger Peña Carulla (Poder Absoluto, Iaia, El recambio…) es imaginativo en la trama y -de manera encubierta, yo diría- hasta pedagógico en su fin último. La denuncia de la violencia de género se muestra en sus diálogos sin olvidar los pequeños lugares comunes. Una forma deliberada, a mi entender, que el autor ubica estratégicamente a lo largo del texto y que aquí queda justificada para puntualizar donde residen las supuestas razones que cualquier maltratador utiliza para forzar a su víctima.
Es de agradecer en la producción, que a parte del director y el equipo, estén implicados los actores como es en el caso de Alberto y Paulina, en defensa de una causa justa. Promoviendo en Miami la implicación de instituciones como el CCE o el propio MDC así como organizaciones civiles que protegen los derechos de la mujer (SAFE). Esto permite que la investidura en sus respectivos personajes cobre más autenticidad. Un trabajo interior lleno de matices que van desde los registros que Alberto Mateo evoca como un individuo afable y divertido, hasta los que loablemente asume cuando su transición lo lleva a odiarse a sí mismo. Paulina Gálvez tiene dos momentos memorables: una vez despierta como difunta y se cuestiona “dónde estoy”, y cuando sabemos “quién es” al concluir la obra como personaje real.
Nadie te quiere como yo se suma a una trayectoria de buenos dramas que poco a poco van tomando su relevo a otros géneros de sobra conocidos y que los críticos y muchos actores y actrices de esta ciudad reclamamos en pos de ofrecer distintos relatos y conflictos que hablen de la vida que nos envuelve frente a nuevas propuestas escénicas. Gracias a todos y al On Stage Black Box del Audirorium por estar ahí en este recorrido. Nagari