Las nueve estrellas, se dijo al ver el paisaje nocturno de uno de los cuadros de la habitación que explicaba el origen de aquel nombre olvidado.
Al abrir el ventanal, confirmó sus sospechas. Sabía que en el sur haría más calor, pero no en febrero; según había leído, en Chiapas era un mes frío y de mucho viento.
Nada que ver con la realidad.
El sol de la tarde desafiaba el calendario sobre las torres de las iglesias que, a lo lejos, asomaban dispersas. El reflejo de la luz caliente, invisible y pesada, parecía rebotar sobre la teja y la madera de los techos cobrizos y hacía que las cuestas parecieran aún más empinadas. Las fachadas, portones y rodapiés mostraban una paleta de colores pastel que alternaba entre blancos y lavandas, azules y verdes, cafés y chocolates y, sobre todo, el tono estrella de Comitán: el amarillo napolitano.
Cuando bajó por las escaleras, a Mayra le pareció haber viajado en el tiempo. Mucho más que en aquellas visitas a Querétaro, Guanajuato, Zacatecas, Morelia y aun en ciudades como Puebla. Aquella casona de los Cruz, convertida en hotel, tenía unas proporciones descomunales, y eso que desde fuera no parecía tan grande.
Siguió el caminito de piedras del jardín que bordeaba la fuente y, cuando se encontró entre la cortina de vegetación tropical, el rumor del agua y la mezcla de fragancias de las rosas, los jazmines, el azahar y el olor que desprendían las ramas de un enorme limonero le provocaron una sensación liberadora que hacía tiempo que no sentía.
Mayra cruzó el patio observando con interés lo cuidado y fresco que estaba el pasto y la colección de jarrones de arcilla de curiosas decoraciones indígenas. Asintió con la cabeza, como si le diera el visto bueno al detalle de las vasijas y, saliendo del patio, se acercó a la sala donde estaba el mostrador.
Pulsó un par de veces el timbre de una pequeña campana de servicio de acero inoxidable, mientras seguía contemplando las paredes de la casona, como quien estira con calma el tiempo durante el recorrido solitario de un museo.
Al descubrir los versos del poema Destino de Castellanos pintados en una de las paredes cobrizas, Mayra supo que estaba donde tenía que estar…
Fragmento de MUSHUC, novela de Pablo Medel, publicado por katakana editores, 2024
Disponible en Amazon: España, México, EEUU
© All rights reserved Pablo Medel
Pablo Medel (Madrid, 1978) es doctor en Estudios Lingüísticos por la Universitat Politècnica de València y máster en Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid. Asesor literario, tallerista de cursos de escritura, músico y profesor universitario, tanto en España como en México, ha publicado las novelas El principio de Pascal (Diente de Perro, 2016) y La espiral esférica (Inventa, 2019), ambas reeditadas en versiones electrónicas y audiolibros (Saga Egmont, 2022); así como el poemario Paraíso en ruinas (Primor, 2007) y, a tres bandas, El tratado del aire (Las pistolas de Jarry, 2019). Participó en la antología de cuentos 2084 (Inventa, 2016), tiene publicados varios discos con su banda Medelia y tradujo al español la primera novela de Stephen Crane, Maggie: una chica de la calle (Escolar, 2021). En la actualidad es colaborador habitual en la Oberta de Catalunya y profesor en la Universidad de las Américas Puebla y en la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey.