Mujer sentada
Pero sé que debo hablar de esa puerta,
en un hotel para turistas de la calle Cangallo.
Recuerdo con nitidez un finísimo rayo de sol
y las partículas del aire jugando con la luz.
( Ah el sencillo fulgor de una habitación en penumbras).
Estoy sentada sobre un sucio cobertor.
El conserje me entregó la llave de la diecinueve
y miró con cara de nada
cuando le hablé de tiempo de sosiego.
Cerró la puerta y me dejó queriendo comprender.
(Los mosaicos hacían muecas con su geometría).
Poco importa si por la calle pasa un hombre,
si hay una fábrica, un frigorífico, o muchos árboles.
Pero, el aire. ¿Entra por los pulmones, sale o permanece?
¿Qué hago, qué hago aquí,
en un cuadrado sórdido y ajeno?
Ajeno. Sórdido. Agujero del mundo, digo.
Sentada sobre un sucio cobertor.
Gestos de minué
quién diría
soñaste una chezlong
de tules y topacios
vos toda oropel
y pasamanería
devota
del pie de Cenicienta
pero no gran desmadre
ajetreaste tupé
de ajorca y brillo
viraste de color
emperatriz del miedo
fané y descangayada.
( Dos poemas de “Gestos de minué”, Edit. Tierra Firme. 1999)
En llamas
¿ … pero, cuándo vamos a despertar, Billy?
Aulicino
Sueño con cierto pudor
tomo siempre el mismo atajo
la misma calle oscura.
El venía en bicicleta,
conversábamos.
Hay un caballo muerto
detrás de la ventana
y un pianista
que no deja de tocar.
Uno esgrime razones,
tristes redes.
El pianista insiste con su melodía
y no deja de tocar, furiosamente
no deja de tocar.
Antes era fácil creer.
El venía en bicicleta,
conversábamos.
Nana para tía Elvira
ropa blanca en mis sueños (trapos)
lejos de tía Elvira
que planchaba camisas
con la puerta entreabierta
en la dulce penumbra del atardecer
ropa blanca en mis sueños (trapos)
lejos de ella (Ella)
que nada sabía
del ruido de mástiles
balanceándose al viento
en la dulce penumbra del atardecer
¿qué sabía?
Ropa blanca trapos
mástiles mástiles mástiles
(Dos poemas de “Ésta es la tierra, corazón”, Edit. Último Reino, 2005)
El agua empujó toda la noche Yo la llamaba Después entendí que era inútil nombrarla: ella se llamaba a sí misma
Todo esto pensaba cuando observé que el río de atrás de los ojos empezaba a secarse: ahora no puedo bajar los párpados
Qué es esto de estar vigilante todo el tiempo Ayer vinieron sonidos apacibles y me dormí
Este lugar no lo voy a dejar nunca.
( Fragmento de la nouvelle poética “El río secreto”, Edit. El Jardín de las Delicias, 2016)
© All rights reserved Marta Braier
Marta Braier nació en San Miguel de Tucumán en 1947. Reside en Buenos Aires. Es Poeta y Profesora en Letras. Desde 2002 a 2015 dirigió el Taller Literario para Jóvenes de la Biblioteca Nacional . Publicó Gestos de minué ( 1999) y Ésta es la tierra, corazón (2005). El río secreto (2016), obtuvo el Premio Único en Poesía Inédita ( bienio2010-2011), otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.