En medio de tiendas de ropa barata y bisutería al por mayor de la bulliciosa calle 20, se encuentra la encantadora Maison Chevalier, antiguamente un pequeño local de espectáculos; hoy, transformado en un acogedor teatro, el Miami Factory Theater. Inaugurado el 17 de julio de este mismo año, lo dirigen entre otros Erom Jimmy Cuesta y Vivian Morales ¿Su misión? seguir una línea distinta e innovadora en lo que se refiere al café-teatro independiente en esta ciudad.
Actuó el mes pasado en un particular show: el actor cubano Joel Angelino con su espectáculo Monólogos. La trayectoria de Joel es larga y fructífera en su tierra natal así como en Europa. En España trabajó para la televisión de Canarias, y en la propia capital, en series como El inquilino o la exitosa Aída. En el cine estuvo en producciones tanto del prestigioso Carlos Saura, como junto a Gutiérrez Alea en la muy galardonada internacionalmente Fresa y Chocolate.
“Esta obra es un diálogo conmigo mismo a través de mi infancia y los recuerdos”. Su primer monólogo está basado en poemas que él mismo ha publicado y que pretenden ser un reflejo metafórico de su propio yo. Relaciones con sus tías hermanas “Se puede …y no se puede a veces…depende”. Relaciones con la gente de su comunidad, Sagua la Grande. Aparece en sus relatos la escuela, con la gran sorpresa que uno de sus mentores estaba aquel día entre el público: la maestra Sonia. Después surgen otros dos personajes. El primero investido de Carlitos Vaquerizo: un pequeño memorial a los afeminados que no necesariamente son homosexuales “Un aplauso para las plumas”. Y por último adopta el sobrenombre de una famosa actriz española que dio vida a infinidad de películas de Pedro Almodóvar, Victoria Abril; en este caso, manteniendo su apellido pero cambiando el primer nombre y su personalidad por el del pecado, es decir…”Señoras y señores ….”Lujuria Abril”…un fuerte aplauso”. Salen temas y tópicos, en este caso bien pensados e inteligentes y para nada marchitos, que se coordinan con la actualidad política, como el caso de Donald Trump, o el enamoramiento de Vargas Llosa con Isabel Presley. No podía faltar la cafetería Versalles, el barrio de Kendall, la relación con Dios, o el propio reggaeton. Al final, concluye con un asesinato insistentemente pedido al público y desde una lectura trágica “Disparen al actor…venga disparen….un paria sin derechos”.
Joel Angelino domina el escenario como nadie. Se mueve entre las mesas con naturalidad e improvisación – …a veces abusa un poco de este recurso teatral, a mi entender- pero sabe ganarse al público sin “comprarlo”. Lo lleva a su terreno. Hace que se rían sin cesar y, desde su comicidad para nada banal, y en ocasiones incluso deliberadamente crítica y política, provoca incluso la lágrima como en su adiós, casi suicida, pidiendo que la audiencia lo elimine con una bala dentro de su cuerpo. Un actor con grandes registros y, como popularmente se dice, muchas tablas. El oficio está, sin lugar a dudas, bajo el discurso escénico que nos ofreció. Nagari