El Apóstol. Luis Camarena. Trópico de Escorpio. 252 pp.
El Apóstol, novela de Luis Camarena, arranca con un evento perturbador: una escultura hecha con restos humanos ha ganado un reconocido premio. Como su autor, firma El apóstol. Este hecho intrigante arroja al lector al centro de las páginas, no sólo para indagar quién es ese vigilante y cuáles sus motivaciones. Sin remedio, deseamos seguir pasando las páginas del libro y, hecho curioso, nos vamos ateniendo a la espera de los siguientes cuerpos sin vida.
Luis Camarena es artista plástico y escritor. Quizá su formación como arquitecto le permite entregarnos una obra de magnífica construcción, donde la atmósfera es la novela misma y la atmósfera es Terra Nostra, decadente e ingobernable, oscura, sitio para las contradicciones de Amadeo Merlo y de todos nosotros. A veces quisiéramos que la lectura nos salvara de la realidad pero hay libros como el de Camarena que nos la muestra con todas sus aristas y entreveres, sacando a la luz a un vengador anónimo. ¿El Apóstol es un enviado? ¿Era su misión ejercer por su propia mano la justicia?
Es inevitable que el lector no se ponga del lado del Apóstol. ¿Qué haríamos si nuestro ser más amado muere a consecuencia de la indiferencia y necedad de la policía? ¿Nos vengaríamos? El Apóstol, Amadeo, es un personaje altamente dramático, un antihéroe cuyo sentir es el de quien está en el momento justo para que su vida tome un sentido que lo saque de su estatismo. A medida que avanzamos en la lectura de esta obra, no sólo descubrimos las motivaciones de Amadeo, el pulsar de sus entrañas, sino andamos en una ciudad en decadencia como Terra Nostra, que clama desde sus profundidades por un vengador. Terra Nostra, es esa ciudad que ya no tiene mucho que ofrecer a sus habitantes, como Ciudad de México o muchas otras ciudades. ¿Cómo es posible la paradoja de ser absorbido por las fauces de una ciudad y a la vez desmoronarnos con ella?
Entre las líneas de la obra de Luis Camarena hay entreverada una persecución implacable. La palabra clave de muchas de las páginas es culpa, la que el personaje intenta pagar sin éxito párrafo tras párrafo, porque luego aparece una nueva culpa. Culpa y venganza. Los tres capítulos que confeccionan este libro se accionan párrafo a párrafo en la lectura con la finalidad de soplarnos una sospecha: La venganza es un plato que se sirve frío, en efecto, pero es también un oficio. Es más, la venganza es una de las bellas artes.
Amadeo sabe que su vida es una curva en descenso. Nada hay en este mundo banal más meritorio de suspenso que una vida cuya curva dramática es una línea quebrada y en descenso. El narrador busca la implicación personal del lector en las reflexiones sobre la culpa o el castigo. Al final se trata de sobrevivir a nuestro pasado, a nuestros demonios, y a un destino fatal del que no se puede escapar. Mediante una serie de sucesos y recuerdos de perdición, propios del antihéroe, Camarena consigue provocarnos la empatía progresiva de la sensibilidad para hacernos testigos del asesinato: pretende exponernos directamente ante la revelación de que el mundo mismo, en uno u otro sentido, es un flujo continuo y silencioso que siempre esconde la fatalidad, nos deja suspendidos en un espacio abierto, como si el mundo que reconocemos estuviese separado del mundo narrado en esta novela por un vidrio roto.
Terra Nostra se cae, se desmorona y se deshace. En este mundo tan parecido a la ciudad que habitamos, donde todo parece alejarse de todo, Amadeo consigue sin embargo dotarnos de un sentir de reconciliación y acercamiento con nosotros mismos. La línea punteada y gris de la vida se deshace a medida que la destrucción conduce hacia la amargura de nuestro personaje. Leyendo El Apóstol, inevitablemente pensamos en la Terra Nostra de Carlos Fuentes: sin embargo Camarena hace de la carnavalesca Terra Nostra original un espacio sombrío, ominoso. Llegados a cierta página de esta historia, caemos en la cuenta de la imposibilidad de retorno, y hemos sido tragados por el escenario de impunidad que nos arrastra, primero por el odio, pero, al final, a la maravilla de no haber parado de leer.
¿Para qué es una novela si no para empatizar con el mal cuando los ángeles han desaparecido de su pedestal? ¿Para qué es una novela sino para permitir que nuestros oscuros deseos tomen forma y vida a través de la ficción?
© All rights reserved Isaí Moreno
Isaí Moreno (Ciudad de México, 1967). Se formó en matemáticas, física y literatura. Ha publicado las novelas Pisot (Premio Juan Rulfo a Primera Novela 1999) y Adicción (2004). El suicidio de una mariposa fue finalista del Premio Rejadorada de Novela Breve 2008 en Valladolid, España. Es profesor- investigador en la carrera de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y colabora con cuentos y crónicas en revistas literarias y suplementos culturales, entre ellos La Tempestad, Lado B, Letras Libres, Nexos, Tierra Adentro, etc.. Desde 2012 es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Su sitio de Twitter es: @isaimoreno.