Más por un aspecto económico que moral, Aleezah ya no consume cocaína. Desde que a su díler le dejaron de excitar las mamadas de una ex estrella porno, Aleezah tiene que pagar sus drogas. Carece de recursos para comprar más de tres churros de mariguana a la semana y dos botellas de whisky. En El Exquisito, el café cubano de la Calle Ocho donde trabaja, las propinas no son malas, pero la mitad tiene que destinarla a su hija Catrina, de ocho años, que vive en San Diego con su madre. Con la otra parte, paga el alquiler del departamento y la comida de la semana. Como no vive con su hija y tampoco es vieja, se encuentra impedida para solicitar ayuda del Plan 8 del gobierno que, por lo menos, la salvaría de la renta. Entiende perfecto la ecuación neoliberalista: sin dinero estás excluido para valer madre.
Además es rubia. Sexy Blonde es la categoría de Xvideos donde aparecen sus películas. Aleezah rehúye pedir asistencia social. Si fuera negra sería más fácil presentarse en una oficina del condado de Miami Dade a pedir dinero para drogas, piensa algunos sábados como éste, en la que ha salido al patio del edificio esperando verme para pedir —sin ser yo parte del gobierno, sin ser yo parte de este país, sin tener siquiera documentación que haga legal mi estancia aquí—, para pedirme un jalón de mota junto a unos tragos de mezcal Xacrifio. Importado directamente de Quanáhuac, según la etiqueta.
En el patio se encuentra la lavandería del pequeño edificio de dos pisos, construido en los años treinta, cuando la Pequeña Habana ni siquiera imaginaba el rumor cubano con la que se conoce actualmente. Presume en su centro el gran árbol de buceras, nacido mucho antes de las construcciones de la zona. Su sombra invita a despreciar el asfixiante aire acondicionado. Como otros vecinos, me gusta salir a fumar en la mesa de plástico, sucio y roído, que los dueños han colocado como promesa incumplida de mejoramiento del lugar. A veces encuentro botellas vacías en el suelo, a veces condones usados o casquillos de balas provenientes de la casa vecina habitada por hondureños. En las menos, hallo a Aleezah mirando el cielo, disimulando su espera.
Nunca me pide nada. Eso me gusta. Sólo me mira, saluda y empieza a contarme alguna historia de su vida. Para tu novela sobre Miami, dice, y suelta un parloteo que ignoro si es real o ficticio. No me importa. Resulta idóneo en una tarde de sábado donde el deseo y la esperanza ni siquiera han salido de sus letargos. En Los Ángeles llegué a la cima cuando pude hacer el doble anal. Me buscaban los directores dos o tres veces por semana. Pero no te confundas, mexicano, sólo aceptaba una escena de esas una vez al mes. La pagaban cuatro veces más que las vaginales. Ignoras lo que es cagar sangre aún 40 horas después de haber filmado la película. Aunque claro, aún conservo elocuentes rasgos de profesionalismo. Cuando quieras te puedo mostrar.
Ante la propuesta de Aleezah decido reírme con una carcajada gutural antes que mostrarle el desprecio erótico que siento hacia ella. No debe pasar los 33 y su cuerpo apenas recuerda lo que fue una belleza veinteñera californiana. He visto sus películas, me he masturbado con sus películas, pero frente a ella el deseo se convierte en asco. Un asco profundo, silencioso, amigable, como el asco que debe de haber entre los matrimonios viejos antes de dormir. Pero se lo oculto. Creo en la dignidad de la podredumbre. Eso se respeta. Venga, Aleezah, un trago de mezcal. Y le saco la botella que ella esperaba. Embucha y no cuenta más. Yo tampoco. En silencio va parpadeando el cielo. En silencio, el cielo azul, hermoso y fotogénico, de Miami.
© All rights reserved Xalbador Garcia
XALBADOR GARCÍA (Cuernavaca, México, 1982) es Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y Maestro y Doctor en Literatura Hispanoamericana por El Colegio de San Luis (Colsan).
Es autor de Paredón Nocturno (UAEM, 2004) y La isla de Ulises (Porrúa, 2014), y coautor de El complot anticanónico. Ensayos sobre Rafael Bernal (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015). Ha publicado las ediciones críticas de El campeón, de Antonio M. Abad (Instituto Cervantes, 2013); Los raros. 1896, de Rubén Darío (Colsan, 2013) y La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (Colsan, 2015).
Realizó estancias de investigación en la Universidad de Texas, en Austin, Estados Unidos, y en la Universidad del Ateneo, en Manila, Filipinas, en la que también se desempeñó como catedrático. En 2009 fue becado por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Morelos, en la categoría de Literatura, en el área de Novela. Beca que ganó nuevamente en 2012, pero bajo el género de Ensayo Creativo.
Poesía, ensayo y narrativa suya han aparecido en diversas revistas del mundo, como Letras Libres (México), La estafeta del viento (España), Cuaderno Rojo Estelar (Estados Unidos), Conseup (Ecuador) y Perro Berde (Filipinas). Fue editor de la revista generacional Los perros del alba y su columna cultural “Vientre de Cabra”, apareció en el diario La Jornada Morelos por diez años.
Actualmente es colaborador del Instituto Cervantes de España, en su filial de Manila y mantiene el blog: vientre de cabra