Alice Munro es una autora canadiense que figura entre las candidatas al Premio Nobel desde hace años. A lo largo de su carrera ha sido galardonada con premios prestigiosos entre los que destaca el Man Booker International Prize.
Alice Munro ha escrito sólo dos novelas, pero es conocida por sus doce colecciones de cuentos. El último libro se llama Mi vida querida y fue publicado en 2012. En 2013, la Editorial Lumen, editó su traducción al español.
En la contraportada del libro, el escritor español Antonio Muñoz Molina sugiere lo siguiente al lector: “La lectura que piden los cuentos de Mi vida querida no es la de la prosa, sino la que ofrece la poesía…una revelación de algo que no se agota, porque está en las palabras y un poco más allá de ellas “. El consejo de Muñoz Molina es muy acertado: los cuentos de Alice Munro nunca sacian la curiosidad del lector. Y trasmiten una extraña inquietud que provoca el deseo de ir “más allá” del cuento y obtener más información sobre la vida de los personajes.
El libro contiene diez cuentos y cuatro historias narradas en primera persona sobre la vida de la autora. Antes de iniciar el cuento, lean detenidamente el título y, tras la lectura, intenten descifrar el significado de cada uno de ellos: Llegar a Japón, Amundsen, Irse de Maverley, Grava, Santuario, Orgullo, Corrie, Tren, A la vista del lago y Dollie, son sus títulos.
Los lectores habituales de cuentos disfrutarán porque cada uno de ellos tiene una identidad propia y conservan la virtud de tratar temas absolutamente dispares. Los personajes de Alice Munro muestran una naturalidad exenta de artimañas. La autora no emite prejuicios sobre el comportamiento humano, pero despierta el interés del lector en torno al misterio de la vida íntima de los personajes. Si pudiese mantener una conversación con Alice Munro le expondría los interrogantes que me han sugerido algunos de sus cuentos:
- ¿Por qué no se casa el doctor Alister con la maestra en el cuento titulado Amundsen?.
- La protagonista de Corrie…¿jamás le confesaría a su amante que había descubierto que,él, era el extorsionador?
Intuyo que Alice Munro esbozaría una sonrisa ante mis preguntas y yo en un alarde de inteligencia sagaz preconcebida le diría: “Sus cuentos Señora Munro provocan el efecto muñeca rusa, porque me obligan a pensar en la continuidad de la historia inventando un relato paralelo. Parece que no mueren en el punto y final de su última página, más bien se reencarnan en la mente del lector…¿no le parece?”
En la última parte del libro, Munro nos presenta cuatro narraciones de carácter personal: El ojo, Noche, Voces y Vida querida, y nos da una pista esencial para leer estos escritos:
“la autobiografía vive en la forma, más que en el contenido.”
No olviden esta definición. Y fíjense en la forma peculiar en la que la autora nos revela ciertos detalles íntimos en torno a su madre, su padre, su infancia y su juventud.
La lectura de los cuentos ha sido muy grata, pero los relatos finales me han provocado una emoción especial; no sabría describirlo con palabras. Quizás me han impactado porque a través de ellos he comprendido los motivos personales por los que Alice Munro me ha seducido. Les cuento:
Descubrí a Alice Munro dos meses antes de emprender un viaje por Canadá en una época de mi vida en la que vivía una tragicomedia de índole romántica. La primera obra fue la recopilación de cuentos titulada, Demasiada felicidad. Y el efecto placebo de lo conseguí de inmediato: conseguí sublimar mis penas mientras descifré qué intentaba narrar la autora. La felicidad no me acompañó aquel verano, pero guardo en mi memoria el recuerdo de los textos leídos bajo el influjo perverso de los misteriosos lagos de Quebec.
La adicción a Munro la empecé en el 2011 y, ahora, en el 2013 inicé la lectura de Mi vida querida. Obra vital para rematar el acto tercero de mi tragicomedia romántica. La discreción y un cierto pudor me impiden entrar en detalles personales y,sin más dilación, les invito a leer cada cuento de este libro como si fuese el último… Expriman el texto, y piensen más allá de las palabras.
Ángels Martínez